En uno de sus últimos viajes como Secretario de Defensa, Ashton Carter enfatizó que “Israel es el único amigo en la región que pilotará este caza. Permitirá a los pilotos abandonarlo con seguridad y llevar a cabo misiones de largo alcance”.
Fabricado por Lockheed Martin, el F-35 tiene 4.3 metros de altura y 15.7 metros de largo. A pesar de algunas dudas técnicas y presupuestarias, Israel espera completar en siete años una flota de 50 cazas “indetectables”. En 12 meses, será la primera operación con sistemas de armas y tecnología locales incorporados. Cuesta 100 millones de dólares (unos 94 millones de euros) por unidad, aunque el coste es mayor si añadimos los sistemas adyacentes que vienen en la “caja”. La suma está incluida en el generoso paquete de ayuda militar de los Estados Unidos.
Talento para aparecer y desaparecer cuando y donde quieras, extraordinarias prestaciones de vuelo (2.200 km sin repostar), posibilidades impensables de recoger, procesar y compartir información en tiempo real, sistemas de integración de tropas terrestres o un arsenal guiado de nueva generación son algunos de los argumentos para comprar un dispositivo que anoche miró a la base como si fuera un coche de carreras de lujo.
Si alguien conoce bien el interior del caza de combate, es el Teniente Coronel Keren Kovalio. Después de dos años en Estados Unidos como jefe de un equipo de logística y mantenimiento dedicado a estudiar sus funciones, Kovalio no oculta su emoción. Cuando se le piden detalles técnicos, el oficial utiliza una terminología más simple: “La diferencia con el resto es similar a la que existe entre un viejo teléfono móvil y un smartphone de última generación. Le da mucha información valiosa al piloto. En base a ello, definen los errores técnicos revelados en los primeros meses del F-35 en Estados Unidos como problemas que acompañan a un nacimiento”.
“Nos permitirá estar en lugares donde solíamos volar con mucho riesgo”, añade una fuente militar. Sus combatientes destruyeron el reactor nuclear en Irak (81º) y Siria (2007). Aunque nadie lo expresa abiertamente, el F-35 es la firma “galáctica” para un eventual duelo con las defensas antiaéreas rusas S-300 en el campo iraní si el acuerdo nuclear falla e Israel ataca las centrales nucleares persas.
El retraso de los cazas no fue la razón de las caras preocupadas de los gerentes de Lockheed Martin en el Néguev. El tuit del presidente electo Donald Trump criticando los costos “fuera de control” del programa F-35 fue un misil detectable que golpeó el mercado de valores al caer las acciones de la empresa en un 5%. “Estamos dispuestos a responder a cualquier pregunta que nos haga el presidente electo”, respondió el jefe del programa F-35, Jeff Babione, precisando que en el futuro será más barato. El teniente coronel Yotam (38) no se preocupa tanto por la situación bursátil de la compañía americana como por el vuelo de 40 minutos que realizará este martes. El primer israelí en pilotar un F-35 tendrá los ojos puestos en los cielos de su país, pero su mente quizás en escenarios más lejanos
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