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| viernes noviembre 22, 2024

No, la guerra de Gaza no ha acabado con la normalización árabe-israelí


Una nueva guerra en Gaza no haría descarrilar la normalización arabo-musulmana con Israel. La teoría de que la paz entre israelíes y palestinos es imperativa para la mayor aceptación de Israel en los mundos árabe y musulmán ya no se sostiene. El conflicto palestino sigue siendo importante, pero no es el eje de la integración israelí en la región.

El peor de los augurios, la muerte de los Acuerdos de Abraham, no ha estado siquiera cerca de materializarse. Al contrario: tras el conflicto de mayo en Gaza se han producido una serie de acontecimientos, protagonizados por países musulmanes como Kazajistán, Egipto, Sudán o Marruecos, que dan cuenta de un sutil cambio en las dinámicas del conflicto arabo-israelí. El más importante podría ser la desvinculación del proceso de paz entre israelíes y palestinos con la integración regional de Israel.

Emiratos acaba de recibir por primera vez a un ministro de Exteriores israelí. Recientemente, ocho países musulmanes participaron junto con Israel en las maniobras militares norteamericanas Brisa Marina, celebradas en el Mar Muerto. Kazajistán, miembro de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), dedicó un memorial a los judíos sólo unos días después del conflicto de Gaza. Y la guerra aún estaba en curso cuando Sudán cosechó los frutos de su normalización con Israel (y de otras políticas positivas) con los compromisos de alivio de su deuda alcanzados en París el 17 de mayo.

Una semana después, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliev, celebró los «fuertes lazos” entre su país e Israel y declaró orgulloso que Bakú tiene “pleno acceso al sofisticado armamento israelí”.

Egipto, por su parte, envió por primera vez en 13 años una invitación a un canciller israelí para que visitase El Cairo.

En marzo, Kosovo, candidato a ingresar en la OCI, se convirtió en el primer país musulmán en trasladar su embajada a Jerusalén. Cuando, dos meses después, estalló el conflicto en Gaza, Kosovo no reconsideró su decisión. Tampoco tomó medida punitiva alguna contra Israel la OCI ni ninguno de sus Estados miembros. (De todas formas, la organización multilateral reconvino a Kosovo por el traslado de la embajada).

También después del conflicto de Gaza, Bangladés levantó su veto sobre los pasaportes israelíes y le dijo al embajador palestino: “Somos un país soberano”. Aunque aún no tiene relaciones diplomáticas con Israel, el momento del gesto de Daca es relevante.

La normalización ha llegado para quedarse, e Israel ya no es el enemigo en numerosos círculos estratégicos de Oriente Medio. Las predicciones sobre la muerte de los Acuerdos de Abraham se revelaron prematuras. Hamás e Irán, así como una larga lista de partidos derechistas, nacionalistas de izquierdas y líderes populistas (como el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro de Pakistán, Imrán Jan), han encontrado pocos compradores en la región para su campaña contra la normalización.

Las percepciones sobre Israel cambiaron en los círculos regionales de seguridad nacional entre 2011 y 2020. La reputación tecnológica de Israel, sus ataques de precisión en Siria, el papel desempeñado por su armamento en la guerra de Nagorno-Karabaj y sus operaciones encubiertas contra el programa nuclear iraní han tenido el efecto combinado de obligar a una serie de estrategas políticos a concebir un rol israelí en una seguridad regional colaborativa.

En sendas entrevistas celebradas en enero y mayo del año pasado, dos oficiales de seguridad de dos países vecinos de Irán dijeron que confían indirectamente en Israel para contener el empuje iraní, lo cual no creen que puedan hacer sus países por sí solos. Los altos cargos no lo dirán abiertamente, pero los periodistas llevan cinco años oyendo variaciones de este razonamiento en círculos gubernamentales, castrenses y de inteligencia.

Llegados a este punto, cabe añadir una nota de precaución: Israel no debería abandonarse a su suerte.

Si bien las dinámicas han cambiado, una repetición del conflicto de Gaza, de los disturbios en Jerusalén, de las imágenes de mujeres y niños palestinos peleando con soldados israelíes sometería a presión a los numerosos buenos amigos de Israel en la región, reforzaría a los halcones y podría ralentizar la forja de nuevos lazos.

Pero si Israel muestra a sus nuevos amigos que puede manejar con destreza el conflicto con los palestinos, puede a su vez confiar en recibir apoyo de esta nueva red regional para que presionen a los líderes palestinos a fin de que emprendan las reformas necesarias, se centren en las oportunidades para los jóvenes palestinos y eviten la violencia. La idea de que los árabes deberían empujar a los palestinos hacia la moderación está cobrando fuerza en los países moderados que tienen el potencial de cambiar el enfoque árabe hacia la cuestión palestina, y eso depende de cómo juegue Israel sus cartas.

© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio

 
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