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| domingo diciembre 22, 2024

Patrones


Hace pocas semanas, el encargado de exteriores de México comunicó al embajador de Israel en su país que habían decidido cambiar su “patrón de voto”. Se refería a que el país azteca no se sumaría, como hasta entonces, de forma automática a cualquier condena al estado judío en organismos internacionales, por ejemplo, la UNESCO. La noticia supone un grano de arena más en el cambio de sesgo anti-israelí que se impuso internacionalmente en la década de los 70 a consecuencia de las presiones de los países árabes, cuyo mayor exponente entonces fue el súbito encarecimiento del petróleo.

Más allá del impacto de este cambio (que ya ha empezado a aplicarse), llama la atención el término mismo utilizado: en efecto, en español y otros idiomas de raíz latina, la palabra “patrón” alude tanto al significado de modelo o molde (el patrón oro, por ejemplo), como al ejercicio de la autoridad (el patrón de un barco). Y es que ambas definiciones están emparentadas y comparten una misma etimología (padre), que ejerce su influencia semántica incluso a campos como la religión, con el caso de los santos protectores de una localidad (también conocidos como patronos). Esta familiaridad se evidencia en el título de una famosa película italiana de los 70: “Padre padrone”.

En ciencias sociales se habla de patrones para definir el grado superior de unas conductas tras verificarse sesgos, modas y tendencias. Por ejemplo, la clase obrera industrial en determinados países muestra un patrón de voto a partidos de centro-izquierda, aunque pueden reaccionar a los cambios sociales mediante un realineamiento de sus preferencias colectivas. En el caso de la acción representativa nacional (las relaciones exteriores de un país), sin embargo, dicho patrón no suele ser una respuesta emocional y espontánea, sino acorde a nuevos intereses y oportunidades, por lo cual los realineamientos son menos frecuentes y recuerdan más el doble sentido etimológico, como en aquel refrán que consolida el principio de autoridad: “donde manda patrón, no manda marinero”. Sólo cuando la “pesca” (a nivel internacional, el precio y suministro del petróleo) pierde su aura de patronazgo y protección, las naciones son libres para rescatar los valores de democracia y justicia que defienden.

Lo paradójico es que los mismos que hasta ahora ejercieron su asfixiante influencia para ahogar a Israel en el concierto mundial, descubren asombrados que la cuerda en realidad se cerraba en torno a su propio cuello. Que ser patrón implica la vana tarea de imponer falsos moldes a presentes que fluyen y se escurren del puño que intenta sujetarlos.

 

 
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