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| viernes noviembre 22, 2024

Las revelaciones de Guilad Shalit a un año de su liberación


Ana Jerozolimski

Semanario hebreo. Uruguay

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Esta semana, hace exactamente un año, Israel contenía el aliento esperando ver de regreso en el país, en su casa, entre los suyos, al soldado Guilad Shalit que había sido secuestrado por Hamas cinco años y cuatro meses antes. Radicales armados habían irrumpido el 25 de junio del 2006 por un túnel subterráneo al lado israelí de la frontera en la zona de Kerem Shalom, logrando adentrarse al puesto militar apostado en el lugar, matar a a dos soldados , herir a otros dos y llevarse consigo a Gaza a Shalit, que tenía en ese momento 19 años.

Durante años en los que no se permitió ninguna visita a Shalit por parte de la Cruz Roja Internacional ni se le hizo llegar cartas de su familia, los israelíes especularon no sólo sobre su ubicación exacta sino sobre su situación, en qué medida su vida corría riesgos y por cierto sobre las condiciones en las que era mantenido durante su cautiverio.

Tras intensas y muy polémicas negociaciones, el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu pactó intercambiar a Shalit por más de mil presos palestinos encarcelados en Israel por su participación en atentados, entre ellos también varios símbolos fuertes, de los llamados “con sangre en las manos”, por los ataques con víctimas mortales en los que habían participado.

El 18 de octubre del 2011, se concretó el intercambio, al recuperar Israel a Shalit quien fue rodeado de inmediato por su familia y amigos cercanos, mientras la ciudadanía israelí en general supo combinar el abrazo colectivo con la conciencia de que debían dejarle en paz para comenzar su gradual regreso a una vida normal.

Cada aparición de Guilad en público era destacada por los medios israelíes, que informaban indefectiblemente sobre las reacciones de la gente, los autógrafos que le solicitaban y la amable y un tanto tímida sonrisa con la que el ex soldado secuestrado respondía.

Uno de los campos en los que quedó más en evidencia su afán por volver a vivir con normalidad, fue el deporte, una gran pasión de Shalit desde jovencito. Fue invitado especialmente a partidos especiales o fue simplemente por su cuenta para disfrutar, generalmente con sus amigos más íntimos. Hace pocos días, llegó inclusive al Clásico entre el Barça  y Real Madrid, disfrutando especialmente al ver a su gran estrella Messi, en acción.

Es por ello que hace unos meses, el periódico “Yediot Hajaronot” lo invitó a publicar una columna semanal sobre el deporte, aunque el marco es por cierto apropiado para otros temas, y es indudable que el público israelí está ávido de oír detalles sobre lo que le sucedió esos más de cinco años en manos de Hamas.

Pues en una entrevista que Shalit grabó con el Canal 10 de la televisión israelí en el marco de un programa sobre su vida desde su liberación, el deporte también aparece, y es interesante que quede claro que haya sido hasta un común denominador con sus captores.

En su primera columna con “Yediot”, hace cuatro meses, Shalit ya habló de ese tema común a él y a sus captores. Pero en la entrevista del canal 10  aclara: “No siempre teníamos de qué hablar en otros temas y de política yo nunca acepté hablar con ellos. Ellos atacaban a Israel pero yo preferí mantenerme en silencio, conscientes de que en esa situación me llevaban ventaja”.Así que el deporte, era el único tema en común.

En la entrevista en cuestión, cuyo contenido exacto fue publicado por el mencionado rotativo aunque el programa del canal 10 aún no ha salido al aire, Shalit cuenta cómo pasaba sus días y cómo logró mantenerse cuerdo.

“Traté de concentrarme en las cosas buenas que aún tenía, de apreciar lo que tengo, aunque sea una vida miserable allí, pensando en que podía ser peor. Tenía televisión, radio, comida pasable..y, el hecho que no se ensañaban conmigo demasiado”, dijo Shalit. “El secreto para mantenerse cuerdo es mantener cierto marco, un orden diario, no estar todo el día en la cama sin hacer nada. Traté de evitarlo. Salvo al principio, cuando fue especialmente difícil, traté de mantenerme activo. Me levantaba más o menos a la misma hora  y me iba a dormir a la misma hora, hacía lo mismo casi todos los días”.

