En una clasificación jerárquica académica de países según el rublo ‘nivel de felicidad’, los “Territorios palestinos” se ubican lejos del lugar más bajo de la lista – algo de hecho sorprendente, ya que los interminables lamentos sobre la “ocupación israelí” sugerirían un resultado totalmente diferente. La verdadera tragedia es Túnez, que logró su democracia pero no ha registrado los dividendos económicos esperados. Sus ciudadanos están más descontentos que los palestinos.
Puede que suene frívolo intentar medir la felicidad. Aún así, para un grupo de expertos think tank de la Universidad de Columbia y dos respetables institutos en política canadiense, la medición de la felicidad y el lugar clasificatorio de los estados por puntaje de felicidad es un tema muy serio.
A juzgar por los países que están en el tope y aquellos inferiores en la lista de 157 estados para los cuales se registraron puntajes, sus hallazgos parecen ser plausibles.
Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Holanda, Suiza, Suecia, Nueva Zelanda y Canadá cuentan con los puntajes más altos de felicidad. La lista clasifica a los países por características positivas tales como el Producto Interno Bruto per cápita PIB, el Índice de Desarrollo Humano (agregado de datos económicos, educativos y de esperanza de vida) y la libertad humana junto a la democracia.
Los mismos países también clasifican en más bajos en características universalmente consideradas adversas para la calidad de vida humana, tales como la tasa de criminalidad, accidentes viales medidos por muerte y lesiones y la tasa de suicidios (la creencia generalizada es que los países escandinavos sufren altas tasas de suicidio, está lejos de ser precisa).
Tampoco los estados con los puntajes de felicidad más bajos generan mucha sorpresa. Haití, Botsuana, Yemen, Ruanda, Tanzania, Afganistán, la República Centroafricana y Sudán del Sur son conocidos por su falta de democracia, una corrupción desenfrenada y niveles muy bajos de bienestar económico. La mayoría también son notables por su inestabilidad política que, en el caso de Siria, Yemen, Afganistán, la República Centroafricana y Sudán del Sur, pueden ser caracterizadas por guerras civiles a largo plazo y a gran escala.
Por lo tanto… no deja de sorprender que los países más felices sean aquellos con poblaciones que arriesgan sus vidas para alcanzarla. Los países que se encuentran en la parte inferior son aquellos de los cuales muchos huyen en busca de una vida mejor en otros lugares.
Lo que llama la atención es la clasificación de “los territorios palestinos” en comparación con otros países. Con una puntuación de 4.7, este ocupa el puesto 111 del total de 157 países.
Un estudio académico halló que el 60% de las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenan el comportamiento de estados hacia sus propias poblaciones u otras eran dirigidas a Israel – en un mundo en el que más de la mitad de la población mundial (casi cuatro billones de personas) vive en estados tiránicos. Este estudio incluye a Corea del Norte, donde el régimen ha aterrorizado brutalmente a sus 25 millones de ciudadanos durante más de setenta años.
Si Israel fuese tan vil como lo sugieren los registros de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), uno pudiera razonablemente esperar que los “Territorios palestinos” estuviesen colocados al final de la lista, junto a Yemen, Afganistán y Sudán. El error esencial es que los Territorios, que supuestamente están bajo “ocupación”, existen en realidad bajo dos regímenes tiránicos separados, ninguno de los cuales es israelí: la Autoridad Palestina bajo la tutela de Mahmoud Abbas y Gaza bajo el yugo de Hamás.
Incluso reconociendo tal realidad, uno pudiera anticipar que la felicidad palestina bajo estos regímenes despóticos los colocaría al final de la lista. Pero parece haber más felicidad relativa entre la población de los Territorios que en una variedad de estados del Medio Oriente, algunos de los cuales se encuentran entre los más vociferantes en su condena a la “ocupación” israelí de los palestinos. Irán, rico en fuentes energéticas, por ejemplo, se encuentra siete puestos más abajo en el índice de felicidad que los Territorios palestinos.
Incluso el rublo de una menor felicidad prevalece en Egipto, cuyo régimen frecuentemente inicia condenas en la ONU a la “ocupación” israelí. Egipto está muy cerca del final de la lista en el puesto No. 138, significativamente más bajo que los palestinos que lidian afanosamente “ante la ocupación”.
Es la comparación hecha con Jordania lo que ocasiona la mayor sorpresa. Si la “ocupación” por parte de Israel es tan onerosa, ¿cómo es que la tasa de felicidad en Jordania es solo algo más alta que la de los palestinos que viven bajo tal “ocupación”? Jordania, con una clasificación de 102 en el cuadro de países, está solo a ocho puestos más alto que la de los territorios palestinos.
Recuerden que la clasificación agrega a los palestinos que viven en las zonas de Cisjordania y Gaza, mientras que el primero tiene niveles de ingresos mucho más altos que los que se encuentran en el segundo. Si la clasificación diferenciara entre los dos, los palestinos que viven en Cisjordania pudieran generar una puntuación al menos igual a la de Jordania, donde no existe ninguna “ocupación israelí”.
La clasificación palestina sería más impresionante si todos los 193 estados miembros de la ONU fuesen encuestados. El índice está abrumadoramente representado por los estados más opulentos, que son más fáciles de encuestar que los estados más pobres. Un país notable por su ausencia en la lista es Corea del Norte, donde una encuesta como esta sería imposible de administrar. (El régimen de Corea del Norte probablemente justificaría su ausencia de país de la lista con el argumento de que sus ciudadanos son la población más feliz del planeta).
La verdadera tragedia que el índice expone es la de Túnez y no la de los palestinos.
Túnez es el único país de la llamada “Primavera Árabe” que ha cumplido de alguna manera las expectativas de aquellos que le dieron ese nombre a los levantamientos. Desde la destitución del antiguo régimen en diciembre del 2010 Túnez cambió con éxito su constitución, celebró tres elecciones libres y vio a un partido ampliamente afiliado a la Hermandad Musulmana, an-Nahda, unirse a una coalición gubernamental y luego renunciar al poder pacíficamente, según las reglas de juego democráticas. Este es el único país en el mundo árabe designado como “libre” por la organización Freedom House, un grupo de expertos think tank que clasifica los derechos humanos y democráticos.
Sin embargo, a pesar de estos logros, Túnez ocupa un lugar mucho más bajo en felicidad que los palestinos, exactamente en el numero 125 de la clasificación. El fracaso de la democracia en generar dividendos económicos – hace prevalecer el estancamiento económico y las altas tasas de desempleo – afecta a la ciudadanía, muchos de los cuales son jóvenes.
El caso tunecino ofrece lecciones a los palestinos y a sus partidarios de la organización “Peace Now”. En política, existen muy pocos casos de soluciones simples a problemas complejos.
Así como la democracia en Túnez no se tradujo automáticamente en prosperidad o felicidad, no existen garantías de que un estado palestino totalmente desarrollado o establecido; e independiente, incluso si pudiera surgir a pesar de las profundas divisiones internas, sería una panacea para los problemas que enfrentan los palestinos.
Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y asociado sénior en investigaciones en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.
Traducido por Hatzad Hasheni
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