Por una variedad de razones, Rusia recibió con satisfacción el acuerdo anunciado el 11 de marzo de 2023 entre el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán, realizado con mediación china. El acuerdo prevé la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos estados y la reapertura de embajadas y misiones en un plazo de dos meses a partir de la firma. El documento también señala que Teherán y Riad reafirman el respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial del otro, así como el compromiso de no interferir en los asuntos internos del otro.
Diplomáticamente, Rusia ha cultivado fuertes relaciones con ambos países. En la relación de Moscú con Teherán predomina la dimensión militar. Rusia proporcionará aviones de combate Sukhoi F-35 a Irán, mientras que Irán ha suministrado drones y municiones a Rusia que lo ayudaron en su guerra con Ucrania.
En la relación de Rusia con Riad, la dimensión dominante es la económica, específicamente en términos de dar forma al mercado mundial del petróleo. El esfuerzo bélico ruso se financia en gran medida con las ventas de energía y, por lo tanto, la cooperación entre Rusia y Arabia Saudita para fijar los precios del petróleo es de vital importancia. Si los sauditas hubieran accedido a la solicitud del presidente norteamericano Biden de aumentar la producción de petróleo, esto habría impactado negativamente en los precios del petróleo y afectado la capacidad de Rusia para financiar su guerra. Mientras las relaciones entre los saudíes y los iraníes se mantengan estables, Rusia puede mantener un vínculo rentable con ambos. Por el contrario, las tensiones entre estos dos países aumentan las perspectivas de que los saudíes busquen la protección de los norteamericanos.
El segundo motivo de satisfacción es el hecho de que los chinos lograron un éxito diplomático en una región donde los estadounidenses habían dominado previamente los esfuerzos en ese campo. Esto representó el debilitamiento de la posición global estadounidense y el correspondiente ascenso de China. Dado que Estados Unidos es el eje de la coalición que apoya a Ucrania e impone sanciones a la economía rusa, cualquier derrota de Estados Unidos se considera un acontecimiento alentador para Rusia. Las perspectivas de que Arabia Saudita pudiera unirse al BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y que el dólar pudiera ser destronado por el yuan también fueron acontecimientos que entusiasmaron a Rusia.
La elección de China en lugar de Estados Unidos como intermediario implica una validación de la posición de Rusia en los asuntos internacionales. Irán y Arabia Saudita abandonaron el estilo de confrontación y las tácticas de “divide y vencerás” de los estadounidenses y prefirieron perseguir sus propios intereses. China, a diferencia de Estados Unidos, no intentó imponer sus valores a las partes sino que respetó sus regímenes, posición con la que coincide Rusia.
La única nota amarga fue el temor de que Rusia no pudiera influir en las decisiones de China en la región.
Lo siguiente es una investigación de MEMRI sobre las reacciones rusas al acuerdo entre Arabia Saudita e Irán:
Ali Shamkhani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, a la derecha, le da la mano al asesor de seguridad nacional de Arabia Saudita, Musaad bin Muhammad al-Aiban, a la izquierda, Wang Yi, el diplomático de mayor rango de China, en el medio (Fuente: Fullrio.com)
Artem Adrianov: Catalizadores para el acuerdo
Artem Adrianov, un experto en asuntos árabes que trabaja en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, cubre efectivamente todos los temas principales en un artículo, titulado «Tormenta en el Medio Oriente», publicado en el portal en línea Izvestiya Iz.ru.
Adrianov argumenta que hubo dos catalizadores críticos para el acuerdo. El primero fue el interés saudí en salir del conflicto de Yemen, para lo cual debía arreglar las relaciones con Irán. El segundo impulso provino de la decisión de China de ampliar su papel en Oriente Medio, más allá de un rol exclusivamente económico.
