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| sábado noviembre 23, 2024

La fractura de Francia


El presidente de EEUU, Donald Trump, y el presidente francés, Emmanuel Macron, tuvieron un enfrentamiento público diplomático sólo días antes de que Trump visitara Francia este mes. La discusión empezó cuando, en una entrevista radiofónica, Macron dijo que Europa necesita un ejército para protegerse de EEUU. «Tenemos que protegernos respecto a China, Rusia e incluso los Estados Unidos de América», dijo Macron.

¿Proteger a Francia de Estados Unidos? En un discurso el 11 de noviembre que conmemoraba la primera guerra mundial, Macron, dando la bienvenida diplomática a su invitado, atacó el «nacionalismo». El presidente Trump se autodefinió con orgullo como «nacionalista» menos de tres semanas antes.

Macron, al parecer, estaba utilizando el armisticio firmado en 1918 para olvidar lo que está pasando en Francia en 2018.

Gérard Collomb, ministro del Interior de Francia hasta el mes pasado y actualmente alcalde de Lyon, es aparentemente pesimista respecto a la situación de su país, según las declaraciones recogidas por Valeurs Actuelles. «La gente no quiere vivir junta», se lamentó Collomb, que prosiguió diciendo que la responsabilidad por la seguridad durante la reciente ola migratoria ha sido «inmensa». Collomb también advirtió de que hay «muy poco tiempo» para mejorar la situación. «Es difícil calcularlo, pero diría que en cinco años la situación podría volverse irreversible. Sí, tenemos cinco o seis años para evitar lo peor», añadió.

Y lo peor será una «secesión», o como Gilles Kepel, el especialista francés sobre el islam, lo llamó: «La fracture«.

Macron, sin embargo, no parece particularmente receptivo a la advertencia de Collomb. Se reportó que un hombre, que gritaba «Alá Akbar»apuñaló a un policía esta semana en Bruselas, durante una visita de Estado de Macron a la capital belga, la primera de un presidente francés desde que Mitterrand la visitara en los ochenta. Macron también fue al distrito de Molenbeek en Bruselas, al que definiócomo un territorio marcado por la imagen del drama terrorista y también como un lugar de iniciativas, de compartir y de integración». ¿Compartir e integración?

Ocho personas fueron arrestadas en marzo de 2018 en una redada antiterrorista en Molenbeek. Un informe confidencial reveló el año pasado que la policía, en ese mismo distrito de Bruselas, destapó 51 organizaciones sospechosas de tener lazos con el terrorismo yihadista. Muchos de los sospechosos involucrados en los atentados de París y Bruselas vivieron en u operaron desde Molenbeek. Como escribió Julia Lynch en The Washington Post en relación con Molenbeek:

En el vecindario, una de las 19 «comunas» del área metropolitana de Bruselas, residieron uno de los terroristas de los atentados en los trenes de cercanías de Madrid en 2004 y los franceses que dispararon y mataron a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas en agosto de 2014. El terrorista marroquí del tren Thalys Bruselas-París en agosto de 2015 se había alojado allí con su hermana.

Si hay un lugar donde la explicación de Collomb sobre la «secesión» no es sólo una advertencia, sino ya una realidad, ese lugar es Molenbeek. Roger Cohen, en The New York Times, lo llamó «el Estado islámico de Molenbeek». Y esos distritos no son un fenómeno belga. «Hoy, sabemos que hay cien distritos en Francia que tienen posibles similitudes con lo que pasó en Molenbeek», dijo el entonces ministro de Juventud y Deporte de Francia, Patrick Kanner, en 2016. Uno está en la localidad de Trappes, famoso no sólo por la estrella del fútbol internacional Nicolas Anelka, también por el número de yihadistas que fueron desde allí a luchar en Siria o Irak.

En Francia se han frustrado seis planes de atentados terroristas este año, reveló el secretario de Estado del ministro del Interior, Laurent Nunez. «Desde noviembre de 2013, se frustraron 55 planes de atentados terroristas gracias a la acción de los servicios de inteligencia, incluidos 6 este año», dijo Nunez.

En los últimos meses, el actual escenario francés no ha sido dominado por grandes ataques terroristas, sino por una lluvia diaria de intimidación. Un sexagenario francés iba paseando por una calle de Paris con regalos de Navidad la semana pasada, cuando un desconocido le hizo saltar las gafas de un puñetazo antes de darle una bofetada. «Eso es lo que les hacemos a los infieles», dijo el agresor al hombre. Unos días antes, un ciudadano judío francés también fue atacado por la calle por tres hombres.

