Este fin de semana fue diferente para los judíos de Chile. Un peso que llevaban por mucho tiempo por fin se cayó y la alegría empapó el ambiente. Miedos que estaban arraigados por años desaparecieron y un nuevo precedente se marcó para siempre.
El viernes 28 de mayo, decenas de personas llegaron al frontis de la Embajada de Israel en Santiago, no para quemar banderas y apoyar el terrorismo de Hamas como se vio hace pocos días atrás, sino que envueltos en banderas azul y blanco para mostrar su apoyo, y con mucha alegría, cantos, globos y pancartas, solamente en busca de la paz.
Esta iniciativa no estuvo exenta de polémica. Cuando se planteó la posibilidad de salir a la calle a manifestarse, no pocos se restaron, y, es más, la criticaron fuertemente. La dirigencia comunitaria directamente anunció que ellos no organizaban ni apoyaban esa manifestación, no siendo la primera vez que esto ocurre al intentar armar un evento así. Los argumentos añejos de siempre, que no es el momento, que es peligroso, que es mejor quedarse callados. Pero los antiguos líderes sionistas no estuvieron dispuestos a esconderse. Y salieron.
Con la marea en contra, se logró congregar a más de 100 personas. Caras pintadas, mensajes de paz y alegría. Ahí no importaba dónde vives, por quien votas ni que edad tienes. Había unión, por Israel y por enviar apoyo a la distancia después de momentos muy difíciles.
Gente que se cansó de demostraciones antisemitas, gritos y ataques. Agotados de la desinformación y de la violencia en redes sociales sin que haya una respuesta contundente por parte del liderazgo comunitario. Salieron a la calle como hace muchos años no se veía y le mostraron al resto de Chile que no hay que tener vergüenza en apoyar el sionismo. Que Israel es la tierra de todos y eso hay que celebrarlo.
Los autos pasaban y tocaban la bocina en señal de apoyo mientras se soltaban globos blancos y azules hacia el cielo. El punto más alto de la emoción fue cuando la embajadora de Israel, Marina Rosenberg, bajó junto a su equipo a reunirse con la gente. Dio las gracias por la iniciativa, bailó y disfrutó del momento al igual que todos los que estaban ahí. El broche de oro, el Hatikva, fuerte y claro, en la mitad de Santiago, para que todo el que pasara por ahí, lo escuche.
Se rompió el espejismo de la minoría débil contra la mayoría abrumadora. Mientras la manifestación agresiva palestina reunía a 3 diputados, al menos 4 medios de comunicación y un candidato presidencial, cuando el grupo terrorista Hamás aún atacaba a la población civil israelí, numéricamente no marcaron una diferencia notable a la reciente y positiva manifestación pro israelí.
Los judíos en Chile llevan muchos años escondidos, resolviendo las cosas de manera “políticamente correcta”, sin mostrar la cara, sin salir a terreno. Eso ha tenidos efectos adversos en la opinión pública con respecto a la comunidad y a Israel. Porque el adversario sale a la calle, organiza caravanas, quema banderas sin ninguna consecuencia, está ahí siempre, en universidades y en el Congreso, en política y en los medios. Tiene una cara visible que eclipsaba la nuestra sin importar cuantas cartas se manden a los diarios, o cuántos tweets se escriban por día.
Pero eso ahora va a cambiar. Porque los que querían ir y no fueron por miedo o porque les pareció que la manifestación estaba “mal organizada”, se dieron cuenta de que no se necesita mucho más para sacar la cara y decir “aquí estamos y no nos van a intimidar”. Espero que esta vez los jóvenes que casi no participaron también se empoderen, y puedan liderar estas iniciativas en el futuro. Sí, los medios son importantes, lo digital hoy rige gran parte de nuestras vidas, pero sacar la cabeza de la tierra es mucho más importante, ir de frente, unidos, como un solo pueblo que nunca más va a dejar que los antisemitas se den el lujo de hacer lo que quieran sin tener consecuencias o al menos una manifestación de repudio. Espero que esto marque un precedente, y que los judíos sean capaces de decir juntos y que todo Chile lo escuche “Am Israel Jai”.
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