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| domingo diciembre 22, 2024

Pensando… de Damasco a Jerusalem


Ana Jerozolimski

Semanario hebreo. Uruguay

Observamos con preocupación los eventos en Siria. Casi de más está decir que la caída de un déspota como el Presidente Bashar el-Assad siempre se vislumbra como algo auspicioso y aquí parece sin duda sólo cuestión de tiempo hasta que se pueda decir formalmente que terminó su régimen.

Pero es casi imposible festejar a pesar de que la cruenta violencia de los últimos meses fue la antesala perfecta de un momento en el que se pueda decir “al fin se fue…el sangriento dictador ya no está”.

Hay demasiado sobre la balanza como para alegrarse con tal o cual desenlace. La inestabilidad, la incertidumbre de un desmembramiento, las organizaciones terroristas que quisiera tener control de las armas químicas sirias, la gran cantidad de misiles cuyo alcance cubre la totalidad de Israel, que no sabemos quién manejará  cuando Assad caiga. Mucho…demasiados peligros para tener en cuenta.

Pero la preocupación va más allá de ello..y tiene mucho que ver no sólo con lo que ocurrirá, sino con lo que ya ha ocurrido.

En realidad, no es sólo preocupación, sino también dolor por ver el entorno en el que se halla Israel, la sanguinaria violencia de sus vecinos, el poco valor que tiene la vida humana para quien está en el poder, la facilidad con la que un gobernante árabe puede sembrar horror y muerte entre los suyos propios.

Y pensamos en la diferencia abismal entre los errores que cualquier gobernante israelí haya cometido desde la fundación de Israel y lo que está pasando a su alrededor.

Nunca estuvimos de acuerdo con ese “que se maten entre ellos”, que oímos cada tanto cuando hay guerras internas entre árabes que rodean a Israel, sea cuando era entre palestinos en Gaza, por ejemplo, o ahora, entre los sirios. Un vecino que vive sangrando no es receta, jamás, de buena vecindad.

Pero  al observar lo que ha estado ocurriendo en Siria, los bombardeos alevosos de Assad contra sus propios ciudadanos, pensamos en su significado regional…en lo fuerte que debe ser Israel en un entorno así , para garantizar su supervivencia. Y nos preocupa, no porque creamos que Israel no logre ser fuerte, sino porque inevitablemente, tanta alerta y tanta necesidad de resguardarse, reduce las posibilidades de poder confiar en el otro y permitirse bajar un poco la guardia…La paz debe seguir siendo el sueño..y es sin duda la mejor garantía de seguridad.

Pero nos preocupa recibir cada tanto otro fuerte recordatorio de por qué Israel necesita seguir siendo tan fuerte..sin poder arriesgarse ni por un segundo a vivir de ilusiones y a creer, sí, que bastaría con una promesa de paz.

 
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