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| jueves noviembre 21, 2024

La larga historia de amor entre Jerusalem y el pueblo judío

La milenaria historia de amor de los judíos con Israel y la ciudad de Jerusalem.


El pueblo judío perdió tres veces a Jerusalem.

La primera vez fue cuando los babilonios conquistaron la ciudad y destruyeron el Templo Sagrado en el Monte del Templo en el año 586 AEC. Los judíos que vivían allí fueron esclavizados o enviados al exilio en Babilonia. Setenta años más tarde, una parte (42.360 personas) regresó y comenzó a reconstruir las murallas de Jerusalem. Los pueblos de la zona que se habían mudado para reemplazar a los judíos trataron de atacarlos. La Biblia relata que aquellos que construían las murallas «trabajaban con una mano mientras que en la otra mano sostenían un arma» (Nehemías 4:11).

Durante las siguientes décadas, lograron reconstruir la ciudad y el Segundo Templo. En el siglo I de la EC, Jerusalem era una ciudad próspera, rica y muy poblada, una de las joyas del mundo antiguo. Sin embargo comenzó a sufrir bajo la opresión del brutal imperio romano.

 

En el año 66 EC los judíos comenzaron la Gran Revuelta. Roma se vio forzada a enviar cuatro de los diez batallones del imperio oriental para controlar a los judíos. Los judíos perdieron, y los romanos destruyeron Jerusalem y el Templo Sagrado. Pero Jerusalem no quedó «judenrein». El Talmud describe que los judíos tenían acceso a los alrededores de la ciudad. Cada año en Tishá BeAv, el aniversario de la destrucción del Templo, los judíos iban a Monte Scopus, desde donde se veía el Monte del Templo, y se lamentaban.

Adriano

El apego a Jerusalem era una brasa ardiente en el corazón judío, que volvió a estallar en una llama unos 60 años más tarde con la revuelta de Bar Kojba. Los judíos lucharon valientemente y mataron a 40.000 soldados romanos. Esto fue una afrenta al emperador Adriano, quien decidió destruir no sólo a los judíos, sino cualquier vestigio de su identificación con su tierra y con su ciudad capital.

Proporcionalmente, Adriano mató más judíos que Hitler: el 80% de los judíos que vivían en la Tierra de Israel. Los Sabios del Talmud relatan que Adriano «aró Jerusalem como si fuera un campo», y construyó sobre sus ruinas una ciudad romana llamada Aelia Capitolina. Prohibió incluso el nombre del país, Judea y decretó que en cambio fuera llamado «Palestina», recordando a los enemigos bíblicos de los judíos, los filisteos. Los judíos tenían prohibido bajo pena de muerte incluso acercarse a Jerusalem.

Los judíos que sobrevivieron al genocidio de Adriano reconstruyeron sus comunidades en el norte del país, en la Galilea y el Golán, y en unas pocas comunidades en el sur, como Susya. Sin embargo, Jerusalem quedó prohibida a los judíos durante cinco siglos, hasta la conquista árabe en el siglo VII, cuando les permitieron a los judíos retornar.

Estatua de bronce de Adriano, encontrada en el campamento de la Sexta Legión Romana en Tel Shalem, 117-138 AD, Museo de Israel, Jerusalem.

El erudito y filósofo Israel Eldad tenía una forma singular de conmemorar Tishá BeAv a fines del siglo XX. Mientras muchos judíos van a llorar por la destrucción al Muro Occidental, el remanente del Segundo Templo, el profesor Eldad iba al Museo de Israel. Allí se paraba frente a la estatua de bronce del siglo II del emperador Adriano y gritaba: «¿Dónde estás ahora? ¿Dónde está tu imperio, tu idioma, tu religión y tu civilización? ¡Han desaparecido! Pero los judíos que estabas decidido a exterminar siguen existiendo. ¡Hemos retronado a nuestra ciudad y a nuestra tierra!».

Siglos de plegarias y anhelos

A través de los siglos, los judíos rezaron tres veces al día pidiendo la «reconstrucción de Jerusalem», pero les costó mucho poder reestablecerse allí. Cuando los cruzados conquistaron la ciudad en el año 1099, asesinaron a todos los judíos y musulmanes, por lo que la sangre en las calles llegaba a la altura de las rodillas. Incluso después de que las fuerzas musulmanas de Saladino reconquistaran la ciudad en 1187, sólo regresaron unos pocos judíos. La capital musulmana era Ramle, no Jerusalem, que seguía siendo una ciudad atrasada, ignorada y empobrecida. Cuando el gran sabio Najmánides llegó a Jerusalem en 1267, encontró allí menos de diez hombres judíos, lo cual no alcanzaba para formar un minián (el quórum necesario para las plegarias).

