Booz Bismuth
Israel hayom
El corresponsal especial de Israel Hayom, Booz Bismuth, informa desde la Plaza Tahrir: Egipto está dividido, decepcionado y dolorido • Mientras jóvenes manifestantes chocan con la policía, sin miedo a morir, la Hermandad Musulmana se une a los salafistas para tomar el control de la plaza • Los manifestantes ven a Israel como apoyando a los vilipendiados gobernantes militares.
El Cairo es un lugar muy triste en estos días. Mientras Túnez y Libia aparentan ser optimistas y nombran nuevos gobiernos y Yemen, finalmente, se deshace del inestable Presidente Ali Abdullah Saleh, en Egipto, los manifestantes han vuelto a la Plaza Tahrir para luchar por la democracia – una «democracia» que ha esperado tanto tiempo que ha envejecido.
Durante mi reciente visita a Egipto no vi el entusiasmo y la unidad que caracterizó, durante el invierno, la «primavera» de la revolución contra Mubarak. La revolución Tantawi (los actuales esfuerzos para eliminar al Mariscal de Campo Mohamed Tantawi del poder) se ve diferente, invernal. En Egipto, nadie habla más de «primavera». Ni siquiera en broma. En esta ocasión, Egipto está dividido, decepcionado, sin esperar nada, temeroso, violento, oportunista y con un dolor terrible.
En el Egipto de hoy en día, los uniformes caqui del ejército, que eran tan venerados durante la revolución de 18 días, en enero y febrero, han sido sustituidos por barbas. Muchas barbas. Barbas de la Hermandad Musulmana, pero también muchas barbas salafistas. Barbas que han unido sus fuerzas para asegurarse de que, no sólo el depuesto Presidente Hosni Mubarak se haya ido, sino que cualquier recuerdo de su legado se haya ido también. Barbas que prometen que todo irá bien sólo porque «Allah hu akbar» (Dios es grande).
La Plaza Tahrir, el símbolo de la insurrección original, ya no es el hogar de la revolución. Miles siguen corriendo a la plaza, quizás la plaza más famosa del mundo hoy en día, para protestar por las tardes, pero la segunda revolución, más combativa, tiene un frente de batalla y uno de retaguardia. La Plaza Tahrir se ha convertido en el frente de retaguardia, donde se llevan a los hijos, pero el frente de batalla está ahora en la calle Mohammed Mahmoud, la calle que conduce de la plaza al Ministerio del Interior. Ahí es donde los manifestantes y los policías chocan violentamente, donde se libra la batalla. Ahí es donde las personas son heridas y muertas.
Una cadena egipcia ha colocado cámaras en la calle Mohammed Mahmoud y está transmitiendo desde allí durante las 24 horas. Las imágenes sólo sirven para estimular a los manifestantes, que, a su vez, incitan a la policía. En estos días, la única que guarda silencio en Egipto, es la Esfinge.
«Muéstreme su pasaporte», dice Gamal, un joven padre de familia y veterano de la revolución de Tahrir, cuando trato de entrar a la plaza el lunes, poco después de llegar a El Cairo. «¿Para qué?» pregunto. «No queremos periodistas israelíes», dice. Cuando pregunto por qué, responde: «Israel está ayudando al ejército».
Lila, una estudiante de farmacología, se une diciendo: «Israel no es amigo del pueblo egipcio. Apoya al ejército que dispara contra nosotros. ¿Qué se puede esperar de un país que mata a nuestros soldados?»
«Israel nos está matando»
«Espere, quiero que alguien le muestre nuestros logros», me dice Gamal. «Hemos conquistado un kilómetro y medio. Quiero que vea qué están haciendo estos perros». Los perros, para quien todavía no lo sabe, es la policía que dispara a matar sin vacilar – igual que hace nueve meses – o así lo creen las masas. Sólo hay una diferencia: En estos días la matanza está organizada por el ejército y no por Mubarak. «Mire cómo ajustan viejas cuentas de entonces», dice Gamal. «Pero no tenemos miedo a morir. ¿Qué tenemos que perder?»
Osama, un estudiante de ingeniería, insiste en acompañarme a la calle Mohammed Mahmoud. No tengo mucho para elegir y es difícil rechazarlo. Realmente no sé en lo que me estoy metiendo. Incluso desde varios metros de distancia, se puede ver que es aquí donde todo está sucediendo. Una nube de gas lacrimógeno se cierne sobre la calle. «Compre una máscara de gas», me dice Osama, pero me las arreglo con las máscaras quirúrgicas que se entregan gratuitamente a los manifestantes. Veo cómo los jóvenes manifestantes, algunos de ellos de no más de 12 años de edad, están provocando a la policía. Los veo cargar en oleadas. Entonces una flota de motocicletas evacua a los heridos hacia un cercano hospital de campaña. Hay un montón de ruido. El caos domina.
Es evidente, sin embargo, que no todos los manifestantes improvisan. Algunos manifestantes están organizados: los barbudos. Y vienen en grupos. Las mujeres, cubiertas de negro de pies a cabeza, también participan en la manifestación. Normalmente, no se permitiría fotografiar mujeres religiosas musulmanas pero, en estos días, no se escapan de las cámaras. Por el contrario, las buscan para mostrar los casquillos de bala de los soldados. «Mire», una joven manifestante me dice, mientras muestra casquillos de bala. «Estas balas son de Estados Unidos, Israel e Italia».
Es triste ser testigo de lo que está pasando en Egipto en estos días. El país ya no está unificado – jóvenes, militares y Hermandad Musulmana. Hoy en día la división es clara: El ejército está en el palacio, los «hermanos» están en la plaza y la shabab (juventud) están en el frente, en la calle Mohammed Mahmoud.
Caminé alrededor de la plaza tomando fotos, por supuesto. Una persona vestida de civil me preguntó quién era yo para tomar fotografías. Mi acompañante tuvo que convencerlo de que estaba «limpio». «¿Qué te dijo?» Le pregunto a mi amigo Gamal. «Pensó que eras un espía que viene a agitar a las masas».
http://www.israelhayom.com/site/newsletter_article.php?id=1956
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
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