En los análisis generales sobre expansión e incremento de antisemitismo en distintos continentes, se hace hincapié a la acción violenta puntual que sobresale en las noticias, que provoca reacciones inmediatas y que a veces hasta genera promesas de respuestas desde los Estados, que no siempre llegan, y sólo a veces tienen algún efecto.
Sin embargo, hay otras formas de antisemitismo que siguen las costumbres históricas de agredir al otro por ser judío, pero hacerlo desde el acoso o bullying, desde las redes sociales, y perpetrarlo a largo plazo y sistemáticamente, cuando no encuentran quien o quienes se lo impidan.
En Estados Unidos, de acuerdo con recientes informes publicados en medios internacionales como Jerusalem Post, los estudiantes judíos de secundaria vienen sufriendo ataques de docentes que enseñan que los judíos son “raza blanca privilegiada que oprime al prójimo”; que el Estado de Israel es “agresor, opresor, colonialista y culpable de limpieza étnica”. La denuncia de estas acciones encuentra, y así ha sucedido, la sanción, pero en el camino se plantean obstáculos: uno, muy grave, es el silencio de muchas de las víctimas que como pasa a menudo con quienes sufren bullying, no denuncian; y el segundo obstáculo, no menor, la demora en detener lo que los docentes han hecho en clase. Esto último, genera consecuencias. El accionar docente envalentona a los estudiantes no judíos, que acosan a sus pares judíos, y lo amplifican en las paredes de las instituciones con grafitis antisemitas y mucho más aún en las redes sociales. De allí a la violencia hay muy pocos pasos. Una investigación federal demuestra que todos estos ataques se han producido en Los Ángeles, Atlanta, Palm Beach, Nueva York, por citar algunas ciudades.
Podemos citar dos ejemplos deplorables al respecto. Una investigación federal comprobó que entre 2018 y 2019 en un liceo de Tempe, Arizona, una alumna de tercer año de secundaria sufrió continuo acoso y violencia verbal antisemita de nueve de sus compañeros. El liceo no actuó debidamente, la investigación se terminó hace un mes y los hechos transcurrieron hace casi 4 años. El antisemitismo contra adolescentes es un arma letal. Los jóvenes sienten el odio de sus pares, la indiferencia de los docentes (o la complicidad), los deja vulnerables y pueden actuar denunciando, pero también, y pasa mucho, no denunciar por temor y otras causas.
Tanto es así, que, yendo al segundo ejemplo, vemos que el clima general no ayuda a que se haga lo correcto, sino lo absurdo. Jerome Eisenberg hizo una denuncia por acoso antisemita contra su hija en un colegio de nivel alto de Los Ángeles, Brentwood School. El colegio resolvió que la solución era expulsar a la hija de Eisenberg para que no siguiera sufriendo ese acoso. ¿Ridículo? No. Mucho peor. Complicidad, miseria humana, incompetencia, y a la larga, una muestra de antisemitismo.
Las organizaciones judías insisten que los padres y los alumnos judíos no deben silenciar los ataques antisemitas. Pero no todo contexto es igual. Por más que se empodere a los jóvenes, este tipo de bullying antisemita aumenta exponencialmente, y como hemos visto, las autoridades reciben las denuncias, pero no siempre son ejecutivas como deben y rápidas como las situaciones exigen.
Las redes sociales agravan este panorama aún más. El año pasado 2021, hubo más de 3.5 millones de posteos antisemitas en las redes. Sólo el 25% fue removido. El hashtag #hilerteniarazon todavía no ha sido levantado por Twitter, plataforma que jamás objeta los posteos antisemitas brutales de los jerarcas iraníes. Tik Tok e Instagram siguen llenos de teorías conspirativas antisemitas sobre el atentado a las Torres Gemelas, lo cual aumentó hace pocos días cuando se cumplieron 21 años de los ataques terroristas.
