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| domingo diciembre 22, 2024

BALAK 5778


Balak, el Rey de Moab, cita al profeta Bilam para maldecir al Pueblo de Israel. En el camino, Bilam es golpeado por su asno, que ve el ángel que Di-s envía para detenerlos antes que Bilam. Tres veces, desde tres diferentes lugares, Bilam intenta pronunciar sus maldiciones; en cambio, cada una de las veces, pronuncia bendiciones. Bilam también profetiza sobre el final de los días y la venida del Mashíaj.

El pueblo cae ante la seducción de las hijas de Moab y son persuadidos de idolatrar al ídolo moabita Peor. Cuando un oficial israelita de alto rango públicamente toma una princesa midianita y la lleva a su tienda, Pinjás los mata a los dos, deteniendo así la plaga que se esparcía entre la gente.

 

CUANDO LOS “BURROS” HABLAN

Se dice que cuando el movimiento “Iluminista” comenzó a cobrar fuerza en la Europa judía, muchos de sus voceros comenzaron a recorrer las pequeñas comunidades de Europa Oriental, tratando de convencer a sus dirigentes de las ventajas de una educación alejada totalmente de las fuentes de la Torá.

Uno de estos individuos llegó a un shtetl (pequeña aldea judía), reunió a los dirigentes, entre los que se hallaba el rabino, y comenzó a dar su discurso:

“No niego que en la Torá hay muchas enseñanzas morales y episodios que hacen a la historia de nuestro pueblo. Nosotros, en nuestras escuelas no nos oponemos al estudio de estas enseñanzas y episodios. Pero también sabemos distinguir entre la realidad y la fantasía. Muchos milagros tienen una explicación lógica, pero hay otros que son imposibles de creer. Tomemos por ejemplo la parashá Balak, ¿quién puede creer que un burro puede hablar?”

El rabino en ese momento se puso de pie y dijo: “No es tan difícil creer que un burro habla, ¿acaso en estos momentos no estamos escuchando a uno?”

A lo largo de nuestra historia fueron muchos los “burros” que han querido “demostrar” que la Torá sólo es un libro de historia o una compilación de leyes, rechazando todos aquellos elementos que ellos consideran “míticos”. Y estos individuos no se dan cuenta que la Torá, al ser de origen Divino, es una unidad inseparable, tanto con sus leyes, como las historias y, por supuesto, los milagros.

 

17 de Tamuz – Leyes y Costumbres

El ayuno del 17 de Tamuz, conocido como Shiva Asar beTamuz, da comienzo a las tres semanas de duelo por la destrucción de los dos templos de Jerusalem.

El ayuno nos recuerda 5 eventos trágicos que ocurrieron este día: 1) Moisés destruye las primeras tablas de la ley cuando ve a los israelitas adorando el becerro de oro; 2) Durante el sitio de la ciudad de Jerusalén los judíos se ven forzados a dejar de acercar el sacrificio diario por falta de ganado; 3) Apustmus quema una Torá; 4) Un ídolo fue colocado en el templo; 5) Los muros de Jerusalén fueron destruidos por los romanos, en el 69 d. E. C., después de un largo asedio. El Talmud de Jerusalén sostiene que también en esta fecha los babilonios demolieron los muros de Jerusalén en camino a destruir el Primer Templo.

 

Liderazgo y lealtad

Por Rabino Jonathan Sacks

 

¿El liderazgo es un conjunto de cualidades? ¿Es la habilidad de reunir poder y dar órdenes? ¿O tiene también una dimensión fundamentalmente moral? ¿Un mal hombre puede ser un buen líder, o su maldad se interpone en el camino de su liderazgo? Esa es la pregunta que surge con la figura clave de la parashá de esta semana, el profeta pagano Balaam.

Primero, a modo de introducción, tenemos evidencia autónoma de que Balaam realmente existió. Un descubrimiento arqueológico de 1967 en Deir’Alla, en la unión de los ríos Jordán y Iaboc, dejó descubierta una inscripción en la pared de un templo pagano que data del siglo dieciocho a.e.c. y hace referencia a un profeta llamado Balaam ben Beor, en términos notablemente similares a los de nuestra parashá. Balaam fue una figura bien conocida en la región. Sus habilidades eran sin duda impresionantes. Era un experto en religión, un hechicero muy buscado, mago, ilusionista y hacedor de milagros. Balak dice, sobre la base de la experiencia o de la reputación: “Yo sé que a quien tú bendices es bendecido, y a quien tú maldices es maldecido”. La bibliografía rabínica no lo cuestiona. Sobre la frase “Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moshé, a quien Hashem conocía cara a cara”, los sabios incluso llegaron a decir: “En Israel no había otro profeta tan grande como Moshé, pero entre los pueblos sí lo había. ¿Quién? Balaam”. Otra fuente midráshica dice que “no había nada en el mundo que el Santo, alabado sea, no le revelara a Balaam, quien superó incluso a Moshé en la sabiduría de la hechicería”. En el aspecto técnico, Balaam tenía las herramientas. Aun así, el veredicto definitivo sobre Balaam es negativo. En el capítulo 25 leemos sobre la irónica secuela del episodio de las maldiciones/bendiciones. Los israelitas, que habían sido salvados por Di-s de las potenciales maldiciones de Moab y Midián, sufrieron una tragedia auto infligida cuando se dejaron seducir por las mujeres de aquella tierra. La furia de Di-s ardió contra ellos. Varios capítulos más tarde (31:16) surgió que había sido Balaam quien había ideado esta estrategia: “Ellos fueron quienes siguieron el consejo de Balaam y fueron el medio para alejar a los israelitas de Hashem a partir de lo que pasó en Peor, y así una plaga atacó al pueblo de Hashem”. Si bien había fallado en maldecir a los israelitas, Balaam al final tuvo éxito porque logró causarles mucho daño. Entonces, la imagen que se desprende de las fuentes judías es la de un hombre con grandes dones, un profeta genuino, un hombre al que los sabios comparaban con el mismo Moshé; y a la vez una figura con un carácter defectuoso que finalmente lo llevó a su propia caída y a ganarse la reputación de malvado, uno de esos que a los que, según menciona la Mishná, se les negó una parte en el mundo por venir.

