Hace cinco siglos atrás, los judíos de España se enfrentaron a una elección inimaginable: convertirse al cristianismo o abandonar el país. Cuando el Rey Fernando y la Reina Isabel unieron España bajo el control católico, celebraron decretando que España debería ser un país enteramente cristiano. A partir del 11 de agosto de 1492, ningún judío podía permanecer en el país. Cualquier judío que se encontrara en España después de esa fecha sería torturado hasta la muerte.
La mayoría de los judíos de España huyeron. El 11 de agosto de 1492 coincidió con la sombría festividad judía de Tishá BeAv, cuando los judíos recuerdan la destrucción de los sagrados Templos de Jerusalem. A estas tragedias nacionales se sumó la expulsión de España. Cientos de miles de judíos se alinearon en los puertos y muelles, embarcándose en barcos que se dirigían al norte de África, a Turquía, a Italia y otros puntos desconocidos. Muchos de estos desafortunados judíos fueron engañados por capitanes sin escrúpulos; algunos fueron vendidos como esclavos o incluso asesinados una vez que abandonaron las aguas españolas.
Algunos judíos se quedaron, abrazando públicamente el cristianismo, pero practicando rituales judíos en secreto. Hacerlo era cortejar a la muerte. Buscando erradicar a los judíos secretos, la Iglesia Católica estableció la Inquisición española en 1480, encargada de interrogar, torturar y, si determinaban que las personas practicaban el judaísmo en secreto, quemar judíos en ejecuciones masivas públicas. A pesar del peligro de muerte por tortura inimaginable, muchos judíos continuaron aferrándose a su tradición judía, observando las festividades judías y comiendo comida kósher lo mejor que pudieron. Estos judíos eran conocidos como ‘conversos’.
Las brutales autoridades de la Inquisición apelaron al público a observar a sus vecinos y estar alerta a cualquier señal de prácticas judías. Pidieron a los sirvientes domésticos que informaran cualquier comportamiento sospechoso a los dirigentes de la iglesia. Muchos de estos testimonios han sido recopilados y documentados por el equipo de marido y mujer, el Dr. David M. Gitlitz y la Dra. Linda Kay Davidson, ambos exprofesores de la Universidad de Rhode Island. En cada ciudad en la que estuvo activa, la Inquisición publicó un documento llamado Edicto de Gracia, que enumeraba las ofensas que podían definir a alguien como judío secreto y llevarlo ante la Inquisición y torturarlo. Según un edicto local, los judíos eran personas que:
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…(guardan) los sábados (al) cocinar los… viernes la comida que se requiere para los sábados y en estos últimos comer la carne así cocida el viernes, y como es la costumbre de los judíos… no comer cerdo, liebre, conejo, aves estranguladas… ni anguilas ni otros peces sin escamas, como establece la ley judía… o que celebren la fiesta de los panes sin levadura (Pésaj), comenzando por comer lechuga, apio u otras hierbas amargas en esos días.
Irónicamente, a medida que pasaban los años y se hacía cada vez más difícil para los judíos secretos de España transmitir su herencia a sus hijos, el Edicto de Gracia actuó como una guía para algunos judíos, esbozando lo que debían hacer si deseaban conservar su herencia judía. El centro de la práctica judía era preparar y comer comidas especiales para Pésaj y celebrar sedarim secretos de Pésaj.
En los anales de la Inquisición hay testimonios de sirvientes y vecinos que acusaron a los judíos de celebrar Pésaj en secreto. Pintan un cuadro desgarrador de judíos comprometidos que se esforzaban por seguir la religión de sus antepasados y sufrieron terriblemente por su devoción judía.
Juan Sanches Exarch fue juzgado por la Inquisición en la ciudad de Teruel en octubre de 1484. Aunque los judíos aún no habían sido expulsados de España, muchos judíos enfrentaron la presión de los funcionarios locales para que se convirtieran al cristianismo. Juan Sanches Exarch fue aparentemente uno de estos judíos que cedieron a repetidas solicitudes y abrazaron públicamente el cristianismo, pero continuaron manteniendo un estilo de vida judío en secreto.
Cincuenta y tres artículos expusieron los cargos en su contra; La observancia de Pésaj ocupaba un lugar destacado. “Él celebra Pésaj, ese día comiendo matzá, apio y lechuga como lo hacen los judíos”, apuntó la Inquisición. “Consigue pan sin levadura del barrio judío en Pésaj. Compra platos nuevos para Pésaj. Él hace todo lo demás que hacen los judíos en Pésaj…. Se lava las manos antes de rezar (como es costumbre en el Séder de Pésaj y en otras comidas judías)”.
