El mundo entero afronta la expansión de la pandemia del coronavirus, aunque entre los países que más están sufriendo se encuentra Irán. Pero para algunos críticos de la Administración Trump, la culpa del creciente número de contagiados y fallecidos en la República Islámica es de EEUU.
Según informaba la semana pasada The Washington Free Beacon, antiguos miembros del equipo de política exterior del presidente Barack Obama están utilizando la crisis como una excusa para volver a impugnar la decisión del presidente Donald Trump de retirar a EEUU del acuerdo nuclear de 2015 y reimponer sanciones al régimen islamista. Según Ben Rhodes, viceconsejero de seguridad nacional de Obama, la pervivencia de las sanciones contra Irán son una “abominación moral” que está provocando la muerte de iraníes inocentes.
Rhodes es recordado por motejar a los corresponsales de prensa en Washington como la “cámara de resonancia mediática” de su jefe, por la facilidad con que el equipo de Obama les manipulaba para que repitieran los con frecuencia engañosos argumentos en pro del pacto nuclear. Ahora, Rhodes está fungiendo de cámara de resonancia del régimen teocrático de Teherán, que también anda apelando a la solidaridad internacional ante el devastador impacto del coronavirus en su país. También los ayatolás claman que las sanciones que EEUU ha reinstaurado son la causa de que tantos iraníes estén falleciendo como consecuencia del virus.
Un portavoz de la misión iraní ante Naciones Unidas ha denunciado que la decisión norteamericana de incrementar las restricciones que pesan sobre su país mediante la imposición de sanciones a cinco multinacionales que estaban ayudando a Teherán a colocar su petróleo en el extranjero va “más allá de la crueldad” y demuestra la falta de “humanidad” de Trump.
A primera vista, parecen críticas razonables. En un momento en que el mundo ha de dejar las diferencias a un lado para combatir el virus, ¿por qué sigue adelante EEUU con su campaña por el aislamiento de Irán? El impacto de la pandemia ha sido especialmente duro allí, de hecho es uno de los países con más fallecimientos relacionados con el coronavirus.
Desde este punto de vista, el mantenimiento de las sanciones norteamericanas –y para qué hablar de su refuerzo– parece una medida severa o incluso movida por la venganza.
Pero el argumento en pro del levantamiento de las sanciones se basa en la falsa asunción de que éstas impiden a Irán adquirir productos que podrían mitigar el sufrimiento de su población. Y eso no hay por dónde cogerlo. La ayuda humanitaria y los suministros médicos están exentos por ley de las sanciones estadounidenses que buena parte del mundo se está viendo forzada –a menudo con reluctancia– a cumplir.
Tal y como aseguró el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, el pasado viernes, el canal humanitario hacia Irán está “muy abierto”. De hecho, el mes pasado la Administración Trump ofreció ayuda a Teherán, cuando la expansión del virus era todo un tema en la República Islámica y antes de que los estadounidenses empezaran a tomarse en serio la amenaza.
El problema en Irán presenta dos facetas.
El número de víctimas allí es tan elevado por la misma razón que el virus ha matado a tanta gente en China. Tan pronto como empezaron a aflorar los contagios, el despótico Gobierno iraní prefirió ocultarlos antes que dar la voz de alarma.
El pueblo iraní tiene buenas razones para criticar a los ayatolás que le gobiernan. En vez de dedicar la riqueza petrolera del país a ayudar a sus habitantes, la han repartido con prodigalidad entre grupos terroristas extranjeros que ejercen de fuerzas auxiliares del régimen, como Hezbolá en el Líbano, los huzis en el Yemen y las milicias proiraníes de Irak. En vez de invertir en el bienestar de su propio pueblo, emprenden incursiones en el extranjero. Su intervención en la guerra civil siria, que contribuyó a mantener en el poder a su bárbaro vasallo Bashar al Asad –y a sus aliados terroristas–, fue un éxito bélico que no benefició en nada al iraní del común. Lo mismo cabe decir de la riqueza petrolera despilfarrada en el programa nuclear, cuya pervivencia posibilitó el acuerdo fraguado por Obama, gracias al cual el régimen podrá hacerse con armamento atómico una vez expire el mismo.
Está también el hecho de que el líder supremo del país, ayatolá Alí Jamenei, así como los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), responsables de la empresa terrorista del régimen en el exterior y gestores de buena parte de la economía nacional, disponen de vastas fortunas que podrían aliviar sustancialmente el sufrimiento del pueblo. Pero lo que hacen es seguir destinando sus considerables recursos a financiar el terrorismo y mantener a raya a la disidencia. Los CGRI asesinaron a cientos de iraníes que protestaban contra el desgobierno del régimen el pasado otoño, por no hablar de la cantidad de mujeres que han sido golpeadas o encarceladas por negarse a vestir el hiyab, auténtica guerra contra las mujeres que la mayoría de los progresistas occidentales ignoran.
Aunque sus críticos quieren que Trump suspenda su campaña de “máxima presión”, cuyo objetivo es forzar a Irán a que se comporte como un país normal y abandone el terrorismo –y cualquier esperanza de hacerse con armamento nuclear–, Teherán no ha dejado de conducirse de la peor de las maneras. Los peones iraníes siguen atacando a norteamericanos en Irak, y ayudando a terroristas tanto en el Líbano como en Gaza, territorios ambos donde Teherán siguen azuzando el conflicto contra Israel, país que el régimen de los ayatolás ha jurado aniquilar.
Si bien los norteamericanos son solidarios con su sufrimiento, la solución a los problemas de los iraníes pasa por forzar al régimen de Teherán a cambiar de actitud. Y la única manera de conseguirlo es que continúe la campaña trumpiana de máxima presión.
Los líderes iraníes cuentan con que Trump sea derrotado en noviembre. Por eso el vicepresidente Joe Biden, probable candidato demócrata, no les alienta y declara que EEUU no volverá a la política obamita de apaciguamiento. Pero si finalmente recupera el fracasado acuerdo nuclear que enriqueció y empoderó al régimen de los ayatolas, Biden no ayudará al pueblo iraní, sino que añadirá más dolor y sufrimiento a quienes están más expuestos a la opresión –y a la enfermedad– por la crueldad de sus propios líderes y la ingenuidad de quienes defienden el acuerdo nuclear.
© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.