Ana Jerozolimski
Semanario hebreo Uruguay
Israel celebró hace pocas semanas el 64º aniversario de su independencia, de acuerdo al calendario hebreo, como todos los años. Pero el 15 de mayo, fecha original de la declaratoria de independencia, fue señalado-también como todos los años- esta semana, por los árabes, bajo otro título: “nakba”.
El “día de la Nakba” no es por cierto una fiesta sino una fecha de duelo, ira y protesta por parte de los árabes en general y los palestinos en particular. Significa “catástrofe”. A ojos árabes, ese es el significado de la creación del Estado de Israel. El nacimiento del Estado judío es visto por ellos, como su tragedia nacional y cultural.
Hablan de despojo, destierro y expulsión.
“Mayo es el mes más cruel, a pesar de la promesa de la primavera”, escribió la parlamentaria palestina Hanan Ashrawi. “Trae consigo las amargas memorias de la pérdida continua y de la injusticia para con una nación, mi nación. Cada año, los palestinos señalan Al-Nakba, o la Catástrofe de 1948, para recordar cómo una sociedad vibrante fue física y políticamente arrasada por la violencia y la expulsión forzada”.
No nos alegra ni por un instante el dolor de otro pueblo, su percepción de su situación como trágica y su sensación de que sufrió una pérdida histórica terrible. Pero tampoco nos alegra ver cómo se tergiversa la historia..y qué poca memoria, qué poca introspección logran hacer los líderes árabes respecto a su propia historia, la historia que forjaron ellos mismos, al menos aquellos que estaban en posiciones claves en aquellos tiempos, cuando se creó el Estado de Israel.
Lo que la Dra. Ashrawi omite decir es que la violencia, propia de todas las guerras, fue producto de una guerra impuesta por los árabes al entonces naciente Estado de Israel. No aclara que para ella, al hablar de la catástrofe “de 1948” como “injusticia”, claro está que el problema no es tal o cual territorio, sino la creación misma de Israel. Y la citamos a ella porque traemos a colación su artículo, no porque la suya sea la única voz que habla en estos términos. En absoluto.
“No fue un desastre natural”, escribió. “No tenemos duda alguna de que fue un plan detallado de destrucción sistemática llevado a cabo con eficiencia paralizante”.
Claro que no fue un desastre natural. Fue un desastre organizado por la mano del hombre, por todos aquellos líderes árabes dentro de la Palestina histórica (la tierra de Israel) y en los países árabes que la rodean, que se opusieron terminante y categóricamente a la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas que recomendaba dividir la tierra en “un Estado judío y un Estado árabe”.
“Los sionistas aceptaron porque sabían que los árabes dirían que no”, alegan hasta ahora no pocas figuras árabes. Sería para reir, si no fuera motivo de preocupación. O sea…los árabes todos, absolutamente todos, se opusieron a la partición y ahora quieren alegar que el “SI” de los judíos no debería ser tomado como tal porque según ellos, fue una maniobra política “para quedar bien” ya que igual sabían que los árabes arruinarían la fiesta…
Es indudable que en el seno del liderazgo sionista de entonces-encabezado por David Ben Gurion y Jaim Weitzman- había quienes tenían dudas respecto a la recomendación de Partición aprobada el 29 de noviembre de 1947. No era para menos. Jerusalem quedaba fuera. También Judea y Samaria, cuna del pueblo judío. A nadie entusiasmaba tampoco que, de acuerdo a las fronteras sugeridas por la resolución, una importante minoría árabe se hallara dentro del territorio del futuro Estado judío. Eran vistos como una quinta columna peligrosa.
Pero más allá de las dudas, la respuesta oficial y formal fue clarísima: SI. Los judíos, los sionistas, dijeron “Si” a la partición. Los árabes, dieron un rotundo “NO” de respuesta.
El único “plan sistemático de destrucción” que existió, fue el ideado por los árabes. Quizás no tan sistemático y sí desordenado, como todo su manejo de la guerra, lo cual hizo posible finalmente la victoria de Israel a pesar de su inferioridad numérica y armamentista. Pero que las intenciones y la determinación del lado árabe estaban dirigidos a la destrucción, está clarísimo.
Los árabes plantearon la “liberación de Palestina” como una guerra santa, como una guerra religiosa en la que todo musulmán debía participar. El historiador Benny Morris, que hizo una exhaustiva investigación de diversos aspectos de la guerra, escribió en su libro”1948” que la mayoría del mundo árabe veía en esta guerra, una forma de Jihad.
Cuenta que en 1948 un jurista musulmán hasta escribió que los musulmanes deben renunciar a la peregrinación a La Meca y destinar el dinero a “la guerra santa en Palestina”. Hasta el Rey Abdallah de Transjordania, considerado el más moderado de los líderes de la coalición árabe, habló repetidamente en los meses previos al 15 de mayo de 1948, de la “salvación de los lugares sagrados”.