“Con el tiempo, Arabia Saudita se dio cuenta de la inutilidad de participar en el conflicto yemení y comenzó a buscar salidas. Las negociaciones sobre la normalización de las relaciones entre los dos países comenzaron en octubre de 2021, pero avanzaron con largas interrupciones y no condujeron a los resultados que ambas partes esperaban”.
«Un avance definitivo fue el logro de una tregua en Yemen el 3 de abril de 2022. Al mismo tiempo, la última ronda de negociaciones entre Arabia Saudita e Irán – la quinta – tuvo lugar en Bagdad. Después de eso, las partes acordaron estudiar el tema de la reapertura de sus embajadas, y Arabia Saudita acordó recibir a 40.000 peregrinos iraníes durante el hajj anual».
El progreso se vio interrumpido por el estallido de manifestaciones contra el régimen en Irán, que alimentaron la esperanza de la caída del régimen iraní. Sin embargo, cuando las manifestaciones amainaron, las negociaciones se reanudaron y culminaron con éxito.
El segundo factor fue la decisión de China de ampliar su presencia en la región de un papel puramente económico a un rol diplomático más influyente, donde efectivamente entró por una puerta que ya estaba abierta:
Marianna Belenkaya: El acuerdo puede reformatear la región
La corresponsal de internacionales del diario ruso Kommersant, Marianna Belenkaya, evaluó y estudió el acuerdo y llegó a conclusiones similares a las de Adrianov. Rusia se mostró satisfecha con el acuerdo ya que » siempre ha abogado por el diálogo entre estos actores regionales».
Otra perspectiva esperanzadora para Moscú era que, además de estabilizar a Yemen y el Líbano, el acuerdo tendría un efecto saludable en Siria, donde Rusia está fuertemente involucrada: «Una de las preguntas interesantes es si ahora se debe esperar una reanudación de las relaciones diplomáticas entre Riad y Damasco», plantea la autora.
“A fines de febrero, hubo informes en los medios de que Arabia Saudita había preparado una lista de demandas a Siria, que (si se implementan) le permitirían reactivar el diálogo con los líderes sirios. Entre otras cosas, [las exigencias] cubrían una retirada de las milicias chiítas leales a Irán de Siria. Es poco probable que esto suceda en un futuro cercano, como tampoco desaparecerá la rivalidad entre Riad y Teherán, pero aún existe la posibilidad de un diálogo más intenso entre Arabia Saudita y Siria».[2]
Belenkaya también cree que el acuerdo representa un golpe para Estados Unidos. «El hecho mismo de que se hayan restablecido las relaciones, así como el hecho de que [el acuerdo] se anunciara en Beijing, vale la pena señalarlo aquí. Teniendo en cuenta las relaciones de Estados Unidos con China , esto no puede sino afectar a Washington.”[3]
La negativa de China a aislar a Irán resulta provechosa
Yana Lexyutina, sinóloga y profesora de la Universidad Estatal de San Petersburgo, sostiene que China ganó mucho al negarse a aislar a Irán. “China es uno de los pocos países del mundo que mantiene estrechos contactos con Irán y, por tanto, tiene la capacidad de desempeñar un papel de intermediario en las relaciones entre Irán y otros países”, argumentó.
Según Lexyutina, mantener relaciones con países aislados por Occidente (o «estados canallas» en la jerga de Washington) ha sido una de las características de la diplomacia de Pekín durante los últimos 30 años y se convirtió en un valioso recurso de política exterior. “En este sentido, el papel de China en esta situación es bastante curioso. Pekín parece haber aprendido a utilizar este recurso”, afirma la experta.
