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| sábado noviembre 23, 2024

Elecciones presidenciales en EEUU: Una mirada


Eduardo Kohn

Hay generalizaciones que se hacen a nivel popular por costumbre que generalmente ayudan poco a la comprensión del tema al cual se refieren. Una de ellas es sobre las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es bastante común leer, escuchar, sobre la significación de las elecciones en relación a la comunidad judía norteamericana y al Estado de Israel. Compartimos hoy una mirada al respecto, cuando faltan exactamente 60 días para que Estados Unidos elija Presidente por cuatro años.

 

La comunidad judía vota como cualquier ciudadano, de acuerdo a su leal saber y entender. Tiene las preocupaciones y anhelos que cualquier votante puede tener, y sin duda también le inquietan los brotes de antisemitismo, que más que brotes, han sido agresiones intensas incrementadas en los últimos años, y observa con atención el relacionamiento que podría tener el gobierno de Estados Unidos con Israel.

A los votantes, todos los votantes, les importa el sistema de salud, preocupación que aumentó exponencialmente a raíz de la pandemia, con casi 200 mil muertos por coronavirus, y rebrotes continuos en grandes ciudades continuamente; la violencia callejera (y allí sí entra el antisemitismo en particular y el racismo en general); la economía que la pandemia ha desbaratado y sometido a un colapso universal de muy difícil reversión en el corto y mediano plazo.

 

La comunidad judía está sin duda preocupada por el aumento del antisemitismo. Una investigación reciente de ADL y del Comité Judío Americano señala que 35 por ciento de los judíos de Estados Unidos dijeron haber experimentado antisemitismo en los últimos cinco años y un tercio confesó que ocasionalmente ocultaba manifestaciones externas de su judaísmo, es decir, su vestimenta y sus símbolos. En 2019 los incidentes antisemitas aumentaron en un 12 por ciento, con respecto al año anterior, con cinco muertos. Esto se traduce en 2,100 actos de agresiones, vandalismo y acoso. 2020 no ha mejorado la situación. Cuando un policía asesinó a George Floyd el pasado 25 de mayo, primero hubo protestas pacíficas muy grandes de la comunidad afro descendiente que incluso encontraron eco en otras grandes capitales del mundo. Pero apenas 24 horas después, las protestas pacíficas se convirtieron en saqueos y violencia multiplicada por casi todo Estados Unidos y eso incluyó el antisemitismo en todas sus expresiones: saqueos y vandalización de comercios y sinagogas y ataques físicos. La comunidad judía está preocupada por su relacionamiento con la comunidad afro. Una investigación de A.D.L. concluye que sólo una cuarta parte de los afroamericanos tienen ideas antisemitas. Pero el porcentaje de antisemitas en la población negra es casi el doble que el porcentaje de antisemitismo en la población estadounidense en general. Los graffiti que aparecen en las sinagogas en las protestas de estos últimos meses tienen sus raíces en la llamada interseccionalidad: el principio según el cual un grupo que se siente oprimido asume la representación de todos los grupos que cree están oprimidos. La plataforma del movimiento “La vida de los negros importa” (Black Lives Matter) que surgió en 2016 y no ahora como muchos creen, califica a Israel de “país del apartheid” y alega que Israel está cometiendo “genocidio”.

 

En este contexto, el ciudadano judío norteamericano mira a su alrededor, siente que debe apoyar todo ataque racista, pero obtiene respuestas muy duras de las propias víctimas del racismo que además generan incitación al antisemitismo. Si agrega a ello su mirada al relacionamiento entre Estados Unidos e Israel, también encuentra un panorama muy disímil y como votante será heterogéneo, porque la mirada ciudadana como tal es diversa.

 

El candidato Demócrata Joseph Biden fue ocho años Vice presidente del Presidente Obama. Las relaciones con Israel no fueron cálidas, y hubo muchas tensiones. No se avanzó en ninguna relación de paz entre Israel y los palestinos ni entre Israel y algún otro país árabe, la Administración no votó ni vetó incondicionalmente en Naciones Unidas a favor de Israel y en la guerra que Israel tuvo que librar contra el terrorismo de Hamas en 2014, por un lado, Obama defendió el derecho de Israel a defenderse, pero también hizo declaraciones que explican la frialdad en las relaciones de las que hablamos hace instantes. Citamos una declaración de Obama entonces: “No tengo ninguna simpatía por Hamás”, pero tengo una gran simpatía por la gente común que lucha en Gaza”.

 

Biden y su candidata a Vicepresidente Kamala Harris han prometido mantener una política de apoyo a Israel y han saludado fervorosamente el acuerdo entre Israel y Emiratos. También han señalado que volverán al Acuerdo con Irán del cual Trump se retiró en 2018. Como ya lo comentáramos la semana anterior, Irán jamás respetó el Acuerdo pero Rusia, China y gran parte de Europa no parecen preocupados por ello. Israel sí está preocupado. No queda muy claro como se manejaría Biden con Congresistas como Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Alexandria Ocasio Cortez, que han demonizado a Israel desde antes de llegar al Congreso cayendo en la definición del IHRA sobre antisemitismo por su incitación continua.

Desde el otro lado, llevar la Embajada de EEUU a Jerusalem y el acuerdo entre Israel y Emiratos han sido logros trascendentes de la actual Administración respecto a Israel y Medio Oriente. Sin embargo, la política nacionalista de Trump ha causado problemas dentro de la comunidad judía, tanto en instituciones como en los ciudadanos de a pie. Que Trump haya dicho que votar a los demócratas demuestra deslealtad cayó muy duro. La comunidad judía organizada salió públicamente a decirle al Presidente que la lealtad al país de parte de los judíos de Estados Unidos no está en discusión y ponerlo en duda es inaceptable.

 

Los números a veces ayudan más que las palabras. La realidad indica que los judíos son un porcentaje muy pequeño en el electorado. En un país donde el voto no es obligatorio, los judíos en edad de votar llegan a un poco menos del dos por ciento del electorado. Desde hace décadas, el promedio de votos judíos al Partido Demócrata ha sido el 70 por ciento y el restante 30 por ciento al Republicano. No habrá una variación dramática de esos números en noviembre. Más allá de la política exterior de cada partido; más acá del antisemitismo creciente; y más acá todavía de las diferencias abismales de pensamiento que hay no sólo entre Biden y Trump, sino dentro de sus propios partidos. Cualquiera sea el resultado, habrá cambios porque ambos tienen visiones muy distintas de cómo debe ser el liderazgo de una potencia mundial como Estados Unidos. No es extraño que hoy estén empatados en las encuestas. Las dudas son mayores a las certezas.

 
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