El furor hostil contagió a los árabes cristianos como si la “jihad” fuera suya. Morris cuenta en su libro sobre una entrevista que concedió Matiel Murnem, cristiana nacida en Líbano, directora de la “Organización de Mujeres de Palestina”, asociada al Comité Arabe Supremo: “La decisión de las Naciones Unidas unió a todos los árabes de un modo sin precedentes..ni siquiera contra los Cruzados estuvieron tan unidos..Desde que se proclamó la guerra santa, no tiene (el Estado judío)ninguna probabilidad de sobrevivir. El final será que todos los judíos serán masacrados”.
Ese era el plan…el único plan de destrucción que existía.
El liderazgo sionista no tenía un plan de destrucción. Eso no significa ni que no hubo muertos inocentes ni que no hubo expulsiones de aldeas conquistadas. Pero sí significa que todo fue producto de una guerra en la que los árabes prometían exterminio…y en la que los judíos fueron obligados a salir a luchar.
Quien fue Canciller de Israel y una de sus figuras más respetadas, Moshe Sharet, declaró en una sesión del gabinete israelí el 9 de febrero de 1949, mirando hacia el pasado inmediato: “Hay quienes dicen que arrancamos árabes de sus hogares, pero ni ellos negarán que la raíz del problema se halla en la guerra: de no ser por la guerra, los árabes no se habrían levantado un día y dejado sus aldeas y nosotros no los habríamos expulsado. Si los árabes hubieran aceptado desde un principio la resolución del 29 de noviembre, se habría creado un Estado de Israel totalmente diferente del que existe hoy…se habría creado un Estado de Israel con una gran minoría árabe que dejaría su impronta en el Estado, sus formas de gobierno y su vida económica, constituyendo parte orgánica del Estado”.
Esa minoría continúa existiendo y constituye hoy el 20% de la ciudadanía israelí. Tiene diez diputados en la Kneset que hablan contra el gobierno como nadie lo puede hacer-no, ahora tampoco-en el mundo árabe. Tiene representantes hasta en el Supremo Tribunal de Justicia .Y aunque hay todavía mucho por hacer respecto a una plena igualdad, las cuentas al respecto no los tiene que hacer sólo el Estado de Israel sino también los propios árabes.
Sea como sea, el mencionado historiador citado, también recalca que la mayor parte de los refugiados que como producto de la guerra abandonaron sus hogares , abandonaron por su iniciativa, sea por temor a ataques de fuerzas judías o seguros de que podrían volver poco después amparados en una eventual victoria árabe sobre el Estado judío que esperaban destruir. Ese fue el grueso de la partida.
El problema central de la conmemoración hoy de la “Nakba”, es que no se trata sólo de tergiversación de la historia, o su presentación en forma parcial, sino de un mensaje que complica sobremanera-o hace imposible, peor todavía- un futuro de coexistencia pacífica entre Israel y los palestinos.
Los árabes en general y los palestinos en particular, presentan siempre a Israel como “tierra ocupada”, producto del “robo” y el “despojo” de los árabes. Para ellos, la “ocupación” no es de Cisjordania, sino que comenzó en 1948, con la creación de Israel. Eso significa que se transmite al pueblo-también a los niños en las escuelas y en sus programas de televisión- que la existencia misma de Israel es producto de una ocupación y por lo tanto, es ilegítima.
¿Quién aceptará, si este es el trasfondo, un acuerdo de paz con Israel? ¿Por qué aceptar eventualmente un acuerdo con quien te robó supuestamente todo?
Tal como hemos escrito repetidamente, uno de los elementos más preocupantes a nuestro criterio en este tema, es lo que se enseña a los niños.
En un programa de televisión para niños en la televisión oficial de la Autoridad Palestina transmitido el 30 de marzo, se habla explícitamente de la Galilea, parte del Israel soberano, como “tierra ocupada después de 1948”.
En un libro de texto de 6o de escuela que está en uso en la actualidad, aparece esta explicación histórica: “Palestina se enfrentó a la ocupación británica después de la Primera Guerra Mundial en 1917 y a la ocupación israelí en 1948”.
Los ejemplos son numerosos y muy explícitos. Sería imposible reproducirlos todos.
No nos cansamos de asegurar: tanto Israel como la Autoridad Palestina tienen responsabilidad y pasos que dar, para que se pueda llegar a un acuerdo de paz. Pero ningún acuerdo valdrá ni el papel sobre el que esté firmado, hasta que no cambie el mensaje de fondo, hasta que no se eduque hacia la paz..Y eso no es solamente decir que el terrorismo atenta contra los intereses nacionales palestino, como ha dicho en varias oportunidades el Presidente Mahmud Abbas. Si se enseña a los niños que el vecino con el que supuestamente se busca la paz, nació del robo y el despojo, esos niños y los de todos en la zona afectada, estarán destinados a vivir eternamente en el odio y la hostilidad.
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