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| jueves noviembre 21, 2024

El llanto de los ayatolás


La foto de los líderes religiosos persas llorando ante el féretro con los dudosos fragmentos del comandante supremo de la fuerza Al-Kuds, demuestra dos cosas: el golpe ha sido acertado y ha sido tremendo.  No lloran, no, por sus muertos interiores, por los pobres torturados y encarcelados que disienten de sus ideas, sino por el más duro de los militares del Irán imperial e intervencionista. Un héroe nacional para Teherán y un criminal en toda la regla para Occidente. Cuando el dolor se concentra por el aciago destino de una sola persona es que las demás importan poco, sobre todo aquellos que en el Yemen, Irak o Líbano, han sido víctimas de Soleimaní y sus proxys. A la luz del quirúrgico ataque americano es posible pensar que los cincuenta y dos eventuales blancos de Trump no son un farol, ni alardea como un cowboy en el Far West ni se le agotaron las ideas. Es posible que los iraníes hayan colmado el vaso de la paciencia de Estados Unidos con un régimen que no hace, por no hacer, ni siquiera bien a su propia gente y, por el contrario, exporta terror y lo sufraga allí donde le dejen asomar su hocico.

 

Comprendo el dolor, muy humano, de los ayatolás, pero es sólo el comienzo del que sentirán si insisten en su política intervencionista y en sus experimentos con uranio enriquecido. El mundo no perdería gran cosa con un Irán herido y amputado. De allí no vienen alimentos ni medicinas, sofisticados útiles de labranza ni métodos efectivos para reciclar el agua. De allí vienen retahílas de insultos y satanizaciones a mansalva, el rancio orgullo de unas creencias más rancias e ineficaces aún. Pero Occidente no lo ve así.  De hecho le teme, ve con incomodidad su ascenso a potencia medioriental. Europa, que dio cobijo en su momento a Khomeiny, lleva décadas de ceguera al respecto. Todo comenzó a deteriorarse con la revolución  chiíta y la destrucción sistemática de la confianza en la modernidad que cubre, desde hace años,  con la grisura del islamismo, todo el arco de la llamada Media Luna Fértil, incluyendo su foco más liberal, Turquía,  donde un neotomano romántico y mediocre  deshizo en pocos años el legado brillante y abierto de Kemal Ataturk. Desandando el camino se ve claramente que el desbarajuste retro del Islam más intransigente y problemático, se inicia con la caída del Sha, desasistido y dejado de lado, abandono del  que los norteamericanos no se recuperan. Desde luego que no era un ángel, pero al lado de los ayatolás fue casi un santo.

 

Será, tarde o temprano, inevitable, cargarse a los demás pulpos y cómplices del mal. La parte buena del asunto es que tal vez no sea necesaria una guerra sino un estrechamiento mayor de su economía.  Eso no significa que debemos sentarnos a ver como pasa la estela de los misiles o drones que nos lancen, pero es evidente que la inteligencia puede ser más letal que la fuerza, sobre todo en nuestros días. Quienes no salen en la foto de los llorones son Maduro y Ortega, pero seguramente han descubierto,  con el asesinato del militar iraní, cuán vulnerables son sus personas. Larga vida a América, que todavía reparte comida entre los pobres de los pobres. Y larga vida a Israel, que lleva años señalando el lugar de donde emana la muerte

 

 
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