Eso no podía, sin embargo, hacer desaparecer sus temores.

“Imaginé que estaría mucho tiempo allí porque sabía que esas negociaciones pueden durar años”. En referencia al copiloto israelí cuyo avión fue derribado sobre territorio libanés hace más de 25 años, Shalit fue claro: “Temía por el antecedente de Ron Arad  ya que en su caso las negociaciones ya son irrelevantes, no hay con quién hablar y no se sabe dónde está.  Temía que también a mí me suceda eso, que se olviden de mí y no haya con quién hablar, que me hagan desaparecer y no sepan dónde estoy”.

A  pesar de ello, afirma que trató de no desesperar. “Traté de ser optimista y de pensar que si hay al menos una pequeña chance, tengo de qué aferrarme y seguir viviendo”.

La rutina en el cautiverio le enseñó cosas nuevas. “En ningún momento dejé de saber en qué día estaba. Siempre sabía la fecha. Y rápidamente aprendí a conocer las horas, de acuerdo al amanecer, el atardecer y sus rezos”.

Un elemento que debe haber sido clave era que en medio de su aislamiento e incertidumbre continuos, logró cierto contacto con sus propios guardias y a través de ellos, con el mundo exterior.

“Al principio no estaba casi expuesto a lo que sucedía en Israel o el mundo.  Hubo un tiempo en el que me permitieron mirar noticieros en la televisión en árabe  y entonces sabía lo que sucede en la región. En determinado momento recibí una radio y pude escuchar las noticas de Israel. Antes sólo en árabe. Al principio no entendía y luego sí, un poco. Así que cuando ellos escuchaban noticias, yo entendía”.

Pero los mejores momentos, dentro de lo difícil de su situación, eran cuando veía algún buen partido por televisión junto con sus propios guardias. Ahí, podían hasta compartir un entusiasmo…y alguna risa.

“En un partido de Hapoel Tel Aviv contra Lyon hubo un gol famoso de Eran Zehavi y ellos estaban muy impresionados de cómo un jugador israelí puede jugar así. Ese tipo de cosas me ayudaron a mantener mi cordura”.

Durante el día Shalit jugaba a veces dominó o ajedrez con sus captores o se inventaba a si mismo juegos, haciendo una pelota con medias y tirándola al cesto…No llevó un diario pero sí tenía todo tipo de apuntes que se hacía para no recordar. Bastante al principio, dibujó el pueblo en el que vive en el norte de Israel, Mitzpe Hila, con todas sus casas “para no olvidarme”. Pero sus guardias temían que estaba juntando información y él tenía que esconder sus apuntes.

Hace unos días, en el ya mencionado Clásico en Barcelona, Shalit compartió una cena íntima con unos muy pocos invitados, entre ellos la periodista catalana Pilar Rahola, quien luego, en conversación con este diario, comentó de su impresión del joven israelí: “Creo que su alma está muy herida, mi intuición lo percibe por su forma de hablar, sus gestos, la insistencia con la que busca a su amigo del alma que le acompaña a todos lados..pero al mismo tiempo, es evidente su fuerza interior, que le permitirá salir adelante”.

Durante el viaje  hacia la frontera de Gaza, el día de la liberación, Shalit estaba muy nervioso. No sabía si sucedería algo, si intentarían atacar la caravana  o algo funcionaría mal  a último momento. “Apenas salí del automóvil y pasé a Egipto por el pasaje de Rafah, sentí alivio”, dijo al Canal 10.

“Cuando llegué a Israel sentí que ya está, que terminó lo que había vivido. Que salí del pozo en el que me hallaba. Sentí alivio. Y comprendí que a mi alrededor estaba ocurriendo algo gigantesco: toda la cobertura periodística, el entusiasmo de la gente..Sabía que me llevaría tiempo hasta lograr  recuperarme de todo eso…”.

La primera noche en su casa, sumamente cansado, se fue a dormir a las 9 de la noche  o un poco después. Durmió bien, en su cama..Hasta que se despertó a las 2 de la madrugada y comenzó a dar vueltas por la casa. Por la ventana, veía guardias de la Policía de Fronteras.

Esta vez, eran de los suyos..y su intención era simplemente garantizar que nadie lo molestara.

 
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