En el frente ideológico, «Macron está siguiendo los pasos de los presidentes que han intentado, sin éxito, establecer un «islam de Francia», informó Politico. Según The Wall Street Journal:

Ahora el Gobierno del presidente francés Emmanuel Macron está considerando darles a los padres una alternativa secular al entrelazamiento entre el árabe y el islam espoleando a las escuelas públicas francesas para que ofrezcan a los niños de hasta sólo seis años lecciones de árabe.

Robert Ménard, el alcalde de la ciudad sureña de Béziers, declaró que «la enseñanza del árabe creará más guetos». Las autoridades francesas parecen ignorar que la inmensa mayoría de terroristas de Francia han sido ciudadanos franceses, que hablaban un perfecto francés y que, a diferencia de sus padres, nacieron en Francia. Estaban perfectamente «integrados». Lo rechazaron.

La confirmación de la ola islamista se produjo el pasado mes de septiembre en un impactante informe del Institut Montaigne, titulado: «La fábrica islamista». El informe detalla el nivel extremo de radicalización de la sociedad francesa musulmana. Según su director, Hakim El Karui, los musulmanes extremistas de Francia están «creando una sociedad alternativa, paralela, separada. Con un concepto clave: halal». Macron no ha hecho prácticamente nada para frenar esta expansión.

«Se cerraron dos o tres mezquitas salafistas en 18 meses, [pero] no se prohibió la financiación extranjera de las mezquitas», dijo hace poco la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. El objetivo de la financiación extranjera ha sido detallado por el expresidente del Partido Demócrata Cristiano, Jean-Frédéric Poisson, en su nuevo libro, L’Islam à la conquête de l’Occident. La expansión del islam en Occidente es parte de un plan estratégico desarrollado por los 57 estados que forman [la Organización de] Cooperación Islámica –una especie de Naciones Unidas musulmanas– que teorizaba sobre la propagación de la ley de la sharia en Europa», dijo Poisson en una entrevista este mes. «Declaraban abiertamente la ambición de instalar una ‘civilización sustituta’ en Occidente».

Sin embargo, va más allá del nivel cultural. Philippe de Villiers, político y ensayista próximo a Macron, recordó hace poco una expresión acuñada por su hermano, el general Pierre de Villiers, exjefe del ejército francés. El general De Villiers había advertido a Macron de una posible implosión en los volátiles suburbios parisinos: «los lados más oscuros de la Ciudad de la Luz». Según Philippe de Villiers, su hermano le había dicho a Macron: «Si se rebelan los suburbios, no seremos capaces de lidiar con ello, no podemos permitirnos hacer frente, no tenemos suficientes hombres».

Dos periodistas del diario Le Monde, Gérard Davet y Fabrice Lhomme, publicaron hace poco un libro titulado Inch’ allah: l’islamisation à visage découvert (Si Alá quiere: la cara expuesta de la islamización»), una investigación sobre la «islamización» del gran suburbio parisino de Seine-Saint-Denis. Allí, y en muchos otros suburbios, el antisemitismo está aumentando. Según el primer ministro francés, Eduard Philippe, los «actos» antijudíos registrados crecieron un 69% en los primeros meses de 2018. Francis Kalifat, presidente del organismo oficial que representa a las comunidades judías francesas, ha dicho que el antisemitismo es «un cáncer».

En un reportaje este verano desde París, The New York Times detalló el éxodo judío de los suburbios multiculturales: «Más de 50.000 se han ido a Israel desde 2000, en comparación con los 25.000 judíos franceses que se marcharon entre 1982 y 2000». También hay un éxodo interno:

En Aulnay-sous-Bois, el número de familias judías cayó hasta las 100 en 2015 desde las 600 en 2000; en Le Blanc-Mesnil, a las 100 familias desde las 300; en Clichy-sous-Bois hay ahora 80 familias judías, desde las 400; y en La Courneuve hay 80 familias, desde las 300.

«Podríamos estar viviendo el fin de una civilización: la nuestra», dice Philippe de Villiers, político francés y novelista.

Hay dos puntos en común entre la decadencia del Imperio romano y nuestra propia decadencia. La nobleza senatorial romana, que piensa sólo en añadir una capa de pórfido a sus bañeras, ya no considera las limes, la frontera de Europa, como una urgencia de seguridad.

Parece que Macron ha estado ocupado en añadir una capa de pórfido a la «grandeza» de Francia.

El año pasado, Macron se presentó a sí mismo como el candidato que «rompía con el sistema». En cinco años, su mandato presidencial habrá terminado. Según su antiguo ministro del Interior, Gérard Collomb, estos serán los últimos años antes de que la verdadera «ruptura» con el sistema se vuelva irreversible. No sólo para Francia, también para Europa.

 

 

 

Traducción del texto original: The Fracturing of France
Traducido por El Medio

 

 
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