Eli Cohen
Ahmadineyad ha declarado que, próximamente, va a anunciar nuevos logros en su programa nuclear. Mientras lo hacía, estaba cogido de la mano de Ismail Haniye, el líder de Hamas en Gaza. La tensión aumenta y la situación empeora. Las cábalas se multiplican.
Gracias a que la crisis nuclear con Irán se está dilatando desde 2002, se han escrito infinidad de análisis, informes, artículos y noticias sobre qué hacer con Irán y qué escenarios futuros pueden darse. Este post de Jordi Pérez Colomé es muy interesante y esclarecedor, sobre todo cuando muestra el pensamiento israelí al respecto:
El primer ministro, en cambio, creería según Barnea que “Ahmadinejad es Hitler y que si no se le para a tiempo, habrá otro Holocausto”. No son palabras vacías. En una base aérea en Israel, hay fotos de cazas israelíes sobre Auschwitz. El sentido es claro: si Israel hubiera existido, los campos de concentración no habrían existido.
Los israelíes no conciben el error estratégico ni la amenaza existencial. El Estado de Israel emprenderá las acciones necesarias para evitar otro genocidio: es una de sus razones de ser. Por ello, huelga decir que la ecuación “borrar a Israel del mapa”+bombas atómicas+financiación y armamento a Hezbolá y Hamas, es un peligro bastante considerable para la existencia de Israel.
Celebración masiva del aniversario de la Revolución Islámica en Teherán.
El mundo tiembla
El mundo enfrenta, actualmente, varios desafíos -no me refiero a los del milenio- y entre ellos está la crisis mundial que se puede desencadenar si Irán anuncia que ya ha conseguido fabricar bombas atómicas, o si se produce un ataque antes contra sus instalaciones nucleares. Y, sin querer recurrir a ningún tópico estilístico, los tambores de guerra suenan con más fuerza conforme el tiempo avanza. Sin embargo, si el ataque israelí o anglo-americano se produce, será mediante el factor sorpresa: no será anunciado hasta después de la primera intervención.
Irán ha probado dos misiles de largo alcance en el estrecho de Ormuz, días después de amenazar con cerrar dicho paso si algún país occidental -léase EE UU, Gran Bretaña, o Israel apoyado por estos- osaba atacar sus instalaciones nucleares. Es menester recordar que por el estrecho de Ormuz pasa entre el 45% y 50% del petróleo mundial. Occidente no dejaría a Irán bloquear Ormuz ni un sólo día: sería la guerra total. La Quinta Flota acabaría con la marina iraní en cuestión de horas.
En Israel, voces influyentes como el ex director del Mossad, Meir Dagan -que últimamente está opinando sobre temas muy candentes para la opinión pública israelí, lo que puede sugerir que Dagan está intentando hacer carrera política- o el ex jefe de Inteligencia del ejército, Shlomo Gazit, se han declarado abiertamente en contra de un ataque contra Irán. Incluso Bibi nunca ha llamado abiertamente al ataque, sino que se ha limitado a avisar del peligro que supone no reaccionar a tiempo y ha hecho las comparaciones pertinentes con 1938. En este artículo de Robin Sheperd en The Commentator, se sigue la misma línea contra el apaciguamiento que rememora los tiempos de Chamberlain y Daladier.
La guerra encubierta, por ahora, es la mejor opción
Se entiende entonces que de llegar a producirse el ataque, sería quirúrgico, como el que acabó con las ambiciones nucleares de Sadam Hussein en 1991 o con las de Siria en 2007. El problema es que Irán respondería y comenzaría una contienda. Pero nadie quiere esta guerra. EE UU y la UE están inmersos en una estrategia de sanciones que está teniendo efectos perniciosos para la economía persa, según el Ministerio de Petróleo iraní. Uno de los últimos logros de esta estrategia ha sido que Japón se haya comprometido a recortar sus importaciones de crudo a Irán. La UE ya lo ha hecho en bloque. Y parece que así va a continuar hasta que desista el régimen de los ayatolás en el desarrollo de energía nuclear con fines militares -toda la comunidad internacional ha aceptado, e incluso incentivado, a que desarrollen energía nuclear para uso civil. Y esa es la vía que parece estar siguiendo Israel: apoyo a las sanciones internacionales y guerra encubierta.
Es mejor una guerra encubierta que una guerra abierta. Sal Emergui disecciona aquí las suposiciones sobre la autoría del Mossad detrás de los asesinatos de científicos iraníes. Como bien escribe, tanto a Irán como a Israel les conviene que la comunidad internacional piense que es el Mossad el que está detrás de los sabotajes y asesinatos. Pero no olvidemos que hace poco Irán se hizo con un avión no tripulado de EE UU, con lo que la CIA también está inmersa en la guerra secreta, o puede existir una colaboración de ambas agencias. Los científicos implicados en el programa nuclear iraní que han muerto en el último año y medio no son fruto de la casualidad. Está muy claro que hay una guerra secreta para evitar la guerra total en Oriente Medio. El London Times afirma haber hablado con un espia israeli que opera en una base del Mossad en Azerbayán. Y en esta guerra secreta, sin haber confirmado cuál es la mano ejecutora, sí sabemos quiénes son los principales beneficiarios: Israel, EE UU y Arabia Saudí.
Sin embargo, un ataque podría hacer que la oposición se enrocara con el régimen y que la sociedad iraní se convenciera en su conjunto de que aquí que desarrollar bombas atómicas. Eso es lo que sugiere Lluís Bassets. Supondría una aceleración en el programa nuclear con fines militares y evitaría el desarrollo de una oposición democrática y el cambio de régimen. El ataque sigue siendo la medida más desesperada, la medida a tomar cuando ya no queda otra alternativa.
Al fin y al cabo, solo hay incertidumbre
Aunque los analistas nos rompamos la cabeza, nadie sabe lo que va a pasar. Es cierto que la confrontación está más cerca conforme el tiempo avanza, pero también es cierto que lo mejor que puede suceder, la opción menos mala, es que las sanciones y la guerra encubierta consigan frenar una guerra. La guerra sería lo peor para los dos países y para el mundo.
Javier Valenzuela recoge en su reportaje en El País, titulado Israel bien podría hacerlo, las conclusiones del periodista israelí Ronen Bergman en su ya famoso artículo publicado en The New York Times: Will Israel attack Iran? Tanto Valenzuela como Bergman concluyen que no saben qué va a pasar, pero de producirse un ataque ya sea israelí o americano, las consecuencias las sentiríamos en todo el mundo. La situación es muy preocupante.
En cambio, el antiguo rehén de la Embajada de EE UU de Irán y ex asesor en asuntos de Oriente Medio en el gobierno estadounidense, John Limbert, escribe en Foreign Policy que, irremediablemente hay que entablar unas negociaciones con Irán y aporta algunas pautas para ello.
Cada día que pasa el futuro se hace más incierto, y la realidad es que nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que va a ocurrir.
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