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| jueves noviembre 21, 2024

El coraje de envejecer


Una querida amiga que murió el año pasado a los ochenta y largos, solía decir que ´´para envejecer se necesita coraje.´´ Tal vez sea una frase como tantas otras, pero yo la encuentro brillante, optimista incluso, porque lo que a uno se le viene encima pasados los setenta o incluso antes, no es fácil de digerir. El Pirké abot o Tratado de los principios sostiene que a los setenta comienza la decadencia: los dolores y molestias físicas aumentan y las pérdidas se acrecientan. Es ante ese panorama que mi amiga Ana insistía en el coraje, en el valor de envejecer. ¡Son tantas las pequeñas revelaciones! Jorodowsky va más lejos y creo que envejecer es maravilloso precisamente porque es entonces cuando uno puede desprenderse de lo inútil y quedarse con lo esencial. Sobre todo en los apetitos y las relaciones. De todos los pueblos  de la tierra el  que más atención ha prestado a los ancianos es el chino, al punto tal que uno de los significados del nombre del filósofo Lao Tsé es el viejo sabio,. En el carácter que lo nombra, lao, se vislumbran un sombrero, la persona y el cambio. Seguramente en alusión a las canas. En el País del Medio cuando uno mentía sobre sus años, agregándose más  y más,  quien lo oía se daba cuenta de que lo hacía por elegancia y prestigio, al revés de lo que sucede hoy, cuando casi todo el mundo quiere ser eternamente joven, entre otros  Dorian Grey.

 

 

            El hecho de que las neuronas, en su frescura,  tengan un destino diferente al  de las demás células, señala que podemos estudiar-y aprender-hasta el último día de nuestras vidas. En cuanto al coraje, que en hebreo se dice ometz, posee las mismas letras que motzá, origen, procedencia y también Oriente, es decir el lugar donde nace el sol. Lo cual revela, en el fondo, que al envejecer nos importan más los orígenes de las cosas que su fin, y eso a pesar de lo cercano del nuestro. Para el Talmud un pueblo que cuide y respete a sus ancianos tendrá la larga vida, en tanto que uno que no los asista ni les escuche, está condenado a la inmadurez y en última instancia al fracaso. También la India ancestral era, y aún es, ceremoniosa y delicada con los ancianos, que a partir de cierta edad usan un turbante blanco que certifica la categoría que le conceden los años al que ha envejecido. Un cuento tradicional japonés escenifica algo notable: comoquiera que los hijos solían desprenderse de sus mayores abandonándolos en la montaña, sucedió que un hombre se convenció de que no debía ser así dada la sabiduría de los abuelos, y decidió retroceder y volverlo a su sitio, es decir a su origen. Lo cual supuso el abandono de esa práctica que también se daba entre los esquimales.

            Herman Hesse acota en su libro sobre la vejez que es la mejor de las épocas para amar, pues entonces que no nos mueven la pasión ni la posesión sino el verdadero deseo de compartir. Incluso, y mientras podemos, la voluntad de servir y ayudar. Por mi parte yo agregaría al coraje de mi amiga la templanza, una esquiva y no siempre fácil serenidad. Cultivarla no es sencillo, pero una vez que comienza a crecer nos lleva a zonas inesperadamente gratas de habitar.  Hay un punto en el que lo poco ya es mucho y la satisfacción siempre es mayor que el deseo, pues comprendemos que el milagro de cada instante de vida es tan prodigioso como irrepetible.

 
Comentarios

Envejecer, es lo mejor que nos puede pasar, si sabemos vivir ese periodo de la vida, haciendo úso de la experiencia acumulada a lo largo de una vida … no existen «recetas» para ello, todo es aprendizaje, pero desde una perspectiva mayor y mas nítida de las cosas, lo cual llegada la hora, nos será de ayuda inestimable …
si para ser felices, es preciso tener buena salud y mala memória, para tener un buen tránsito por esa etapa de la vida, es preciso seguir activo, y con iliusion por querer vivirla …

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