Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido que esta semana anunció su renuncia, es considerado un verdadero aliado del Estado de Israel, a tal punto que todos los involucrados en la diplomacia entre Israel y Gran Bretaña consideran a su mandato como la etapa de mayor desarrollo de las relaciones bilaterales.
Su renuncia se produce luego de que más de 50 funcionarios del gobierno le quitaran su apoyo en los últimos días, luego de condenar el ascenso político que Johnson otorgó a un miembro de su partido acusado de abuso sexual, entre otros escándalos públicos. Pero tanto hacia Israel como hacia la comunidad judía británica su actitud fue cálida y comprensiva.
Llegó a considerarse a sí mismo como “sionista” y cuando se desempeñaba como alcalde de Londres lideró una política resuelta en contra del BDS, movimiento internacional de boicot contra Israel. En febrero de 2016, tras recibir un mensaje de WhatsApp del actual primer ministro israelí Yair Lapid, actuó con celeridad para eliminar consignas anti israelíes que aparecieron en el transporte público de Londres. Desde entonces ambos se mantienen en contacto.
En noviembre de 2015 visitó Israel y fue fotografiado mientras montaba una bicicleta junto con Ron Huldai, alcalde de Tel Aviv. En ese viaje recibió críticas palestinas por sus declaraciones contra el movimiento BDS: “No se me ocurre nada más tonto que decir que Israel debe ser boicoteado, desinvertido o sancionado, especialmente porque es la única democracia de Medio Oriente que tiene una sociedad pluralista y abierta”, expresó. Sus dichos provocaron la suspensión de una reunión que tenía agendada en Ramallah.
El origen del cariño de Boris Johnson hacia Israel se remonta a 1984, cuando junto a su hermana visitaron el país durante unas vacaciones de verano. Fue voluntario del kibutz Kfar HaNassí, en el norte israelí. “Era un tipo alegre, por no decir un payaso, y nos llevamos bien”, contó Alex Collins, padre adoptivo del entonces joven Boris.
Su paso por el kibutz no fue especialmente exitoso: primero trabajó en la cocina, luego lo trasladaron a la lavandería, pero después de dos semanas se fue del kibutz para continuar recorriendo el país. “Creo que el trabajo físico no estaba en sus planes», comentó Collins. Años después, consultado sobre esa experiencia, Johnson recordaba aquellos días con alegría y humor: “No hice una contribución tan importante para la economía israelí”, bromeó.
A partir de 2019, ya como primer ministro, Johnson mantuvo su línea de cercanía con Israel. Entre otras cosas, envió una carta de condena hacia la Corte Penal Internacional de La Haya por sus acusaciones contra Israel. También contribuyó a que todas las ramas de Hamas fueran reconocidas por Gran Bretaña como una organización terrorista. Y mantuvo una posición muy dura en contra del programa nuclear iraní, considerada en ocasiones a la derecha de la postura estadounidense.
Durante su mandato la cooperación entre los sistemas de defensa israelí y británico alcanzaron nuevos niveles. Importantes funcionarios israelíes afirman que Gran Bretaña era el mejor amigo de Israel en muchas áreas. La cantidad de encuentros de delegaciones de ambas partes y la cooperación bilateral con Israel tal vez solamente sea superada por Estados Unidos.
El reemplazante de Johnson surgirá de un proceso de elección interna del Partido Conservador que llevará algunas semanas. Pero en Jerusalem confían en que su salida no derivará en ningún cambio negativo en las relaciones con Israel. “Durante el mandato de Johnson las relaciones fueron excelentes, fue un verdadero amigo de Israel, y creo que esto continuará con su sucesor”, afirmó Tzipi Hotovely, embajadora de Israel en el Reino Unido.
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