Un estudio del Instituto para el estudio del Antisemitismo contemporáneo señala que en 2020 se posteó un tweet cada 20 segundos. 2 millones de esos tweets fueron antisemitas. Si las redes son el mayor medio para difundir narrativa antijudía, resulta claro que los jóvenes están respaldados por una catarata de agresiones para atacar a sus pares judíos, como lo estamos mencionando en Estados Unidos, pero que se replica en forma similar en Francia, Australia y tantos otros países.
Es obvio que las autoridades nacionales primero, y las internacionales, en paralelo, deben ser las que actúen para combatir un flagelo como el antisemitismo. A las democracias no les falta leyes en ambos niveles. La realidad marca signos diferentes a lo que debería suceder. La problemática estudiantil que señalamos en EE. UU. y que se replica en otros continentes encuentra respuestas contundentes en porcentajes diversos, pero siempre menores al 50%. Parece que la reacción debiera llegar sólo cuando hay hechos de violencia física. Que la noticia vale publicar si hay atentados y víctimas. Esta forma de actuar debilita mucho la democracia porque bullying contra jóvenes judíos es una forma de discriminación, pero también es una señal para agredir con posible impunidad a otros, sea por su color de piel o lo que fuera.
Si es tan fácil discriminar en democracias fuertes sin que haya consecuencias graves, ¿por qué no va a ser también fácil hacerlo desde los máximos organismos internacionales? Si desde Naciones Unidas se puede perpetrar cualquier tropelía, ¿qué reacción se pretende de la dirección de un colegio, desde una alcaldía e incluso desde algún organismo de Estado? En realidad, sí tenemos derecho a pretender no instalarnos en Alemania 1933. Pretender. Sin embargo,los hechos son más testarudos.
El 24 y 25 de noviembre se realizará en Qatar (además del Mundial) un foro de Naciones Unidas sobre derechos humanos, democracia y el Estado de Derecho. En Qatar. Así, para empezar. Naciones Unidas ha designado presidenta de ese foro a la Embajadora de Qatar ante el Consejo de DDHH Hend Al-Muftah, quien no sólo representa todo lo contrario a lo que se va a discutir en el foro, sino que tiene su propia historia de odio. De lo que ha escrito en redes y discursos en la última década, van tres ejemplos: “Los judíos dueños de los medios y la industria dominan y tiranizan al mundo” “Hemos aprendido desde jóvenes que los judíos son nuestros enemigos” “Los judíos son las termitas de nuestra civilización que nos devoran por dentro; una tribu que ha planificado por miles de años destruir este mundo y dominarlo”.
Muftah escribe y habla como militante nazi. Y la ONU la honra y la distingue y envía un mensaje perverso, nada sorprendente, pero avieso, de quienes han perdido la línea hace tiempo y se reiteran sin pudor.
Esta barbarie que se hace desde la ONU no obliga a que no se defienda a estudiantes judíos del bullying en las democracias ni que las empresas de redes permitan la expansión universal de los mensajes de odio. Pero claro, al fin y al cabo ¿quiénes integran la ONU? Hacerse cargo del 27 de enero con grandes ceremonias no tapa nada del oprobio. Más bien lo aumenta.
La actitud consistente en exigir a la victima «discrecion» y «prudencia» con vistas a hacérla «desaparecer» a ojos de su verdugo, de aquel mismo que la denigra, la acosa y agrede, es tanto mas indigna y repulsiva, por cuanto pretende resolver el problema, anulando a aquel que segun algunos, lo «provoca» en otras palabras, aquel cuya presencia sucita el problema, en lugar de perseguir al infractor, al autor de la amenaza y del delito …
asi se desprende de ciertas informaciones que nos llegan, en relacion a las conductas antisemitas que vienen padeciendo no pocos judios, en Europa y EEUU, en el ámbito social , universitario y otros ..
Demonizar al judio por el hecho de sérlo, hasta llegar a deshumanizárlo es algo que hacian ya los nazis durante el periodo de la Shoá, para asi justificar las aberraciones de sus crimenes …algo parecido sucede ahora, con negacionistas, revisionistas y antisionistas, y con aquellos colectivos y médios que permiten, sostienen o amparan dichas conductas, haciendose de fácto partícipes de identica villaniá e indignidad …