En agosto de 2015, el Guía Supremo de Irán, Ali Khamenei publicó un libro de 416 páginas titulado “Palestina” en el cual hizo públicas sus intenciones de aniquilar al Estado de Israel. ¿Porqué? Khamenei explicitó claramente su objetivo. “El fin de Israel permitirá a Irán obtener la hegemonía en el Medio Oriente y acabar con la hegemonía occidental” El Ayatollah describe detalladamente cómo alcanzará sus fines.
Por supuesto, no habla de armas atómicas. En cambio, propone una interminable guerra terrorista dirigida contra la población civil israelí. El objetivo es hacerle la vida insoportable y lograr que quienes sobrevivan tomen sus bártulos y vuelvan a sus países de origen. Khamenei explica que no lo motiva en modo alguno el antisemitismo occidental sino “principios islámicos profundamente arraigados”. Asimismo hay otro “principio islámico fundamental” que según Khamenei debe prevalecer : que Israel se ha establecido en tierras que pertenecen a la comunidad musulmana y por ello deben quedar bajo la soberanía de la “Casa del Islam”. En consecuencia, es un deber islámico hacer que vuelva a pertenecer a quienes son sus legítimos dueños, ya que cada territorio conquistado para el Islam debe quedar en manos musulmanas para siempre.
Además, Israel es el aliado del “Gran Satán”, eufemismo iraní para nombrar a los Estados Unidos. A juicio de Khamenei ambos países conspiran para dominar territorios vitales para la comunidad del Islam. Este plan maléfico, por supuesto, debe ser frustrado. Por otra parte, Israel se ha convertido en un “país infiel hostil” ya que ha combatido en varias guerras contra ejércitos musulmanes. Otra justificación para propugnar la destrucción de Israel es que el país judío ocupa ni más ni menos que la tercera ciudad sagrada para el Islam. (El hecho de que sea la primera ciudad sagrada de los judíos y que lo haya sido muchos siglos antes de que el Islam existiera, por supuesto no cuenta para nada). Khamenei, que ostenta el título “honorífico” de “Porta-estandarte de la Guerra Santa para la liberación de Jerusalén”, afirma que uno de sus deseos más ardientes es llegar al día en que pueda rezar en Jerusalén.
De manera muy elegante, el Guía Supremo no habla de una guerra en la que el país judío será derrotado y la mayor parte de su población será exterminada. No, él proyecta una solución muy democrática al estilo islamista: un referéndum en el que participarán 8 millones de árabes palestinos y sus descendientes y sólo 2.2 millones de judíos israelíes, es decir solo los nacidos en la “tierra palestina” y nadie emigrado desde otro país. Hasta que ese referéndum se realice, Khamenei sugiere que las Naciones Unidas manejen el país. Más tarde, cuando el país sea dominado por los musulmanes, los judíos que lo deseen podrían quedarse en el país como ciudadanos de segunda clase.
Por otra parte, el Guía Supremo no oculta la conducta hostil de su país hacia Israel, pese a que no puede citar ningún conflicto real entre ambos países. Más aún, se enorgullece de que su país haya estado detrás de la Segunda Guerra del Líbano entre Hezbollah e Israel en el 2006 y asimismo contribuyó a que estallara la guerra de Hamas contra Israel en Gaza en el 2014.
En su libro, Khamenei niega la existencia del Holocausto que define como “un truco de la propaganda sionista”. Fundamenta esta afirmación categórica con una aclaración más bien vaga: “Si es que hubo algo así como el presunto Holocausto no sabemos cómo ni porqué sucedió”.
El destacado periodista iraní de trayectoria internacional, Amir Taheri, que analizó el libro de Khamenei en un artículo publicado por el “Gatestone Institute”, señaló que Khamenei ha tenido contacto con conocidos negadores del Holocausto europeos y apoyó al expresidente iraní Mahmud Ahmadinejad cuando éste organizó en Teherán una conferencia internacional de negación del Holocausto.
Taheri asimismo señala que el argumento de los territorios arrebatados al Islam es totalmente inconsistente, ya que Khamenei no reclama vastos territorios que pertenecieron a poblaciones musulmanas durante siglos y que hoy están en manos de Rusia y de China. En cambio, le irrita un territorio insignificante como el que ocupa Israel, cuya extensión es tan solo el 1% del territorio de Arabia Saudita.
Del mismo modo en que el antisemitismo fue un arma para justificar la expansión territorial del nazismo en Europa, el odio a Israel es para los clérigos de Irán el gran pretexto para la expansión imperialista de su régimen en el Medio Oriente. Pero este es un tema que inexplicablemente no aparece en la prensa mundial.
Del mismo modo, el mundo, que ya ha institucionalizado la condena del Holocausto nazi del pasado, aún no parece atreverse a condenar el proyecto iraní del genocidio del estado judío en el futuro.
Sin duda, desde el punto de vista de Irán, no podría haber una causa más contraria a sus intereses vitales que su enfrentamiento con el estado judío, porque precisamente Israel tiene la clave tecnológica y científica para solucionar el problema climático y económico más serio del estado persa : la falta de agua potable.
Parece demonio