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Reporte de Medio Oriente. 21 de diciembre de 2018


La decisión de Estados Unidos de retirar sus tropas de Siria y la renuncia del secretario de Defensa, James Mattis, plantean un nuevo panorama en la región. Israelíes, kurdos, pero también otros aliados, como Arabia Saudita, ven cómo la Casa Blanca reduce casi hasta anular su capacidad de influir en la región y en la lucha contra la expansión de Irán.

Estados Unidos tiene hoy en día entre 3.000 a 4.000 soldados en Siria, la mayoría de ellos pertenecientes a unidades de élite. Están concentrados en dos áreas:  el noreste del país, en el enclave kurdo, y el sudeste, en la zona de Al Tanf, no muy lejos de la frontera con Jordania e Israel.

La principal función que estas fuerzas tuvieron, especialmente durante el último año, fue ayudar a las milicias kurdas y a lo que queda del Ejército Sirio Libre en la lucha contra la organización Estado Islámico. Al mismo tiempo, esta ayuda reforzó el enclave kurdo y provocó la ira de Turquía.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, considera a las milicias kurdas conocidas como Unidades de Protección Popular (YPG por sus siglas en kurdo), como una extensión del Partido de los Trabajadores, al que cataloga como organización terrorista y contra el cual el Ejército turco combate.

Turquía anunció hace una semana que está a punto de comenzar un amplio operativo en Siria contra las milicias kurdas y Erdogan se lo hizo saber esta semana al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Incluso le advirtió que la presencia de las tropas norteamericanas podría generar un enfrentamiento con su ejército.

Mientras Erdogan trataba de persuadir a Trump de retirar sus tropas, desde Israel intentaban exactamente lo contrario. Tanto el primer ministro y ministro de Defensa, Binyamin Netanyahu, como el anterior ministro en el cargo, Avigdor Liberman, y el comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, Gadi Aizenkot, dialogaron con sus pares para intentar convencerlos de que la presencia norteamericana en Siria es indispensable, y no sólo para preservar los intereses de Estados Unidos en Medio Oriente, sino también – y en primer lugar – los de Israel.

norteamericanos en Siria

Israel y el zigzag de Donald Trump

Israel desea que Estados Unidos permanezca en Siria para compensar la influencia rusa y constituir un freno a las aspiraciones iraníes de expansión, junto a sus planes de desplegar misiles y milicias chiitas en la frontera con Israel.

Para el ex titular del Consejo de Seguridad Nacional, general de reserva Giora Eiland, la renuncia del secretario de Defensa James Mattis, implica que Israel se ha quedado sin interlocutores en el nivel profesional de toma de decisiones, y sólo tiene diálogo con el propio presidente Donald Trump. “Es la primera vez en la historia – al menos que yo recuerde – que Israel no tiene con quién hablar en la Casa Blanca, más allá del propio presidente”, aseguró Eiland en declaraciones a Radio Nacional de Israel. “Normalmente, estos temas se tratan entre los profesionales del área de Defensa de los dos países, en conversaciones discretas, pero el estilo del presidente Trump hace que hoy en día eso no sea posible”.

En cuanto a la retirada, Eiland estimó que “no afectará la libertad de movimientos de la Fuerza Aérea Israelí en Siria, como hemos visto en los últimos años, porque – lamentablemente – el vínculo con Rusia es más fuerte en este aspecto”.

“En el momento en que Estados Unidos declara abiertamente que Medio Oriente no le interesa, que Siria no le interesa, reduce en forma drástica su posibilidad de influir en el futuro de Siria. En este sentido, sin lugar a dudas, la seguridad de Israel se ve comprometida”.

YPGTurkey

Un golpe a todos los aliados

Esta decisión norteamericana es un golpe mortal también para los kurdos, que nuevamente se sienten traicionados. Ellos encabezaron la mayor parte de la lucha contra ISIS en el último año – con ayuda de ataques aéreos de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos – y derramaron la sangre de sus jóvenes combatientes, para volver a encontrarse ahora solos, frente a Turquía y el régimen de Bashar al Assad.

La decisión de Trump es también un claro mensaje a sus otros aliados, más allá de Israel: Arabia Saudita, Jordania y Emiratos Árabes Unidos, Egipto, entre otros. Por si alguien aún no lo tenía claro, la capacidad de Donald Trump de zigzaguear en sus decisiones de política exterior se ha vuelto ahora transparente, indudable. Parece difícil que los líderes de esos países puedan confiar a partir de ahora en la palabra del presidente norteamericano y en que él los defenderá cuando sea necesario.

La retirada norteamericana de Siria es, por sobre todas las cosas, un triunfo para Irán y su decisión de instalarse en territorio sirio y libanés y para Rusia. Ambos ocuparán rápidamente el espacio que dejen los norteamericanos, especialmente Rusia.

Trump dijo hace tan sólo unos días que permanecería en Siria para preservar los intereses de Israel. En las últimas horas cambió drásticamente su postura y esos intereses pasaron a segundo (último) plano, ante sus necesidades en el frente interno y su anuncio de que “nuestros chicos, nuestras jóvenes mujeres, los héroes de Estados Unidos regresan a casa”.

La Guardia Revolucionaria, las milicias chiitas y los planes de Irán en Siria, Líbano y la región siguen allí, intactos. Ningún cambio repentino ni proceso lento que se esté dando en el terreno pueden explicar el cambio de rumbo de Trump. Lo que queda claro ahora es que la aspiración de Israel de alejar a Irán de sus fronteras y neutralizar su amenaza parece hoy más difícil que nunca.

 
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