¿Cuál era su falla? Hay muchas especulaciones, pero el Talmud sugiere que la respuesta se infiere de su propio nombre. ¿Qué significa Balaam? El Talmud responde: significa “hombre sin pueblo” (belo am).

Esta es una buena perspectiva. Balaam es un hombre sin lealtades. Balak mandó a buscarlo y le dijo: “Ahora ven y maldice a este pueblo, porque son demasiado poderosos para mí… Porque yo sé que a quien tú bendices es bendecido, y a quien tú maldices es maldecido”. Balaam era un profeta por encargo. Tenía poderes sobrenaturales. Podía bendecir a alguien y esa persona tendría éxito. Podía maldecirla, y la mala fortuna la arruinaría. Pero no hay indicios en ninguno de los informes, bíblicos ni de ningún otro tipo, de que Balaam fuera un profeta en el sentido moral: de que le importara la justicia, el abandono, lo bueno y lo malo de aquellos cuyas vidas afectaba. Como los sicarios de épocas más tardías, Balaam actuaba solo. Sus servicios podían comprarse. Tenía habilidades y las usaba para lograr efectos devastadores. Pero no tenía compromisos, ni lealtades ni arraigo alguno con la humanidad. Era el hombre belo am, el hombre sin pueblo.

Moshé era todo lo contrario. El mismo Di-s dice sobre él: “en toda mi casa él es fiel”. Sin importar cuán decepcionado estaba de los israelitas, nunca dejó de defender su causa ante Di-s. Cuando la primera intervención que hizo en nombre de ellos ante el Faraón empeoró su condición, le dijo a Di-s: “Oh, Hashem, ¿por qué has hecho mal a este pueblo? ¿Por qué me enviaste?” Cuando los israelitas hicieron el becerro de oro y Di-s amenazó con destruir al pueblo y comenzar de nuevo con Moshé, él dijo: “Pero ahora, si es tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito”. Cuando el pueblo, desmoralizado con el informe de los espías, quiso regresar a Egipto y la furia de Di-s se lanzó contra ellos, él dijo: “Perdona, te ruego, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu misericordia, así como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí”. Cuando Di-s amenazó con castigarlos luego de la rebelión de Kóraj, Moshé rezó: “cuando un hombre peque, ¿te enojarás con toda la congregación?”. Incluso cuando su propia hermana, Miriam, habló mal de él y fue castigada con la lepra, Moshé le rezó a Di-s en su nombre: “Oh Di-s, sánala ahora, te lo ruego”. Moshé nunca dejó de rezar por su pueblo, sin importar cuánto hubiera pecado, cuán audaz fuera el rezo, cuánto pusiera en juego su propia relación con Di-s. Sabía cuáles eran sus faltas y aun así permanecía leal a ellos. La palabra hebrea emuná se suele traducir como “fe”, y eso es lo que empezó a significar en la Edad Media. Pero en el hebreo bíblico se traduce como “fidelidad, confiabilidad, lealtad”. Significa no alejarse del otro, incluso en malos momentos. Ese pacto es una virtud clave.

Hay personas con grandes dones, intelectuales e incluso a veces espirituales, que sin embargo no logran alcanzar lo que deberían. Carecen de las cualidades morales básicas de integridad, honestidad, humildad y, por sobre todo, lealtad. En lo que hacen, son brillantes. Pero a menudo hacen cosas malas. Conscientes de sus dotes poco usuales, tienden a desestimar a los otros. Dan lugar al orgullo, a la arrogancia y a la creencia de que de alguna manera pueden cometer terribles crímenes y salirse con la suya. Balaam es un ejemplo clásico, y el hecho de que planeara conducir a los israelitas a pecar incluso después de saber que Di-s estaba de su lado muestra cómo el más grande puede a veces caer y convertirse en el peor de los peores.

Aquellos que son leales a otros encuentran que los otros les son leales a ellos. Aquellos que no son leales terminan por volverse desconfiados y pierden cualquier tipo de autoridad que puedan haber tenido. El liderazgo sin lealtad no es liderazgo. Las herramientas no pueden sustituir por su cuenta a las cualidades morales que hacen que la gente siga a los que las demuestran. Seguimos a aquellos en los que confiamos, porque han actuado para ganarse nuestra confianza. Eso fue lo que hizo de Moshé el gran líder que Balaam podría haber sido pero nunca fue. Siempre sé leal al pueblo que lideras. (www.es.chabad.org)

 

 
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