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| viernes noviembre 22, 2024

Una Isla Democratica En Un Mar De Tiranias


Un nuevo gobierno inició sus funciones en el Estado de Israel, una isla de democracia, pluralismo, igualdad de género y tolerancia religiosa rodeado de dictaduras, reinos medievales, teocracias y pseudo democracias en donde los partidos y élites gobernantes organizan elecciones en las cuales obtienen, sin mayor esfuerzo, entre el 95% al 100% de las preferencias populares.

 

Pues a diferencia de sus vecinos que resuelven sus problemas apelando, en el mejor de los casos, al fraude electoral o a la violencia como es el caso sirio, yemenita y libanés, en Israel los problemas de gobernabilidad se resuelven mediante el voto ciudadano. Y es así que, tras cuatro elecciones en dos años, un aire fresco entra en la política israelí y un nuevo ciudadano ocupa la cabeza del poder ejecutivo en Jerusalén. Se trata de Naftalí Bennet procedente de la derecha religiosa nacionalista, en donde su partido, YEMINA (derecha), lidera conjuntamente con el centrista-laico YESH ATID del periodista Yair Lapid una coalición que incluye al derechista TIKVA JADASHA, a ISRAEL BEALIA identificado con el electorado laico proveniente de la antigua Unión Soviética, para luego contar con el apoyo del centrista CAJOL LABAN, incorporando también al histórico LABORISMO y al izquierdista MERETZ, cerrando con el islamista RA´AM.

 

Así como lo acaba de leer: más allá de la diferencia ideológica entre sus ocho integrantes, el abanico que conforma la nueva coalición de 61 bancas sobre las 120 existentes en la KNESET (parlamento), por primera vez incluye a RA´AM, representante de un sector de la minoría árabe que integra aproximadamente el 20% de la población nacional, una minoría con presencia constante en la casa legislativa pero que siempre estuvo reacia a sumarse a las 35 coaliciones precedentes en los 73 años de independencia. Con Mansour Abbas a la cabeza de los cuatro diputados que fueron claves para conformar el 36º gobierno israelí, prioriza mejoras en la calidad de vida de sus electores principalmente ubicados en la Galilea y en el Neguev, aquejados de serias dificultades sociales, culturales y estructurales que les han impedido disfrutar plenamente de los altos estándares de desarrollo humano que gozan los demás israelíes, sin olvidar los elevados índices de criminalidad acentuado en años recientes ante la mirada pasiva de las autoridades responsables.

 

Es que si hablamos de lo bueno, corresponde también hacerlo de los temas a mejorar. No todo es perfecto y color de rosa en Israel, país que como todos es perfectible. Sin embargo, la incorporación de RA´AM al gobierno nos da un nuevo argumento y una oportunidad para demostrarle la falsedad de aquellos que injustamente y de manera ignorante acusan a Israel de practicar el apartheid contra los 1.8 millones de árabes israelíes, recordando que el apartheid fue aquella terrible institución que rigió en Sudáfrica por espacio cercano a un siglo discriminando sistemáticamente a la población negra por motivos raciales privándoseles de todos sus derechos ciudadanos.

 

Hablar de Israel y apartheid en paralelo es una aberración presente solamente en la mente de odiadores de oficio, toda vez que desde su fundación Israel sumó a la población árabe a su vida cotidiana. Existen jueces, diplomáticos, militares, científicos, policías y deportistas árabes que hacen vida en Israel. El capitán de la selección israelí de futbol, Bibras Natkho, es musulmán circasiano. Y no olvidemos que la población árabe de Israel es la única población árabe en todo el Medio Oriente que vota en elecciones libres y elige a sus líderes. Es una población que tienen acceso a escuelas y universidades de primer orden, ni que decir de la atención que recibe en la red de salud pública que demostró su eficacia derrotando al covid-19 y la cual también tiene en sus filas a doctores, enfermeros y paramédicos pertenecientes a la etnia árabe, profesionales que fueron una pieza importante en el exitoso logro israelí, modelo a escala mundial.

 

Es así que, tras doce años ininterrumpidos al frente del gobierno, el partido LIKUD de Benjamín Netanyahu, sus aliados ultraortodoxos y de la extrema derecha, pasaron a formar parte de la oposición, junto al otro partido árabe que desistió sumarse al ejecutivo nacional. Así es la democracia en un país que funciona. Mientras unos salen, otros entran. Alternancia, inclusión de minorías, diálogo y pragmatismo, reconociendo y respetando al rival, fórmula que deseamos se expanda por todo el Medio Oriente, muy en especial en aquellos países en donde aun la pólvora fratricida sigue cegando la vida de decenas de miles de ciudadanos árabes a manos de los tiranos que los oprimen.

 

Alberto Jabiles Schwartz

Lic. en Educación e Historia, Universidad Hebrea de Jerusalén

 
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