Juan Sanches Exarch enfrentó un juicio de dos años y al final fue declarado culpable; fue condenado a muerte en 1486.
En 1492, un alto consejero del Rey Juan II de Aragón, Pedro de la Caballería, fue interrogado por la Inquisición y acusado de ser un judío encubierto. Según otro judío encubierto que fue obligado a declarar en su contra, Pedro de la Caballería admitió que mantenía un estilo de vida judío en secreto. “¿Quién me impide, si así lo decido, ayunar en Iom Kipur y guardar las festividades (judías) y todo lo demás? Ahora tengo completa libertad para hacer lo que quiera; esos viejos tiempos (de estar restringido porque era judío) se han ido”.
Uno de los elementos rituales que se asoció con Pedro de la Caballería era un plato favorito de los judíos secretos: huevos haminados. Este plato de huevos hervidos con piel de cebolla, aceite de oliva y cenizas, dio como resultado huevos teñidos que tenían un sabor a cebolla y se comían a menudo en Pésaj.
Otro plato de Pésaj adoptado por los judíos secretos fue Buñuelos, o masa hecha de harina de matzá que se fríe en aceite y luego se rocía con miel. Muchos judíos sefardíes continúan haciendo estos dulces de Pésaj en la actualidad. Los historiadores han descubierto una descripción de una mujer española llamada Margarita de Rivera que vivió en México en 1643, quien describió cómo hacer buñuelos en secreto. Ciento cincuenta años después de que sus antepasados se vieran obligados a ocultar su judaísmo, su familia siguió haciendo este clásico pastel de Pésaj.
La matzá fue quizás el alimento de Pésaj más condenatorio que pudo llevar a los judíos ante la Inquisición. La Inquisición en el pueblo de Almazán registró varios casos de judíos clandestinos que elaboraban matzá. Una mujer de nombre Angelina, identificada como la esposa de Cristobal de León de Almazán, fue acusada de hacer “la masa de harina y huevos, y formar unas tortas redondas y planas con pimienta y miel y aceite” y hornear estos curiosos panes planos en la primavera.
En 1505, también en Almazán, una mujer cristiana del pueblo de Olalla testificó ante la Inquisición que se sentaba detrás de una de sus vecinas, una mujer de nombre Beatriz, en la iglesia, y observaba que semana tras semana, Beatriz tomaba la hostia de la comunión en su boca, y luego la escupía discretamente en lugar de comérsela. Durante su juicio, probablemente después de haber sido torturada, Beatriz admitió que ella y una amiga, identificada sólo como la esposa de Ruy Díaz Lainez, “hicieron unas tortas aparte de otra masa que no tenía levadura y las amasaron con vino blanco y miel y clavo y pimienta, e hicieron unas veinte de esas y las guardaron… en un cofre de almacenamiento” fuera de la vista de miradas indiscretas.
Algunos conversos parecen haber tenido la costumbre de agregar tierra finamente molida a su masa de matzá, quizás para dar a entender que los israelitas tenían tan poca harina en Egipto que tenían que agregar polvo, o quizás para ilustrar que la matzá también se conoce como pan de aflicción. Cualquiera que sea la razón de esta curiosa adición, aparece en documentos de la Inquisición de la década de 1620 en el pueblo de Ciudad Rodrigo, en Salamanca, cerca de la frontera de España con Portugal. Una judía secreta llamada Isabel Núñez fue acusada de “hacer un pan de Pésaj que solían mezclar sin levadura ni sal, rezando ciertas oraciones sobre él”. Su amiga Ana López fue acusada de comer “pan de Pésaj”. (Ana López fue absuelta y puesta en libertad; trágicamente, parece que Isabel Núñez fue declarada culpable de ser una judía secreta).
Durante generaciones, las familias judías españolas mantuvieron su estilo de vida judío, arriesgando la pena de muerte y contra todo pronóstico. Números incalculables de judíos fueron torturados y asesinados, quemados vivos y asesinados. Que los recuerdos de los judíos secretos que guardaron Pésaj en circunstancias y peligros inimaginables sean una bendición, y que sus recuerdos nos inspiren hoy a celebrar Pésaj con alegría y orgullo.
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