B’H
Luego de la muerte de Nadav y Avihu, Di-s advierte sobre la entrada “al lugar santo” sin autorización. Sólo el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) puede, una vez al año, en Iom Kipur, entrar al cuarto más interno del Santuario para ofrendar el santo incienso – ketoret a Di-s.
Otra de las características del Día de Expiación es el azar echado sobre dos carneros para determinar cuál debe ser ofrendado a Di-s y cuál debe ser despachado para cargar los pecados de Israel hacia el desierto.
La parashá Ajarei también advierte sobre ofrendar korbanot (ofrendas animales o vegetales) en cualquier otro lugar excepto el Santo Templo, prohíbe el consumo de sangre, y detalla las leyes de relaciones prohibidas, prohibiendo el incesto y cualquier otra relación sexual inapropiada.
La sección Kedoshím comienza con la frase “Serás santo, porque Yo, Di-s vuestro Señor, soy santo”; esto es seguido por docenas de Mitzvot (mandatos Divinos) a través de los cuales el judío se santifica a sí mismo y se relaciona con la santidad de Di-s.
Estos incluyen: la prohibición contra idolatría, la mitzvá de caridad, el principio de igualdad frente a la ley, Shabat, moralidad sexual, honestidad en los negocios, honor y temor a los padres, la importancia de la vida.
También en Kedoshím se encuentra la frase que el gran Rabí Akiva enseñó que se trata de un principio cardinal de la fe judía y sobre la cual Hilel dijo: “Esta es toda la Torá, el resto es comentario” – Ama a tu prójimo como a ti mismo.
¿QUE SIGNIFICA SER SANTO?
Al comienzo de nuestra parashá está escrito: “Serás santo, porque Yo, Di-s vuestro Señor, soy santo”.
Pero aquel que piensa que santidad es aislarse del mundo y llevar una vida de ascetismo, tratar de emular a los ángeles celestiales, y que esto lo acercará más a Di-s, se equivoca completamente.
Así como Di-s se involucra constantemente con Su creación, también nosotros debemos involucrarnos. Es por eso que la parashá, luego de ordenarnos ser santos, nos explica que para ello debemos cumplir las mitzvot, actos físicos en un mundo físico, y por sobre todas las cosas, aquellas mitzvot que se relacionan con nuestro prójimo: Tzedaká, igualdad frente a la ley, honestidad comercial, honrar a los padres y a los ancianos y, por sobre todas las cosas: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO.
Esa es la verdadera santidad, aquella emanada de nuestros actos, y es la que conduce al fin último de la Creación, construir en nuestro mundo una morada para Di-s.
¿Acaso Di-s quiere que disfrutemos?
Hay una cosa que aún no comprendo: ¿Acaso Di-s quiere que disfrutemos o no?
Observé las fuentes clásicas y el mensaje es mixto. Aquí transcribo parte de lo que encontré:
El mandato bíblico, “Serás santo” (Vaikrá 19:2), es entendido por los sabios del Talmud como un precepto para “santificarse a sí mismo a través de abstenerse aún de aquellas cosas permitidas” (Ievamot 20a); Najmánides hasta cuenta esto como uno de los 613 preceptos.
Por el otro lado, la Torá llama al Nazareno (una persona que promete abstenerse de beber vino) como un “pecador”. ¿Cuál es el pecado? El hecho de que renunció a uno de los placeres del mundo de Di-s. “¿Acaso aquello que la Torá te prohibió no te es suficiente?”, explica el Talmud, “que debes asumir más prohibiciones?” Si una persona es considerada “pecador” por abstenerse del vino, el Talmud deduce, imaginémonos lo que la Torá diría sobre el tipo de gente que está constantemente ayunando y mortificándose.
Por el otro lado, la Torá también llama al Nazareno “santo”, forzando a otro sabio Talmúdico a utilizar el mismo razonamiento que sus compañeros, pero a la inversa: si la Torá llama “santo” a una persona que se abstiene sólo de vino, imaginémonos las alabanzas que diría sobre aquel que se abstiene de todos los placeres del mundo… (ambas opiniones son citadas en Nedarím 10a).
¿Qué opinan de ésta?: Pirkei Avot, la Ética de Nuestros Padres 6:4 dice: “Este es el camino de la Torá: come pan con sal, bebe agua en poca medida, duerme sobre el piso y vive una vida sufrida”. Contrastemos esto con la declaración de Rav Najman, que un punto de halajá (ley judía) puede ser comprendido apropiadamente luego de degustar un jugoso desayuno (Bava Kama 72a), o la frase de Rabí Jizkiá: “Uno deberá responder [en el juicio celestial] por cada cosa que su ojo vio y no consumió” (Talmud Ierushalmi, Kidushín 4:12).
¿Entonces, cuál es la perspectiva correcta? ¿Acaso se trata de conquistar la propia inclinación animal, trascender lo mundano, revelando la supremacía del espíritu por sobre la materia? ¿O deberíamos hallar lo bueno y la virtud en cada parte del mundo de Di-s y en cada aspecto de la vida por Él dada?
Creo que puede haber una pista de la solución en la ley bíblica al respecto de promesas (Bamidbar 30), y la forma en que su significado profundo es entendido en las enseñanzas Jasídicas. La Torá habla de una mujer joven, en el borde de la madurez, que promete abstenerse de alguna indulgencia (por ejemplo, “!Prometo no comer chocolate esta semana!”), y del poder legal del padre de anular la promesa.
La idea es que hay circunstancias y etapas en la vida en las cuales aún estamos en nuestra “adolescencia espiritual”. En este estado las “promesas” son necesarias, porque una explotación completa de nuestro material natural supera lo que podemos manejar con seguridad. Pero en un estado más avanzado de madurez espiritual (representado por el “padre” en el recuento de la Torá) estas promesas son anuladas. Efectivamente, aún cuando la “hija” dentro nuestro está luchando contra nuestro ser físico, el “padre” dentro nuestro lo protege.
Ese el concepto. Cómo se aplica es otro asunto, como dije al comienzo, aún no lo resolví. (www.es.chabad.org)
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