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| lunes diciembre 23, 2024

El enemigo de mi enemigo (Israel y la extrema derecha europea)


El drástico giro hacia la derecha tras las recientes elecciones austriacas probablemente tendrá amplias repercusiones sobre toda Europa. También obligará a Israel a reconsiderar su enfoque actual hacia los partidos y agrupaciones de extrema derecha.

Si bien muchos lectores pueden estar en total desacuerdo con mis puntos de vista, creo que ha llegado el momento de enfrentar la realidad. Israel es más fuerte hoy que en cualquier momento anterior desde el día de su fundación. Sin embargo, el hecho es que, a pesar de la administración amistosa que observamos en los Estados Unidos, la mayoría del mundo sigue discriminando y aplicando un doble rasero hacia Israel. Ninguna otra nación es confrontada por adversarios de culturas fanáticas que exaltan el mal y la muerte y que persiguen pública y repetidamente la destrucción de su vecino, ante la indiferencia de la mayoría del mundo “civilizado”, que simplemente observa y, en el mejor de los casos, permanece en silencio.

En este entorno, es hora de superar las inhibiciones e intensificar activamente los esfuerzos para buscar alianzas, con estados no democráticos o incluso aquellos cuyos puntos de vista sobre diversos temas nos oponemos firmemente.

Algunos condenarían ese enfoque como realpolitik hipócrita y amoral.

Sin embargo, casi todos los israelíes se sienten alentados que nuestros líderes hayan forjado una relación positiva con una Rusia autoritaria gobernada por Vladimir Putin, un ex agente de la KGB que actualmente muestra unas simpatías filosemitas.

En general, los israelíes son optimistas, y con razón, sobre nuestra relación con Egipto encabezada por el presidente Abdel-Fattah el-Sissi. Sin embargo, el antisemitismo todavía domina gran parte de los medios controlados por el estado, ya que la sociedad egipcia ha sido condicionada a lo largo de los años para odiar a Israel y a los judíos. Esto puede cambiar con el tiempo, pero la razón del acercamiento actual se debe principalmente a que nos enfrentamos a enemigos comunes.

La nueva relación encubierta, aunque algo esquizofrénica, con Arabia Saudita, es aún más extraña. El fanático wahabismo saudí es la fuente del terrorismo islámico y continúa promocionándolo en todo el mundo. Su odio hacia Israel y los judíos no conoce límites y es un componente integral del actual currículo educativo y libros de texto sauditas y sus mulás son famosos por llamar a sus fieles a asesinar judíos, calificándolos de “descendientes de simios y cerdos”. Sin embargo, el emergente poder iraní es una amenaza que pretende imponer la hegemonía regional y esto fue lo que indujo a los líderes saudíes a cooperar encubiertamente con Israel. Enfrentar a un enemigo común muy agresivo también creó esta alianza.

Israel también ha estado cultivando relaciones con India y China, así como con otros estados de Asia, África y América Latina, muchos de los cuales ni siquiera son remotamente democráticos.

En general, a pesar de algunas de las actitudes problemáticas compartidas por estos nuevos aliados, la gran mayoría de los israelíes, en todo el espectro político, consideran positivamente dichos avances.

Sin embargo, la única región en la que parece que hemos progresado poco es en Europa. De hecho, la Unión Europea ha estado invirtiendo grandes sumas de dinero en ONG que han estado socavando activamente al gobierno israelí y han aplicado desvergonzadamente el prejuicio y el doble rasero en todos sus tratos hacia Israel. Por ejemplo, en un seminario reciente en el Parlamento Europeo, un grupo político que reunió a izquierdistas invito a uno de sus oradores principales a Leila Khaled, la famosa terrorista palestina que secuestró dos aviones civiles.

Hungría, Polonia, Eslovaquia, algunos de los países bálticos y ahora la República Checa, son pro-Israel y se distancian de las políticas de la Unión Europea. Sin embargo, estos son principalmente gobiernos nacionalistas de derecha que se oponen amargamente al flujo de inmigrantes musulmanes que Alemania y la Unión Europea intentan imponerles. Se han presentado acusaciones que estos cuentan con el apoyo de los neonazis y negadores del Holocausto y, en algunos casos, eso es probablemente cierto.

Del mismo modo, en Europa occidental, ahora también nos enfrentamos con una multitud de grupos populistas de oposición y de derecha que están surgiendo como una forma de protesta a causa de la inmigración. Es probable que estos populistas se fortalezcan, ganen influencia y puedan alterar todo el espectro político en Europa.

