La semana pasada, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) atacaron un complejo de túneles de Hamás en Gaza con 160 aviones de combate agrupados en 12 escuadrones, que descargaron cientos de municiones de ataque directo (MAD) antibúnker en menos de una hora. Aunque la evaluación de daños aún se está desarrollando, el raid destruyó el que quizá fuera el componente más importante de la infraestructura de Hamás; se arrasó con grandes cantidades de municiones y probablemente se dio muerte a decenas, si no a cientos, de combatientes. Fue un mazazo para Hamás, y puede que un punto de inflexión en el conflicto. Asimismo, fue una poderosa advertencia a Irán y a Hezbolá de las consecuencias de un asalto israelí a su arsenal del sur del Líbano, compuesto por decenas de miles de misiles.
La operación de las FDI fue una cuidada combinación de inteligencia, vigilancia, conocimiento de las tácticas del enemigo, engaño, sorpresa y fuerza abrumadora y precisa. El engaño y la sorpresa fueron determinantes. La sorpresa es un principio rector de la guerra para ejércitos como el británico y el norteamericano; en el manual de campo de este último se define como “golpear al enemigo en un momento, lugar o modo para el que no esté preparado”. Y añade: “El engaño puede contribuir al logro de la sorpresa”. A lo largo de la historia de la guerra, la sorpresa por el engaño ha conducido a victorias espectaculares, a menudo contra todo pronóstico.
La operación de engaño de las FDI en Gaza evocó la del líder israelita bíblico Gedeón contra los madianitas, cuando puso a sus hombres a hacer sonar las trompetas, encender antorchas y proferir gritos de guerra para generar la impresión de que eran muchos más y provocar la huida del campo de batalla de un enemigo muy superior.
El pasado jueves, las FDI concentraron en la frontera con Gaza tanques, piezas de artillería y vehículos de combate, cuyos motores sonaban como las trompetas de Gedeón. El despliegue fue observado por Hamás y por los medios internacionales de comunicación, que informaron de una inminente invasión terrestre. Al modo madianita, cientos de combatientes de Hamás corrieron a buscar refugio en su red de túneles. Construida por Hamás tras el conflicto de 2014 para albergar centros de mando, almacenar armas y facilitar desplazamientos seguros, esos túneles recorrían decenas de kilómetros del subsuelo gazatí. Pues bien, dichos combatientes se vieron atrapados mientras afuera llovían las MAD. Cuando salieron a hacer frente a la invasión que nunca se produjo, los equipos antitanque y las brigadas encargadas de los morteros que habían sobrevivido fueron igualmente atacados desde el aire.
Esta obra maestra de la sincronización táctica, tan compleja, simboliza la precisión de los ataques de las FDI durante esta campaña, la operación Guardián de las Murallas, que ya ha infligido a Hamás un daño del que tardará años en recuperarse. Las FDI han extraído numerosas lecciones de sus intervenciones previas en Gaza, y desde 2014 han recopilado grandes cantidades de información de inteligencia y trabajado para desarrollar planes de batalla y soluciones tácticas para sus enfrentamientos con Hamás y sus colegas de la Yihad Islámica Palestina.
Hamás no es rival para las FDI, y podría ser derrotado mucho antes y de manera mucho menos costosa, con una fuerza militar demoledora, si no fuera por la necesidad israelí de minimizar la pérdida de vidas civiles. Hamás lo sabe. Sabe que no puede imponerse a las FDI y no tiene la menor intención de intentarlo. Su estrategia consiste en atacar núcleos de población israelíes con cohetes, drones kamikazes y por medio de sus túneles, con el objetivo de provocar contraataques de las FDI en los que mueran civiles y así demonizar y aislar a Israel y conseguir apoyo internacional para su causa. Con los escudos humanos como elemento fundamental de sus operaciones, Hamás es el primer ejército de la Historia que utiliza la vida de su propia población civil como arma de guerra.
Lamentablemente, su estrategia ha sido exitosa. Durante muchos años, la mayoría de los medios del mundo han informado entusiásticamente sobre las muertes de civiles palestinos como si fueran un objetivo deliberado de una cruenta forma israelí de combatir. Esta propaganda palmariamente falsa ha sido aventada por los defensores de Hamás y los tontos útiles de Occidente. En EEUU, Gran Bretaña y Europa, la semana pasada vimos cientos de manifestantes antiisraelíes portando banderas palestinas, quemando banderas israelíes, escupiendo su odio al Estado judío y llamando a las FDI asesinas de niños. La calumnia hamasiana es un estimulador esencial para los académicos israelófobos de los institutos y universidades occidentales, que han explotado sus falsas acusaciones como ricos filones para el adoctrinamiento de generaciones de estudiantes.
Lo mismo hacen organizaciones de derechos humanos de todo el mundo. Decenas de resoluciones antiisraelíes de la ONU, a menudo basadas en la narrativa de Hamás, retuercen cada aspecto de los enfrentamientos que se producen en Gaza. La guinda ha sido una decisión adoptada por la Corte Penal Internacional este año para emprender una investigación exhaustiva con la esperanza de sentar en el banquillo de La Haya a soldados, oficiales y políticos israelíes.
