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| viernes noviembre 22, 2024

"Una broma de mal gusto: la triste realidad de los judíos en Europa


Emanuele Ottolenghi

Times of Israel

Este domingo, 27 países de toda Europa celebraron el Día Anual Europeo de la Cultura Judía 2012. Lo que comenzó en 1996, cerca de Estrasburgo, Francia, como un esfuerzo local para abrir y recuperar abandonadas sinagogas en plena descomposición al público, con el objetivo final de recaudar los fondos suficientes para restaurarlas, se ha convertido actualmente en un evento cultural enfocado sobre ese tema, cuyo objetivo final es celebrar y divulgar la cultura judía en Europa.

Sin duda, cada país de la UE ha destinado dinero y esfuerzos, junto a las comunidades judías locales e instituciones, para celebrar la cultura judía y mostrar su continuado apoyo a un renacimiento judío como señal de que a pesar de la historia pasada, en la Europa de hoy, los judíos están realmente como en casa.

El antisemitismo, dentro y fuera, ha representado un fenómeno creciente y desconcertante en Europa durante la última década y media, y no hay mejor prueba de su carácter marginal – no hay duda de que los oradores del domingo insistirán en ello – que el impresionante despliegue de participación pública en las actividades del domingo. Para ser justos, el Día Anual Europeo de la Cultura Judía no es más que otro de los muchos fondos públicos y privados que patrocinan actividades culturales que muestran la cultura, la vida y la historia judía de Europa. Los museos, los festivales de cine, las semanas del libro, las exposiciones culturales, los fondos públicos para la restauración de sinagogas, la educación sobre el Holocausto y el patrimonio judío, las visitas escolares a Auschwitz, todos estos acontecimientos son tan sólo algunos de los miles de eventos y actividades que se producen en Europa dentro de un intento de recuperación de su pasado judío con orgullo y considerándolo como propio.

Sin embargo, no debemos confundir este abrazo entusiasta a los judíos ya muertos y a sus obras, o a los judíos que viven y participan activamente en la cultura occidental, como una señal de que los judíos son totalmente bienvenidos. Al menos, no en sus propios términos.

Consideren el tema central de este año para las celebraciones del domingo: el humor judío. Bromas y chistes judíos se relataron en abundancia, como para sugerir que la autoironía es lo que hace a los judíos lo que son.

Ciertamente, el humor judío es una característica cultural muy particular y muy real, y verdaderamente es muy interesante en el aspecto redentor y filosófico el fenómeno de un pueblo que es capaz de reírse de sí mismo durante buena parte de su historia, la cual, precisamente, no siempre fue muy graciosa. Sin embargo, la existencia judía no es una broma. Tampoco resulta una buena broma judía todo lo que hay que hacer para ser y permanecer judío. Los judíos deberían conocerlo mejor que nadie, especialmente debido a que, a partir del lunes, la dura realidad de su afirmación de la identidad judía en Europa volverá a gravitar sobre aquellos judíos que definen su identidad sobre muchas más cosas que el humor judío.

Cuando los judíos europeos desean orar regularmente en las sinagogas europeas – los mismos lugares que abrirán sus puertas este domingo para la Jornada Anual Europea de la Cultura Judía – sólo podrán hacerlo bajo su propio riesgo y bajo fuertes medidas de seguridad.

Los judíos europeos – o los visitantes – deseen exhibir públicamente la parafernalia externa de su fe lo volverán hacer bajo su propio riesgo, y es probable que sean atacados o reprendidos, aquí o allá, de palabra y obra, por ello. Ya ha sucedido antes. Y va a pasar de nuevo. Rara vez se hace más superficial la condena de una sociedad que, en el fondo, todavía se siente incómoda ante la presencia de una vestimenta judía, o cuando se come o reza como judío.

Aquellos judíos europeos que desean impartir a sus hijos una educación judía deberán permitir que sus hijos crezcan refugiados en las jaulas de oro de unas escuelas judías cuidadosamente protegidas – islas felices donde no existe el antisemitismo gracias a las barreras de protección , a unos altos muros y a los vigilantes situados en el exterior -. También saben que los detectores de metales y las patrullas de policía no siempre disuadirán a aquellos que tienen sed de sangre judía – pregunten a los judíos de Toulouse si no desean ir más lejos -, aunque muchos otros podrán contarles historias de cómo, hasta altas hora de la noche, los pequeños judíos están acostumbrados a contemplar a policías con perros rastreadores y ametralladoras fuera de sus guarderías.

Tampoco los judíos europeos pueden expresar en completa libertad su apoyo abierto e incondicional a Israel, tarde o temprano, ese ejercicio invitará al desprecio y al abuso ocasional (verbal y físico). Los judíos deben celebrar el poder reírse de sí mismos en los actos oficiales, pero ¿qué hay de gracioso en enfrentarse a cargos penales por circuncidar a sus hijos recién nacidos y a cargas explosivas cuando van a la sinagoga?

El Día Anual Europeo de la Cultura Judía ya no pueden ocultar el hecho de que existen ataques cada vez mayores a los aspectos más fundamentales de la identidad judía en la Europa actual, como los esfuerzos concertados desde todos los rincones del espectro político para prohibir la circuncisión de los varones judíos recién nacidos y el ritual del sacrificio de los animales, de acuerdo con las leyes dietéticas judías.

Todo esto se promueve hoy en día en Europa en nombre de los valores liberales: el sacrificio ritual se convierte en crueldad contra los animales y la circuncisión se convierte en un ataque a la libertad de elección de los niños pequeños a la hora de mantener intacto su prepucio. A esto hay que añadir la proverbial demonización de Israel como la versión del apartheid del siglo XXI, algo que se ha convertido en la puerta de atrás de acceso de los antisemitas a la hora de subirse al tren liberal y progresista de utilizar un baremo para los judíos y otro distinto para las demás naciones

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Lo que hace que los judíos sean lo que son, en última instancia, no son sus chistes o sus películas o sus (abundantes más que ocasionales) contribuciones científicas, literarias y artísticas a la cultura occidental. Es la marca en su carne la que afirma solemnemente, y de forma permanente, su compromiso con las leyes de sus antepasados; son sus cabeza cubiertas (por la kippa) y los chales de oración que portan – a diario para los piadosos, ocasionalmente para todos los demás – para así acordarse de su Creador y el pacto que les une a sus leyes; son sus leyes dietéticas y es su amor por la tierra y el pueblo de Israel, por el sueño encarnado en la restauración de Sión, tanto en el sentido mundano como en el mesiánico, que impregna a sus oraciones diarias, el ritmo de sus fiestas y sus ritos desde la cuna a la tumba.

Y sin embargo, para caminar sin miedo por las calles de la Europa actual, los padres de un niño judío nacido en Europa en este siglo XXI deben a partir de ahora renunciar a su circuncisión, hacerle renunciar a los signos externos de la devoción judía, criarlo como un vegetariano para que no le vean cumplir las leyes dietéticas de sus antepasados, negarle una educación judía para así aumentar sus posibilidades de vivir hasta una edad adulta, e inculcarle el odio hacia el país donde la mitad de sus correligionarios viven y de donde procedían sus antepasados o anhelaba volver.

Esto no es una broma. Esto es lo que Europa, cada vez más, se ha convertido para los judíos.

Difusion: porisrael.org

 
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