Muhamad Man’a, de la localidad de Mayd al- Krum, en la Galilea, estaba casado y era padre de dos niños de 2 y 5 años. Repentinamente, sufrió un derrame cerebral, y fue internado en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital de Naharía, donde los médicos lucharon por su vida durante nueve días. Pero su estado fue empeorando, su cerebro no se recuperó y finalmente se determinó que tenía muerte cerebral y respiratoria.
Su familia, que lo acompañó y fue testigo del deterioro físico y de que su estado era crítico, sabía que no había ninguna posibilidad de salvarlo, y decidió donar sus órganos. “Sabíamos que ya no iba a volver al seno de la familia”, cuenta su hermano. “El dolor es enorme, pero teníamos claro que él podía salvar a otros”, afirmó.
“Es el círculo virtuoso de la vida”
Después de que su familia diera el consentimiento, comenzó el proceso de donación de órganos en cuatro hospitales. El hígado y un riñón se trasplantaron a una mujer de 68 años en el Hospital Hadasa de Jerusalem, su corazón se implantó en un hombre de 55 años en el Hospital Tel Hashomer, y su segundo riñón en un hombre de 50 años en el Hospital Beilinson de la ciudad de Pétaj Tikva, ambas próximas a Tel Aviv.
Amir Zarkaui, un enfermero de la Unidad de Cuidados Intensivos (CTI) del Hospital Galil y residente en la misma aldea que Muhamad, escribió un obituario que leyó el imán del lugar, Muhamad Kiuán: “Esos días, el dolor se había instalado en la aldea por la muerte de tres jóvenes en un suceso violento y cruel, y al mismo tiempo se produjo un hecho muy humano, del que todos debemos sentirnos muy orgullosos”.
“Nuestro Corán dice: ‘Quien le da la vida a una persona es como si le diera la vida a todos los seres humanos’. Al mismo tiempo que murieron tres jóvenes en la aldea, Dios le dio la vida a tres personas. Es el círculo virtuoso de la vida”.
El receptor del corazón de Muhamad fue Avidov Noiberg, un ingeniero de 55 años que vive en Nordía, está casado y tiene dos hijos. Noiberg padecía una insuficiencia cardíaca avanzada de origen genético. Se recuperó muy bien del trasplante, ahora disfruta de su nuevo corazón y ya se sienta en un sillón junto a su cama. La donación le llegó en el minuto noventa, dado que últimamente su estado se había deteriorado muy rápido y se temía por su vida.
El doctor G. Laví, director de la Unidad de Trasplantes de Corazón del Centro Médico Shiba y catedrático, expresó tras la donación: “Últimamente hay cada vez más gente dispuesta a dar su consentimiento para donaciones de órganos, lo que es muy alentador. Y al comienzo del nuevo año, esperamos poder salvar la vida a muchos más pacientes que esperan una donación”
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