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| lunes diciembre 23, 2024

Roures y el rabino de Barcelona


Entre los escombros de la manifestación del sábado en Barcelona se han encontrado los jirones de una bandera de Israel pisoteada. Una pareja, extranjeros con seis años de residencia en la ciudad, tuvo que ser evacuada del acto por policías de paisano cuando decidieron sacar a pasear su bandera en una protesta que pensaban contra el terrorismo. Craso error de apreciación que les pudo costar un disgusto muy serio al ser rodeados e increpados por unos independentistas propalestinos muy concienciados respecto a las responsabilidades del Rey y del Gobierno en el negocio de las armas. Ya saben, el tráfico internacional de furgonetas de alquiler, cuchillos del chino, bombonas de butano y triperóxido de triacetona.

Los imprudentes no estaban al tanto de las recomendaciones del superior de los rabinos de Barcelona, Meir Bar-Hen, que aconseja a los judíos largarse cuanto antes a Israel porque Europa, España y Cataluña incluidas, «está perdida». Exagera lo mismo que los rabinos de Francia, que también alientan una mudanza presta y ordenada por idénticas razones, la escalofriante pasividad de las autoridades políticas, del escalafón que sean, frente a la pujanza de los postulados islamistas y la existencia de amplias franjas de población musulmana encerradas en sí mismas y cada vez más radicalizadas.

A Meir Bar-Hen no se le ha hecho ningún caso en Cataluña, más allá de su comunidad, porque el nacionalismo y la izquierda nacionalista tienen otros referentes y designaron como portavoz y referente de la sociedad catalana a una joven con hiyab y acento catalán de la Fundación Ibn Battuta. Es de justicia señalar que, en todos los parlamentos habidos al hilo de los atentados, sólo ella mencionó la palabra antisemitismo, justo después de islamofobia.

A tenor de las maniobras separatistas que convirtieron la manifestación en una depurada expresión de fanatismo, manipulación y odio a España, el hijo de la Tomasa habría sido mejor recibido en la manifestación que el Rey, quien según el empresario Jaume Roures, socio de los Al Thani de Qatar en los derechos televisivos del fútbol, es la punta de la pirámide de un colosal negocio de venta de armas a las monarquías del Golfo Pérsico que financian al Estado Islámico, según los medios del dicho Roures, el último «trotskista», le llama Enric Juliana en La Vanguardia.

Roures es uno de los grandes animadores del denominado proceso. Sacó las grabaciones de Jorge Fernández, entonces ministro del Interior, con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña (lo que es un chiste de Eugenio), y le dio más bola con un documental titulado Las cloacas del Estado sobre una supuesta persecución policial contra los líderes separatistas que estaría, ojo, en el origen de la caída del clan del muy honorable Pujol. La penúltima aportación de Roures a la causa republicana ha sido proporcionar los chivos expiatorios del monarca y el Gobierno como beneficiarios materiales de los atentados de Barcelona y Cambrils. Y ha colado, como se pudo ver el sábado.

La última del señor de Mediapro, Bein Sports, Público y las carreras de camellos del desierto es haber ejercido de anfitrión primus inter pares en una cena con Pablo Iglesias y Oriol Junqueras celebrada en Barcelona tras el éxito del escrache al Rey. Más que exagerar, puede que el rabino Meir Bar-Hen se haya quedado corto.

 
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