En los últimos 15 años, he tomado parte en cada reunión de urgencia y análisis de pruebas del Consejo de Derechos Humanos de la ONU atinente a los conflictos registrados en Gaza. La ignorancia voluntaria y la mala fe han sido siempre estremecedoras. Cada comisión de investigación establecía la culpabilidad de Israel antes siquiera de reunirse por primera vez. En cada debate y votación se han denunciado abrumadora y falsamente los supuestos crímenes de guerra y contra la Humanidad perpetrados por Israel. Mientras, los múltiples crímenes de guerra verdaderamente perpetrados por Hamás han sido dejados de lado.
La realidad es muy distinta de las patrañas que emana de esa Babel moderna. El ataque de las FDI contra los túneles del metro de Hamás se basaba en un accionar vertiginoso y en la coordinación de 160 aviones descargando sobre un área muy reducida en un muy corto espacio de tiempo. Junto con esas complejidades formidables, las FDI se afanaron por que la pérdida de vidas civiles fuera la menor posible, y a tal fin seleccionaron objetivos en los que el número de inocentes heridos fuera mínimo, como por ejemplo calzadas vacías que discurrieran por sobre la red de túneles, manteniendo en todo momento una estrecha vigilancia para que no apareciera de repente un autobús cargado de civiles. Las FDI han destruido varios rascacielos que albergaban, aparte de oficinas y apartamentos civiles, infraestructura militar crítica de Hamás. Notablemente, todos ellos han sido arrasados sin que se hayan reportado bajas civiles.
Como en otros conflictos desarrollados en Gaza con anterioridad, las FDI han hecho emisiones de radio en árabe, mandado SMS e incluso telefoneado a civiles de la Franja para advertirles de ataques inminentes e informarles de hacia dónde podían dirigirse, y siguiendo qué ruta, para ponerse a salvo, como ha quedado confirmado por entrevistas realizadas a habitantes de la Franja.
Cuando los civiles no abandonan un edificio señalado, las FDI a veces arrojan municiones especiales de escasa potencia (para golpear el tejado) a fin de urgirles a hacerlo. Con una cuidadosa vigilancia de las áreas señaladas, la fuerza aérea israelí frecuentemente aborta salidas si hay riesgo de bajas civiles.
En un conflicto diseñado por Hamás para maximizar las bajas civiles, algunas de estas son inevitables. Aún es pronto para analizar debidamente el número de víctimas o la ratio de civiles-combatientes muertos, pero las evaluaciones provisionales sugieren que las FDI han sido más exitosas en la minimización de bajas civiles que en otros conflictos desarrollados en Gaza. En los medios, las asociaciones de derechos humanos y los organismos internacionales, muchos se han precipitado a considerar crímenes de guerra todas las bajas civiles (salvo las causadas por Hamás, claro). Pero la Convención de Ginebra no dice eso. Causar víctimas civiles no es ilegal cuando una operación militar es necesaria en el curso de la guerra, aquéllas no son desproporcionadas en relación a la ganancia militar prevista y los mandos responsables no han atacado intencionadamente a los civiles, sino que han hecho lo posible para no alcanzarlos.
Los medios tratan los informes del Ministerio de Sanidad de Gaza como si fueran objetivos y de fuente autorizada. No es así y lo saben. El Ministerio de Sanidad está controlado por Hamás y está a sus órdenes. Un ejemplo: de los cerca de 2.000 proyectiles lanzados hasta el momento por Hamás, unos 400 se quedaron cortos y cayeron en la propia Gaza. Algunos de ellos mataron a civiles, pero el ministerio gazatí hace la atribución a las FDI.
Contraintuitivamente, el medio más efectivo para salvar vidas civiles gazatíes es el sistema israelí antimisiles Cúpula de Hierro. Pese a los esfuerzos de Hamás por colapsarlo, ha conseguido un 90% de éxito en su misión de impedir que los misiles de Gaza alcancen sus blancos. Esto no sólo salva la vida a incontables civiles israelíes, sino que posibilita que las campañas de las FDI sean más premeditadas, discriminatorias y precisas. Si hubieran muerto cientos de israelíes bajo los cohetes de Hamás, las FDI no tendrían otra opción que golpear Gaza con gran ferocidad, y sus fuerzas terrestres ya habrían entrado en la Franja, causando inevitablemente muchas más bajas civiles.
Pese a todo, y como no dejan de mostrarnos los medios, las auténticas víctimas de esta campaña están siendo los civiles de Gaza. Pero normalmente se equivocan a la hora de dar cuenta de la causa. Todo es debido a la agresión no provocada de Hamás contra Israel. Sin ella, nada habría ocurrido. Cuando esta ronda de enfrentamientos haya concluido, Hamás trabajará para volver en mejores condiciones la próxima vez. Es decir, para reconstruir sus capacidades militares, no la infraestructura civil de Gaza. Si los Gobiernos occidentales, los organismos internacionales y las organizaciones de derechos humanos están verdaderamente interesados en evitar el sufrimiento en la Franja, deberían ponerse manos a la obra enseguida para poner fin al régimen de terror de Hamás, en vez de apoyarlo mediante el cacareo de su relato siniestro.
© Versión original (en inglés): Gatestone
© Versión en español: Revista El Medio
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