B’H
Moshé continúa su discurso final a los Hijos de Israel, prometiéndoles que si cumplen los preceptos de la Torá, van a ser prósperos en la tierra que están a punto de conquistar y de establecerse, cumpliendo así la promesa de Di-s a sus patriarcas.
Moshé también los reprende por los fallos en su primera generación como pueblo, recordando la idolatría del Becerro de Oro, la rebelión de Koraj, el pecado de los espías, su incitación de Di-s en Taveeirá, Masá y Kivrot Hataavá; «Tú has sido rebelde contra Di-s» les dice, «desde el día en que te conocí».
Sin embargo, también habla del perdón Divino y de las Segundas Tablas de la ley que Di-s escribió y les dio luego de haberse arrepentido.
Los 40 años en el desierto, les dice Moshé, durante los cuales Di-s los alimentó con el diario maná del cielo, fueron para enseñarles que «el hombre no vive solo de pan, sino de la palabra de Di-s vive el hombre».
Moshé describe la tierra a la que van a ingresar como una tierra que «fluye leche y miel», una tierra bendecida por las siete especies (trigo, cebada, uva, higo, granada, aceite de oliva y dátiles), como el lugar que es el foco de la Providencia Divina en el universo. Les ordena destruir los ídolos de los habitantes anteriores de la tierra, y a ser cuidadosos de no volverse soberbios y pensar que «mi poder y la fuerza de mi mano me dieron esta riqueza».
Un pasaje clave de esta sección es el segundo capítulo del Shemá, que repite los preceptos fundamentales enumerados en el primer capítulo del Shemá y describe la recompensa por observar los preceptos de Di-s y el resultado adverso (hambruna y exilio) por no cumplirlos. También es la fuente del precepto de orar e incluye una referencia a la resurrección de los muertos en la Era Mesiánica.
«La Entrega total de un Pastor de Israel»
«Y sujeté las Tablas y las arrojé» (Devarim 9:17)
Adaptado de la Enseñanzas del Rebe de Lubavitch
En nuestra Parshá Moshé relata a los israelitas cómo quebró las primeras Tablas de la Ley cuando descendió de la montaña: «Y sujeté las Tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré a vuestros ojos»1 . Sobre ello pregunta el autor del comentario Hor HaJaim: «¿Para qué precisó sujetarlas? ¡¿Si estaban en sus manos?!»
En los Midrashim se describe como que tuvo lugar una compulsa’ entre Moshé Rabeinu y HaShem o entre él y los ancianos, que se aferraron a las Tablas e intentaron impedir su quiebre. Por eso corresponde el uso del término «y sujetó», para indicar que Moshé se puso fuerte y sujetó firmemente las Tablas. Pero de acuerdo a la Guemará aquí no hubo forcejeo alguno, y por el contrario, HaShem le dijo a Moshé: «Te felicito porque las quebraste». Siendo así, ¿cuál es el sentido de las palabras «y sujeté las dos Tablas»?.
Esto se comprenderá sobre la base del motivo subyacente para el quiebre de las Tablas. Una de las explicaciones es que Moshé quiso quitar un grave cargo que había sobre los judíos. Las Tablas eran una especie de «contrato matrimonial» entre HaShem y el pueblo. Ahora que el pueblo pecó con el becerro de oro, este contrato matrimonial era el elemento acusador contra el pueblo. Por ello Moshé quebró las Tablas, y con ello eliminó la prueba documental del Pacto entre el Altísimo y el pueblo de Israel.
Sin embargo, con ello no era suficiente, puesto que el propio acto de quebrar las Tablas era un motivo para acusar al pueblo- fueron ellos los causales para quebrar las Tablas, que eran «obra de Di-s». Esto es lo que Moshé quiso impedir a través de «sujetar» las Tablas. Su intención fue tomar posesión de ellas, sacándolas del dominio y potestad del pueblo para convertirlas en su patrimonio personal.
Hasta este momento Moshé era el delegado de los judíos para traerles las Tablas, y por ende las Tablas eran propiedad y responsabilidad del pueblo todo. ¿Qué hizo Moshé?. Sujetó para sí las Tablas, las traspasó a su propiedad, y automáticamente el acto de quebrarlas fue de su sola responsabilidad personal y no podía relacionárselo con el pueblo.
Esto refleja la intensidad de la entrega total de Moshé por el pueblo de Israel. Él no tenía relación alguna con el pecado del becerro. Ni siquiera se lo podía acusar de no haber frenado o protestado frente al accionar del pueblo, puesto que él se encontraba en el monte, y no estaba presente cuando el pueblo pecó.
Sin embargo, no sólo que enfrentó a Di-s y exigió, a costa de su propia vida, que perdone al pueblo por este pecado, diciendo «y si no, bórrame de Tu Libro»; no sólo quebró las Tablas para expiar por el pueblo, sino que incluso ‘sujetó’ las Tablas pasándolas a su propiedad personal para que incluso la culpa por el quiebre no caiga sobre el pueblo, ¡sino sea exclusivamente suya!
Nuestros Sabios Z»l comparan el quiebre de las Tablas con el fallecimiento de los Tzadikim– los justos. Tal como el romper de las Tablas fue para beneficio de los israelitas, también el fallecimiento de los Tzadikim a la larga es para beneficiar a la generación, puesto que su muerte expía por el pecado de la generación.
De la misma manera como Moshé Rabeinu no abandonó al pueblo de Israel incluso cuando pecó con el becerro, así también los Tzadikim de Israel de cada generación no abandonan a su rebaño, y también cuando ascienden a las esferas celestiales expían incluso por los pecados intencionales de la gente de la generación, e invocan salvación para la Comunidad de Israel, hasta la llegada del Mashíaj.
(Likutei Sijot Tomo 34, Pág. 51) (www.es.chabad.org)
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