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| lunes diciembre 23, 2024

El radicalismo escandaloso de Jeremy Corbyn


Jeremy Corbyn es el líder del Partido Laborista en Gran Bretaña, un partido tradicional y centrado. Pero a la luz de sus dichos, acciones y asociaciones de los últimos años, fácilmente podría ser confundido con el guía político de una facción extremista marginal. Invitado frecuente en Press TV de Irán y Al-Jazeera de Catar, Corbyn tiene además un extenso prontuario de vinculaciones con fanáticos conocidos.

El activista libanés Dyab Jahjah, quien en 2004 afirmó que “todo soldado americano, británico y holandés muerto es una victoria” fue invitado por Corbyn, cinco años más tarde, al Parlamento británico. En 2012, Corbyn convocó también al Parlamento al jeque radical Raed Salah, del Movimiento Islámico de Israel y un teórico conspirativo del 9/11. En 2015 iba a compartir mesa con el caricaturista antisemita brasileño Carlos Latuff y sólo cuando la prensa lo denunció, Corbyn tomó distancia. El notorio negador del Holocausto, Paul Eisen, confesó: “Durante la época en que yo me sentí marginado y aislado Jeremy siempre me saludó”.

Corbyn también invitó al Parlamento a representantes de movimientos jihadistas, como el palestino Hamas y el libanés Hezbolá. “Será mi honor llevar a cabo un evento en el Parlamento donde nuestros amigos del Hezbollah hablarán”, dijo en 2009. “También he invitado a nuestros amigos de Hamas a que vengan a hablar, a su vez”, agregó. Últimamente han estado surgiendo en la prensa británica videos y fotografías que han dejado al descubierto hasta qué niveles ha llegado su radicalismo político.

Durante una visita a Túnez en 2014, Corbyn rindió tributo ante las tumbas de Salah Khalaf, Hayel Abdel-Hamid, Fakhri al-Omari y Atef Bseiso. Tres de ellos fueron miembros de Septiembre Negro, el grupo responsable de la matanza de once atletas israelíes en las OlimpÍadas de Múnich en 1972. En 2012 en Doha, compartió un panel con Khaled Mashaal, quien en ese momento era el jefe político de Hamas, y con Husam Badran, el antiguo jefe del ala militar del grupo que había supervisado una serie de atentados que provocaron la muerte a decenas de civiles israelíes, incluidos los atentados de 2001 en una pizzería en Jerusalén y una discoteca en Tel Aviv. Los acompañaba Abdul Aziz Umar, quien en 2013 hizo estallar una bomba en un café en Israel.

Corbyn criticó a la BBC por no cuestionar el derecho de Israel a existir. También se negó a que su partido adoptara la definición universal de antisemitismo (la de la Alianza Internacional de Conmemoración del Holocausto, adoptada por 31 países, Gran Bretaña incluida), que contempla al anti-sionismo como una expresión moderna de anti-judaísmo. Corbyn habló en la boda de Husam Zomlot, un funcionario de la OLP que afirmó que Israel había «inventado» el Holocausto. En otra ocasión, Corbyn aceptó un viaje gratis para encontrarse con el presidente sirio, Bashar al-Assad, pagado por un grupo palestino que culpa a los judíos por su genocidio durante la Segunda Guerra Mundial.

En 2013 Corbyn declaró ante los asistentes a una conferencia en Londres que “los sionistas… claramente tienen dos problemas. Uno es que no quieren estudiar historia, y en segundo lugar, habiendo vivido en este país durante mucho tiempo, probablemente durante toda su vida, tampoco entienden la ironía inglesa”. Al año siguiente, al arengar a una aglomeración cerca de la embajada israelí en la capital inglesa, Corbyn acusó a Israel de cometer un “ataque genocida” contra el pueblo palestino. Detrás suyo, un manifestante sostenía una bandera de Hamas.

Sus posiciones políticas deberían causar inquietud no sólo a los judíos británicos, a los diplomáticos israelíes y a sus colegas sensatos en el Partido Laborista, sino a toda la sociedad inglesa y europea. Que el líder del principal partido de la oposición en Inglaterra se codee alegremente con negadores del Holocausto, terroristas del Medio Oriente y antisemitas, es un peligro político y una alarma moral para un continente ya profundamente sacudido por diversos extremismos.  

***Escritor y analista político internacional. Su libro más reciente es “La carta escondida: historia de una familia árabe-judía” publicado por Linardi y Risso en Uruguay.

 

 
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