Yana Lexyutina (Fuente: Rosbalt.ru)
Adlan Margoyev, investigador del Centro de Estudios de Oriente Medio y África de la Universidad Estatal de Moscú, reconoció a China por ayudar a resolver uno de los problemas más espinosos de la región, a pesar de que anteriormente no estaba acostumbrada al papel de mediador. «Es sintomático para la política global que China, que anteriormente se había distanciado de este tipo de iniciativas políticas, haya logrado un resultado significativo tan rápidamente, a pesar de que las bases fueron establecidas por [los esfuerzos de mediación de] Irak y Omán», argumentó Margoyev.[4]
Vasily Ostanin-Golovnya, orientalista e investigador del Departamento de Oriente Medio y Post-Soviético del Instituto de Información Científica en Ciencias Sociales de la Academia Rusa de Ciencias, consideró la medida como un acto saudita de “autopreservación”. Los sauditas no querían ser parte de un conflicto nuclear que se gestaba entre Israel e Irán.
“No es sin razón que el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant, declaró que las acciones de Teherán y la amenaza nuclear de Irán requieren que los líderes israelíes estén listos para cualquier rumbo de acción. Esa es una cita textual, ‘Estar preparado para cualquier rumbo de acción. ‘
“Es por eso que Arabia Saudita siguió el proceso hacia la normalización, porque en caso de un enfrentamiento directo entre Israel e Irán, o si Irán experimenta disturbios (recordemos la desestabilización interna de Irán durante las protestas), o si se involucra en una guerra militar a gran escala con Israel, la zona del Golfo Pérsico será la primera en quedar paralizada, lo que representa una sentencia de muerte no solo para Irán, sino también para las monarquías árabes que más dependen de las exportaciones de petróleo de esta subregión. Arabia Saudita ahora está tratando de constituir ese disuasivo final frente a los escenarios más negativos en Medio Oriente en general y en la subregión del Golfo en particular».[5]
La periodista de Pravda, Lyubov Stepushova, se regodeó con el acuerdo porque – según manifestó – cree que éste demuestra la eficacia del estilo diplomático chino, a diferencia del estadounidense.
«El secreto detrás del crecimiento de la influencia de China es simple: tiene dinero, compra mucho, invierte sin violar los límites moralmente permisibles, es decir, no impone sus valores».
China ha buscado estabilizar la región en oposición a las tácticas de divide y vencerás de Estados Unidos: «Dado que fue Estados Unidos quien durante muchos años creó el terreno para los conflictos y las tensiones en la región, teorizó la división de los musulmanes en chiítas y sunitas, reprimió la ‘media luna chiita’ y apoyó al ‘eje sunita’, incluso se habló de crear una ‘OTAN árabe’ que garantizaría el dominio completo de Estados Unidos sobre los recursos de la región”.
“Recientemente, Tel Aviv, a sugerencia de Washington, ha estado trabajando para establecer relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, lo que pondría a la región en un camino militar, dado el odio de Israel hacia Irán”.
Tras el acuerdo, Stepushova argumentó que Irán ya no podía ser considerado un «eje del mal» o un estado «villano», eliminando así la justificación de las sanciones unilaterales de Estados Unidos. “Israel, dado el abrumador apoyo al acuerdo, ahora se enfrenta a una unión musulmana global y confronta problemas enormes y tal vez incluso existenciales”.
Lyubov Stepushova (Fuente: Nv.am)
Stepushova cree que el acuerdo también es un cambio económico potencial. “La nueva realidad en Medio Oriente podría ser la piedra angular para la creación del petro-yuan, es decir, la venta de petróleo por yuan chino. Obviamente, esta distensión también abre el camino para que Arabia Saudita e Irán se unan al grupo BRICS, que es a lo que aspiran. En BRICS, Rusia y dos gigantes petroleros más China, bien pueden crear una nueva moneda petrolera».
Según esta autora, el acuerdo sonó como un réquiem para el dominio estadounidense y quizás incluso para su presencia en la región: «Hubo momentos en que Estados Unidos no podía ser ignorado en Medio Oriente, esa era terminó. Luego, veremos la retirada de las bases militares norteamericanas de los países del Golfo, lo que supondrá el fin de la política de ‘imposición de posiciones’”.
