No fue esta la primera vez que el Presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas (conocido como Abu Mazen), formula declaraciones incendiarias. En diversas ocasiones, ante cámaras, en árabe, pronunció discursos incitadores llenos de fuego, que a nuestro criterio están a años luz de las legítimas y lógicas discrepancias con Israel.
Nadie espera que Abbas sea sionista ni que dé a Israel la razón en nada. Pero nuevamente un discurso cuyo mensaje es un “no” a la existencia misma de Israel, una distorsión absoluta de la historia y una línea radical que continúa defendiendo a “los mártires, heridos y presos” como lo más sagrado de la sociedad palestina –recordemos, se trata de quienes perpetraron atentados contra Israel- no puede menos que preocupar.
Y este 10 de agoto, Abu Mazen volvió a hacerlo. Su discurso fue publicado, en video, en la página oficial de Al Fatah en Facebook, y traducido por Palestinian Media Watch.
Quiero comenzar por lo que explica el título de este editorial.
“Vergüenza ajena por el Presidente palestino”. Dejemos el odio para después, aunque ambas cosas van por cierto de la mano.
“Esta tierra pertenece a su pueblo. Esta tierra pertenece a sus habitantes. Esta tierra pertenece a los canaanitas que estuvieron aquí hace 5.000 años.¡Y nosotros somos los Canaanitas!”, vociferó Abbas.
Sinceramente, no sé qué es peor: la ignorancia, la distorsión intencional de la historia, la ridiculez.
Fue en el año 1250 AC que los hebreos entraron a la tierra de Canaan provenientes del desierto. Recién en el siglo VII de nuestra era –o sea casi 1900 años más tarde- llegaron los árabes, provenientes de la península arábiga. O sea que los árabes entraron por primera vez a la tierra que muchísimo tiempo antes se había llamado Canaan, seis siglos después que el imperio romano cambiara el nombre de Judea por Palestina, inspirados en los filisteos, un pueblo del mar que había pasado por estas tierras mucho tiempo antes. Cambiaron el nombre para intentar borrar de la historia el vínculo judío con la tierra de sus ancestros.
Pero hasta los nombres lo dejan en claro: judíos, vienen de Judea, mientras que árabes, vienen de Arabia.
Escuchar hoy al Presidente palestino diciendo que los palestinos son los descendientes de los canaanitas-con lo cual quiere dejar la impresión de un vínculo bíblico con la tierra en disputa- y que por ello les pertenece, es patético.
Pero lo peor: es preocupante. Por lo que refleja esa frase y por todos los agregados que la acompañan.
Algunas perlas más:
– “Cada piedra que ustedes han construido en nuestra tierra y cada casa que han construido en nuestra tierra, desaparecerá, con la voluntad de Alá”. Evidentemente, se refiere a todo el territorio, no sólo a Cisjordania.
– “Entraremos a Jerusalem como combatientes, de a millones. Entraremos, todo el pueblo palestino y todas las naciones árabes, islámicas y cristianas! Todos y cada uno entrarán a Jerusalem!”. Tendrá que pagarle derechos de autor a su antecesor Yasser Arafat que cantaba ante todos los que le visitaban en la Muqataa, dirigiendo el coro: “Suicidas, a millones, entrarán a Jerusalem”. Y el intento de presentarse como representante y defensor de los intereses cristianos en Jerusalem, ante el único país de Oriente Medio en el que los cristianos viven en libertad, sería para un artículo aparte.
– “ No aceptaremos que ellos consideren a nuestros mártires como terroristas. Nuestros mártires-¡los mártires de la patria! (…) Para nosotros, los mártires, los heridos y los prisioneros son los más sagrados.
Al escribir estas líneas, no olvidamos que Abbas mantiene la coordinación de seguridad con Israel, clave para frustrar atentados, aunque lo haga por su interés en no ser derribado por Hamas, que busca en Cisjordania lo mismo que hizo en Gaza con el golpe en junio del 2007.
No olvidamos la opinión de nuestro muy respetado y admirado colega Ohad Hemo, cronista de asuntos palestinos en el canal 2 de la televisión israelí, quien en una senda entrevista reciente afirmó que Abbas se opone ideológicamente al terrorismo.
El problema es que un discurso así, puede ser un lapsus, un error momentáneo, un mal cálculo. Cuando ya se convierte en un fenómeno, es un problema.
¿Será sólo porque capta que eso quiere su público y no porque así lo sienta? Tampoco sería una explicación alentadora, claro está.
Nos contamos entre quienes desearían un cambio en la política israelí en el tema palestino, que conduzca a la facilitación de una separación que garantice la perduración de Israel como Estado judío y democrático. Que no considere siquiera la posibilidad de anexar parte del territorio de Cisjordania. Pero cuando el otro lado el interlocutor es responsable de posturas como las que hemos citado aquí, no hay ninguna esperanza de nada. Por más que en el exterior, se considere a Abbas un dechado de moderación.
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