Al señalarse esta semana el Día de la Escritora, recordamos ineludiblemente a una mujer que nos impactó apenas la conocimos, por lo que pasó, por lo que vio y vivió y por la combinación de suavidad y firmeza, por la fortaleza que irradiaba no «a pesar» de todo sino precisamente por lo que había experimentado.
Cuando se habla de la difícil situación de la ciudadanía en la República Islámica de Irán, que no goza de libertad y cuyo gobierno no respeta los derechos humanos de su gente, la imagen que nos viene a la mente es por un lado la de las conocidas ejecuciones en la horca en las plazas públicas y por otro, la de Marina Nemat, que desafió al régimen y logró sobrevivir.
Esta hoy renombrada escritora, nacida en Irán en abril de 1965 y radicada desde 1991 en Canadá, fue presa a los 16 años por criticar públicamente al régimen que trajo consigo la revolución del Ayatollah Khomeini. Pasó más de dos años en la infame prisión de Evin, fue torturada y estuvo a punto de ser ejecutada.
Durante esos dos años, fue torturada, violada, obligada a casarse con su carcelero y a convertirse al Islam, advirtiéndosele que de lo contrario, su familia pagaría por ello. Finalmente, fue de las afortunadas que logró salir. En 1991 consiguió exilarse a Canadá. Se casó con Andre, su novio de juventud en Irán, retornó por cierto al Cristianismo que de hecho nunca había abandonado en su fuero íntimo, y construyó una nueva vida, pero sin olvidar.
Marina dedica la mayor parte de su trabajo al tema de los derechos humanos. Diserta regularmente en liceos, universidades y en conferencias en diferentes partes del mundo. Es miembro del Centro Canadiense para Víctimas de Tortura, y de Vigdis, una organización noruega de caridad que ayuda a mujeres que son prisioneras políticas en diferentes partes del mundo. Encabeza el Comité de Escritores en el Exilio de PEN Canadá, es miembro del Consejo Internacional de la Fundación de DDHH en EEUU y es desde 2010 voluntaria en el Comité de Refugiados de la iglesia. Asimismo, es miembro del Centro Raoul Wallenberg de Derechos Humanos .
En el 2007 escribió su primer libro “Prisionera de Teherán” (Penguin,Canadá), que vio la luz también en otros 28 países. Y en el 2010, el segundo: “Después de Teherán: Una vida recuperada”. Han sido variados y numerosos los galardones que le entregaron. Pero probablemente su mayor éxito ha sido sobrevivir el horror y poder contarlo.
Tuvimos el gusto de conocer a Marina hace pocos años al presentar sus libros en Israel. Nos impactaba oir la fuerza de su testimonio a través de su voz suave, y nos preguntábamos cómo es que no habían logrado borrarle la sonrisa.
Estos días, volvimos a contactarla.
Este es su testimonio hoy, a más de 40 años de haber ido presa.
P: ¿Cómo describirías en qué consiste el desafío de manifestar contra el régimen?
R: El régimen ha demostrado que no tolera criticismo ni disidencia. Quienes protestan son considerados enemigos de Dios, se los tilda de “espías de Estados Unidos”, entre otras cosas. Se los lleva presos, se los viola, se los tortura y se los mantiene presos en aislamiento durante largos períodos . A veces, terminan ejecutados. A muchos presos se niega tratamiento médico aún cuando tienen una gran necesidad de recibirlo y simplemente se los deja morir.
P: ¿Qué significa estar detenido por las Guardias Revolucionarias iraníes?
R: Tortura, violación y diferentes tipos de actos crueles y malos tratos.
P: Sé que es imposible describirlo todo en una corta entrevista…y tú has escrito libros sobre ello. Pero te preguntaría, en resumen, cuál es el sentimiento que se lleva adentro cuando uno ya está preso, en manos del régimen?
R: Es como el infierno. Ellos pueden hacer lo que quieran con uno, y lo hacen. La tortura es una práctica común en las prisiones iraníes.Y la sensación es, claramente, que al mundo no le importa nada lo que te esté ocurriendo.
P: ¿Hay algún mensaje que quisieras transmitir al mundo, como iraní?
R: El pueblo de Irán es rehén de su brutal gobierno. La mayoría está cansada del régimen, pero conocen su brutalidad absoluta y el precio de la disidencia.
P : ¿Y cuál sería el mensaje a los que protestaron en las calles de Irán?
R: Mis sentimientos están con ustedes. Yo también protesté en las calles de Teherán en 1980 y 1981. Sean fuertes, resistan. Llegará el momento. La libertad sera vuestra en algún momento. Ninguna dictadura dura para siempre. Sean sabios. No se dejen tentar por quienes simulan estar contra el régimen pero de hecho tienen un claro trasfondo de haberlo servido. Tengan cuidado también con los grupos políticos extremistas que aunque estén contra la República Islámica, probablemente no sean mejores si llegan en algún momento al poder.
P: Marina han pasado ya años desde que comenzaste a hablar y me pregunto si tú misma consideras que tu historia personal puede haber inspirado a quienes te han leído y escuchado.
R: Desde mis primeras memorias, mi libro “Prisionera de Teherán”, que publiqué en el 2007, decenas de lectores me han escrito diciéndome que se sintieron inspirados por mis relatos. Al principio, eso me confundía. Yo nunca había considerado que mi vida era “inspiradora”. Escribí mi historia simplemente porque necesitaba dar testimonio.
Me llevó casi 20 años ser capaz de volver a mi pasado y enfrentar lo que había ocurrido. Muchos de mis amigos están sepultados en fosas comunes. La mayoría fueron ejecutados siendo tan solo adolescentes en los años 80 poco después de la revolución islámica de 1979 en Irán. Fuimos torturados y algunos de nosotros violados. Si fui testigo y no doy mi testimonio, sería irrelevante, mi vida perdería sentido. Pero mi vida pertenece a aquellos que no sobrevivieron.
P: No puedes no contar lo que ellos y tú vivieron….
R: Así es. Si doy la espalda al pasado, me estaría convirtiendo en cómplice de quienes asesinaron a mis amigos.Y no estoy dispuesta a hacerlo. Con el tiempo comprendí, sí, que hay quienes ven en mí una inspiración por el hecho de haber sobrevivido los horrores indescriptibles y de haber permanecido aparentemente entera. En cierta forma, puede que realmente lo sea, que lo esté. Pero la gente no ve el duelo que llevo conmigo. Sin embargo, he aprendido que la felicidad brilla mucho más junto al duelo. Es ese sufrimiento el que nos permite valorar más cada aliento, cada momento, siempre y cuando los vivamos haciendo lo correcto. Sobrevivir tiene un precio: el peso del deber que eso ha colocado sobre mis hombros es gigantesco, pero trato de llevarlo con gracia.
P: No siempre será fácil me supongo…
R: No.Tengo días buenos y otros malos.He aceptado mi debilidad y el hecho que soy humana, pero nunca me permito estancarme. Dar testimonio no es un trabajo a medio horario. Exige de nosotros dar todo lo que tenemos.
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