Dudi Goldman
De YNetNews
Después de que en Rumania los médicos se dieran por vencidos y declararan que no había posibilidad de salvar la vida a una niña local de siete años se aconsejó a su madre que fuera a Israel para tratar la rara falla genética que sufría la niña, que impedía a su organismo producir células sanguíneas.
Su decisión fue acertada y salvó la vida de la niña.
La madre de la niña enferma, sólo identificada para la prensa como B, vive con su familia en una pequeña aldea rumana. Después de su segundo matrimonio dio a luz un niño afectado del mismo síndrome, quien murió a los siete años. Al verse que no había posibilidad de salvar la vida de B en Rumania la familia decidió enviarla al Departamento de Trasplante de Médula Ósea del Hospital Hadassah Ein Kerem, de Jerusalem.
Durante largos meses la niña durmió en aislamiento, dentro de una burbuja, en un intento de impedir infecciones por virus y gérmenes, que existen en todos los hospitales. “Su condición empeoró, por lo que decidimos efectuarle un trasplante de médula ósea”, dijo el Prof. Reuven Or, Director del Departamento. “Encontraron un donante, se realizó el trasplante, pero, desafortunadamente, la niña continuó empeorando. Un segundo trasplante también fracasó, y los médicos comenzaron a perder la esperanza de salvarla.”
Inventor: “Después de todo, yo tenía razón”
Pero a último momento el Prof. Or recordó haber leído acerca de un procedimiento revolucionario desarrollado por Pluristem Therapeutics, de Haifa, que logró inyectar directamente a un músculo células madre tomadas de un feto.
“El problema era que aún no habían experimentado su método en personas, y sólo existían informes de éxito en animales, dijo el Prof. Or. “Dado que el organismo de la niña rechazaba todo tratamiento posible, y de que no había otras posibilidades de salvarla, decidimos, como último paso, dirigirnos a Pluristem, y fueron ellos quienes al final le salvaron la vida”.
Recientemente B fue dada de alta, y luego de una semana de observación en Israel volverá son su madre a la aldea de Rumania en la que vive. Na de las tantísimas personas que hoy celebran el éxito está, por supuesto, Zami Aberman, padre de tres hijos y abuelo de tres nietos.
“Sólo soy un ingeniero mecánico que tiende a pensar fuera del paradigma científico dominante”, dijo. “Al principio se reían de mi; pero mire el resultado. Después de todo, yo tenía razón”.
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