Huelga decir que ningún judío responsable podría contemplar ninguna asociación o alianza con neonazis o negadores del Holocausto. Pero el hecho que un porcentaje de esa basura indeseable apoye a un partido en particular no debería descalificar a ese partido más que al Partido Republicano de los EE. UU., que es apoyado por algunos racistas marginales, o al Partido Demócrata, que es el hogar político de muchos anti-Israelíes y a elementos antisemitas.

Israel no puede simplemente distanciarse de todos estos grupos de derecha y debe revisar y sopesar a cada caso individualmente. Está claro que si los líderes de los gobiernos incluyen a apologistas nazis o a negadores directos del Holocausto, no podemos tener nada que ver con ellos. Sin embargo, la realidad es que a pesar de los extremistas, e incluso los antisemitas que apoyan a los emergentes partidos de derecha, muchos de estos grupos son menos hostiles para con nosotros que los gobiernos de izquierda que apoyan a los islamistas y que cada vez son más abiertamente antisemitas.

En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen logró el 34% de los votos en la segunda vuelta presidencial reciente; en Italia, la Liga del Norte tiene 19 escaños en la Cámara de Diputados y 12 en el Senado; El Partido por la Libertad de Geert Wilders se convirtió en el segundo partido más grande en el Parlamento holandés; y Alternativa para Alemania creó una agitación al emerger como el tercer partido más grande después de las elecciones federales de septiembre. El último golpe fue en Austria, donde el Partido de la Libertad, de extrema derecha, se convirtió en el tercer partido más grande y se convertirá en un socio de la coalición del conservador Partido Popular Austriaco.

Todos estos partidos, a excepción de los holandeses, tuvieron elementos fascistas que los respaldaban activamente. Aunque hay componentes problemáticos en las partes alemanas y austriacas, en general, la mayoría continúa eliminando a los antisemitas de entre sus filas, ciertamente más que el Partido Laborista británico bajo el mando de Jeremy Corbyn. Significativamente, Heinz-Christian Strache, jefe del Partido de la Libertad de Austria, ha sido un partidario entusiasta de Israel, al igual que la mayoría de los partidos populistas.

Por supuesto, hay límites y, a veces, esta es una zona gris, pero el Holocausto está demasiado arraigado en nuestra psique como para siquiera contemplar una alianza con los políticos pro nazis.

Este no es un asunto simple, pero mientras los negadores antisemitas y del Holocausto sean condenados y expulsados, Israel debe considerar cada caso con base en los méritos individuales, aplicando estándares iguales hacia la derecha y a la izquierda. Hay muy pocos partidos políticos de izquierda que no incorporaron elementos sustanciales antisemitas y rabiosamente antiisraelíes. Por ejemplo, aunque pueda ser desagradable para algunos, es cuestionable si el Partido de la Libertad de Austria, cuyo ex líder Jörg Haider en 1999 fue considerado un simpatizante nazi, es más peligroso para nosotros que el Partido Laborista británico bajo su liderazgo actual.

Vivimos en un mundo en el que deberíamos buscar aliados de todos los sectores, sin alinearnos con aquellos que albergan abiertamente a los antisemitas, independientemente del lado del espectro político en que se encuentren.

Los líderes judíos de la diáspora no deberían involucrarse en estos asuntos como judíos a menos que las partes involucradas sean antisemitas. Esto se aplica al Partido Jobbik de Hungría, al Partido Golden Dawn de Grecia, a los apologistas croatas del genocida régimen Nazi de Ustasha y a los nacionalistas ucranianos que hoy santifican a los pogromistas o colaboradores pro nazis.

El gobierno israelí y especialmente el Ministerio de Asuntos Exteriores deberían analizar la situación cuidadosamente y evitar la mentalidad de doble moral que llama a boicotear a los extremistas de la derecha, pero que entierra su cabeza en la arena cuando emerge el antisemitismo izquierdista.

En caso de duda, deberíamos considerar nuestra relación con Arabia Saudita, que apoyo a pesar de saber que su sociedad está plagada de odio contra el pueblo judío. Hay ocasiones en que es aceptable colaborar en asuntos específicos con naciones o grupos políticos que no comparten nuestras perspectivas y, en algunos casos incluso nos desprecian, con el fin de vencer a los enemigos comunes.

Traducido por Hatzad Hasheni

 
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