El primer ministro Benjamin Netanyahu posa con la primera ministra británica Theresa May a las afueras de 10 Downing Street en Londres el 2 de noviembre de 2017. (AFP Photo / Daniel Leal-Olivas)
Este 2 de Noviembre, se cumplirán 100 años de la Declaración Balfour, en que el entonces poderoso e influyente Imperio Británico, se comprometía a hacer todo lo necesario para la creación de un Estado Nacional Judío, en la Palestina recién conquistada al Imperio Turco Otomano, luego que ésta fuera derrotada por los aliados, al finalizar la Primera Guerra Mundial.
En la edición de Por Israel de hoy, 30 de Octubre, leía un comentario titulado “Declaración de Inglaterra “Estamos orgullosos de nuestro papel en la creación del Estado de Israel””
En dicha publicación, se destaca la declaración de Munib al-Jar’ub, a cargo de la diplomacia pública de Al Fatah, reclamándole a la Primer Ministro de Inglaterra, Theresa May por recordar tal fecha que, según los palestinos, este recordatorio representa un peligro de legitimar una “ocupación” israelí en el área palestina, pidiéndole al gobierno de Inglaterra de asumir su responsabilidad histórica, legal, política, financiera y moral por las consecuencias de la Declaración Balfour y que se disculpe con los palestinos por los desastres y las injusticias que sufrieron, reconociendo un estado palestino independiente con Jerusalén Este como capital.
La respuesta de Theresa May fue categórica al afirmar que “Estamos orgullosos de nuestro papel en la creación del Estado de Israel” Ya aclarado lo que nos informa Por Israel, los invito a analizar tanto la “verdad” palestina como la de Inglaterra.
A principios del siglo XX, Palestina, aun en poder del Imperio Otomano, estaba casi despoblada, desértica y carente de importancia alguna. Turquía tenía al Muftí de Jerusalén, el cual administraba todo el territorio, tanto en la parte política como económica y religiosa.
Pocas eran las ciudades que contaban con población relativamente estable, siendo la más importante Jerusalén que tenía aproximadamente 83.000 judíos, 79.000 cristianos y 76.000 musulmanes. Podemos mencionar también Hebrón, Belén y Beer Sheba, en donde radicaban judíos y cristianos mayoritariamente y con escasa población musulmana, la que se radicaba principalmente en pequeños villorrios, llevando una vida miserable, principalmente como siervos del Gran Muftí de Jerusalén, el cual era, por tradición, el dueño de la casi totalidad de las tierras.
Estos “siervos” en la práctica eran verdaderos esclavos ya que el Muftí ponía la tierra y ellos su trabajo, sembrando en una forma tal, que nunca lograban obtener los ingresos suficientes como para pagar al Muftí lo que éste afirmaba le correspondía. Todos ellos, mayoritariamente analfabetos, tenían “firmado” pagarés en que se establecía, entre otras cosas, que los hijos heredaban las cuantiosas deudas de los padres. De esta manera, permanentemente los hijos y nietos, nacían con una carga imposible de poder cancelar. Al ser igual, generación tras generación, se consideraba normal.
Cuando empiezan a llegar los primeros colonos judíos, provenientes principalmente de Rusia y Polonia, a fines del siglo XIX, se instalan los primeros kibutzim, que transformarán radicalmente la costumbre agrícola de Palestina.
Por su ubicación geográfica, desde siempre Palestina había sido un corredor casi obligado de las múltiples caravanas de árabes nómadas, los cuales incorporaban integrantes de las más variadas nacionalidades y, en su paso por estas tierras, aceptaba sin problema a siervos del Muftí que lograban “liberarse” al conseguir escapar de sus hogares.
Al finalizar la Gran Guerra y desaparecer el Imperio Turco Otomano, los victoriosos ingleses y franceses, se reparten los territorios conquistados, creando países acorde a sus intereses, ya que muchas fronteras fueron demarcadas trazando rayas en un mapa.
Esto significó enormes dificultades para las caravanas que antes deambulaban por donde querían, sin tener problemas fronterizos de ninguna especie, lo que determinó que, rápidamente, tuvieran que cambiar sus hábitos.
En Palestina, estaba naciendo una realidad desconocida. Judíos se juntaban, compraban tierras al Muftí y trabajaban para ellos mismos. Pronto, beduinos de caravanas problemáticas, van desertando e instalándose, sin comprar nada, en lugares cercanos a estos asentamientos, formando sus propios conglomerados, con carpas en vez de casas y con la crianza de cabras y ovejas, en vez de agricultura. De esta manera, después de la década del 20 del mismo siglo, se empieza a poblar nuevamente Palestina.
Estos son los ahora auto denominados “palestinos con derechos ancestrales” sobre los terruños donde vivían ya llegado el año 1948. Es por eso que, de acuerdo a lo pretendido por estos “palestinos”, tienen “derechos ancestrales y al retorno” todos aquellos que, al momento de huir voluntariamente, ante el triunfo israelí frente a los ejércitos de la Liga Árabe, llevaban viviendo en dichos lugares por más de dos años y ahora son “refugiados” a perpetuidad y los que viven en la Franja de Gaza o Cisjordania, pretenden arrogarse el derecho sobre la pujante realidad, llamada el Estado de Israel.
Veamos ahora la parte Inglesa. Desde luego, es meritorio y muy conveniente que Theresa May se sienta orgullosa por lo que supuestamente hizo Inglaterra en pro de la creación del Estado de Israel.
Por ser este un mero recordatorio, ya que en reiteradas oportunidades, nos hemos referido a la vergonzosa traición inglesa al pueblo judío y a su propia Declaración Balfour, sólo mencionaremos, sin entrar en mayores detalles, los motivos para que Inglaterra esté tan “orgullosa” en su actuar.
Restando sin autorización legal o moral, las 5/6 partes de la Palestina que recibió de la Liga de las Naciones, creó un país absolutamente artificial, el Reino Hachemita del Jordán, hoy Jordania, para instalar en dicho territorio, a un Rey que le sobraba y no tenía donde ubicarlo.
Recordemos que de los despojos que quedaron, el año 1947 la ONU aprobó su partición, para crear en tan exiguas tierras, una nación judía, que si se creó y que es el Estado de Israel y una nación árabe, que no se creó, ya que éstos no aceptaron tal acuerdo.
En plena Segunda Guerra, cerró las puertas de Palestina para el ingreso de judíos pero no para la llegada indiscriminada de árabes. Si Inglaterra no hubiera aplicado esta espantosa medida, miles de judíos se habrían salvado de la barbarie nazi, al punto que muchos judíos lograron llegar a las costas palestinas y, al ser sorprendidos por soldados ingleses, debieron devolverse a Europa, en un camino directo a los hornos crematorios de los campos de extermino nazi.
Permanentemente, permitió que bandas armadas árabes atacaran kibutzim y poblados judíos, asesinando despiadadamente a sus pobladores, llegando los soldados ingleses una vez terminado los ataques, con el único objetivo de confiscar las armas que usaban los pobladores judíos, para defenderse de dichos ataques.
Finalizaremos este recuento, mencionando que Inglaterra no permitió a los judíos prepararse adecuadamente, para defenderse del anunciado y proclamado ataque del cual fue víctima, luego del 14 de Mayo de 1948, cuando el último soldado inglés dejó Palestina, dando lugar al nacimiento del Estado de Israel.
Bien por la Primer Ministro inglesa que, con un poco de retardo, se “siente orgullosa por la creación del Estado de Israel”
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