Rafael L. Bardají
GEES
Publicado en La Gaceta, 20 de febrero de 2012
Teherán acaba de anunciar que está dispuesta a volver a sentarse a la mesa de negociación. No ha dejado claro sobre qué premisas y con qué alcance, pero los occidentales, sobre todo los europeos, han suspirado de alivio: con negociaciones enmarca, el escenario de una intervención militar se disipa. Y ya sabemos, Europa teme más a la guerra que a nada.
Aunque las sanciones estén haciendo mella en el régimen iraní, es altamente dudoso que a estas alturas, a pocos meses de contar con la capacidad de empezar a construir su primera bomba, los ayatolas se planteen seriamente otra cosa que no sea ganar tiempo. Irán ha sido una maestra del engaño diplomático y haríamos mal, muy mal, confiando ahora en su palabra.
Hassan Rowhani, quien dirigiera las negociaciones por parte de Irán entre 2003 y 2005, lo dijo claramente al finalizar su mandato: cuando empezamos a hablar con los europeos, Isfahan (la planta de conversión de uranio) no existía; cuando me marché estaba convirtiendo ya 37 toneladas en exafluoruro de Uranio para su enriquecimiento”.
Su sucesor, Ali Lariyani, tampoco actuó con mayor honestidad: mientras prometía continuamente la congelación del programa nuclear, Irán estaba instalando aceleradamente nuevas centrifugadoras y cambiando las antiguas por nuevos modelos más eficaces. Así en 2005 Irán tenia instaladas 656 centrifugadoras y hoy algo más de siete mil.
Teherán, por otra parte, nunca hizo público su programa. La planta de Natanz, donde se ha estado enriqueciendo el uranio, fue conocida gracias a un grupo disidente iraní quien dejó en evidencia al régimen en 2002; el mismo grupo que reveló también la existencia de una segunda instalación cerca de Qom, de la que nadie sabía nada.
La diplomacia iraní es la diplomacia del engaño. No caigamos otra vez en él.
Difusion: www.porisrael.org
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