El artículo de Stepushova también explora lo que significó el triunfo diplomático chino para Rusia. La autora cita al viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Mikhail Bogdanov, quien agregó a Rusia a la lista de países que habían contribuido al proceso de arreglo político entre Irán y Arabia Saudita.
Bogdanov afirmó que este proceso está en línea con las iniciativas rusas destinadas a crear un sistema de seguridad en la región del Golfo Pérsico. Si los esfuerzos culminaran con éxito, esto tendría una importancia excepcional a nivel económico mundial.
El sinólogo Nikolai Vavilov expresó su preocupación de que Rusia careciera de la capacidad para influir en las iniciativas globales de Beijing.
“La verdadera amenaza china [para Rusia] no está en el Lejano Oriente, sino en la posibilidad de quedarse sin trabajo o roles terciarios bajo el liderazgo global chino. Moscú debe asumir la tarea de aumentar su influencia en el concepto chino de la gobernanza mundial».[6]
Las partes abandonaron el paradigma de la confrontación.
Nezavisimaya Gazeta también vio el acuerdo como un rechazo a la política estadounidense de bloques militares antagónicos y un giro de la región hacia China.
«Se debe prestar especial atención al papel mediador de China, que no solo reunió a las partes en conflicto, sino que también les proporcionó una plataforma para firmar acuerdos. Esto ocurrió a pesar de que Estados Unidos advierte sistemáticamente a sus aliados regionales, incluido Riad, contra establecer lazos excesivamente profundos con Beijing, lo que lleva a una expansión [china] encubierta».[7]
Un editorial separado del 13 de marzo decía: “La confrontación, que se desarrolló a lo largo de los años, se convirtió en un fenómeno que determinó las estrategias de otros actores. Estados Unidos trató de presentar enfoques de confrontación y la necesidad de contener activamente la influencia iraní como algo evidente. Incluso la llegada al poder de Biden, partidario constante de restaurar el «acuerdo nuclear» con Teherán, no mejoró cualitativamente la situación. Los funcionarios estadounidenses nunca se cansaron de emitir advertencias públicas de que tenían todas las opciones sobre la mesa con respecto a la ‘amenaza iraní.’ Las tensiones se han intensificado en las últimas semanas a medida que altos funcionarios del Pentágono incrementaron sus viajes a Oriente Medio a un ritmo sin precedentes, a lugares donde los contingentes estadounidenses están en estrecho contacto con grupos chiítas respaldados por Teherán. Esto solo puede entenderse como una evaluación demostrativa del escenario militar”.
[…]
“Sin embargo, el repentino anuncio de un acuerdo de paz entre Riad y Teherán demostró que la agenda de confrontación aparentemente no cubre todas las necesidades de la región y que no todo encaja en la lógica tradicional de bloque. Por otra parte, se llama la atención sobre el hecho que los estados en conflicto decidieron recurrir a los servicios de mediación de China, lo que ha desafiado el papel regional de Washington y sus intentos abiertos de convencer a sus aliados de las desventajas de profundizar los lazos con Beijing”.
“La nueva fórmula de seguridad en la región se caracteriza, por un lado, por un estrechamiento o reducción natural de la agenda de confrontación entre los principales antagonistas, y, por otro lado, por la creciente demanda por parte de actores locales de alternativas a la mediación estadounidense y su asistencia. También plantea la cuestión de qué lugar ocupa la diplomacia rusa dentro del sistema intra-regional y qué ventajas puede percibir para sí misma en la nueva situación.[8]
[1] Iz.ru, 13 de marzo de 2023
[2] Kommersant.ru, 10 de marzo de 2023.
[3] Kommersant.ru, 10 de marzo de 2023.
[4] Vedomosti.ru, 10 de marzo de 2023.
[5] Bfm.ru, 10 de marzo de 2023.
[6] Pravda.ru, 11 de marzo de 2023
[7] Ng.ru, 12 de marzo de 2023
[8] Ng.ru, 13 de marzo de 2023.
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