Cuando los judíos fueron expulsados de España en 1492, algunos cientos de ellos se reinstalaron dentro de las murallas de Jerusalem. Entonces, en el siglo XVIII, comenzó a poblar la ciudad una fuerte ola de inmigrantes judíos de Europa, discípulos del Baal Shem Tov y del Gaón de Vilna. Para 1860, la población judía había crecido tanto que la ciudad amurallada no podía contenerlos, y comenzaron a surgir los barrios judíos fuera de las murallas. En 1920, la mayoría de la población de Jerusalem (incluyendo la Ciudad Vieja dentro de las murallas y la ciudad nueva afuera de las murallas) era judía.

Colonos judíos en la Tierra de Israel, 1880

Durante cuatro siglos el país, incluyendo Jerusalem, estuvo bajo gobierno de los turcos otomanos. En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Inglaterra venció a los turcos y asumió el poder. Dentro de las murallas de lo que se había convertido en la «Ciudad Vieja», los judíos vivían en la sección oriental, cerca del Monte del Templo y del Kótel. Los británicos dividieron artificialmente la Ciudad Vieja en cuatro «barrios». El «barrio musulmán» en el noreste, de hecho comprendía la mitad del área y contaba con una mayoría de población judía. El «barrio judío» en el sudeste comprendía una octava parte del área. En el noroeste estaba el «barrio cristiano» y en el sudoeste el «barrio armenio».

En 1929, los residentes árabes de la Ciudad Vieja atacaron y mataron a 133 de sus vecinos judíos. (La casa donde yo vivo en la Ciudad Vieja fue atacada en ese motín de 1929. Aquí no mataron a ningún judío, pero la farmacia del barrio judío, que estaba situada en lo que hoy es mi salón, fue destruida, y el farmacéutico abandonó la Ciudad Vieja buscando mayor seguridad en la ciudad nueva). En 1936, los árabes volvieron a atacar y matar a los judíos que quedaban en el «barrio musulmán». Los judíos que sobrevivieron se fueron al barrio judío o a la ciudad nueva.

El enfrentamiento final

Cuando se declaró el estado de Israel el 14 de mayo de 1948, había unos 1750 judíos viviendo en el barrio judío, rodeados por diez veces más de árabes. Con cinco ejércitos árabes atacando al naciente estado, los líderes judíos tuvieron que decidir dónde concentrar su ejército limitado y poco armado. El barrio judío de la Ciudad Vieja no tenía valor estratégico, y claramente era indefendible.

Aterrorizada, una niña judía de 7 años, Rajel Levy, huye de una calle con los edificios en llamas, mientras los árabes saquean la Ciudad Santa tras su rendición en 1948 (Foto de John Phillips/The LIFE Picture Collection © Meredith Corporation)

Sin embargo, había una centena de luchadores judíos que no estaban dispuestos a ceder nuevamente a Jerusalem. Mientras que la ciudad nueva se había expandido y florecido, sus corazones judíos sentían que la Jerusalem real era la Ciudad Vieja, donde habían caminado los profetas, donde sus ancestros lucharon contra los babilonios y los romanos, donde los judíos habían rezado y estudiado Torá durante siglos. ¿Cómo podían renunciar a Jerusalem?

Con coraje, mantuvieron la lucha durante diez días contra el bien equipado ejercito jordano. La mayoría de los residentes del barrio judío eran mujeres, niños y ancianos. Los defensores tenían sólo un arma y tan pocas balas que podían contarlas. Sin radios para comunicarse con otros puestos, dependían de niños voluntarios que corrían de un lugar a otro llevando los mensajes.

Esther Cailingold tenía 21 años cuando partió de Inglaterra para irse a vivir en la Tierra de Israel en 1946. Ardiente con su deseo de salvar la Ciudad Vieja de Jerusalem, el 7 de mayo de 1948, una semana antes de la declaración del estado, ella se unió a la pequeña fuerza de defensa en el barrio judío. Unos días más tarde, Esther sufrió heridas mortales. Desde su lecho de murrte, a los 23 años, Esther escribió a sus padres:

Les escribo para suplicarles que sin importar lo que me ocurra, se esfuercen por entenderlo en el espíritu de lo que yo deseaba y entendía que era mejor para mí misma, y no me arrepiento. Tuvimos una lucha amarga, pude sentir el Infierno, pero todo valió la pena porque estoy convencida de que al final veremos un estado judío y se concretaran todos nuestros anhelos. Puede que yo sea uno de los tantos que caerán en sacrificio… para recordar que fuimos soldados y que tuvimos la causa mayor y más noble por la cual luchar. Dios está con nosotros, lo sé, en su propia Ciudad Sagrada, y estoy orgullosa y dispuesta a pagar el precio que pueda costar indultarla.

Sesenta y ocho judíos fueron asesinados defendiendo el barrio judío. El más joven de ellos fue un niño mensajero de diez años, Nissim Ginni. Cuando se quedaron por completo sin municiones, se rindieron. Los hombres fueron tomados como prisioneros de guerra, las mujeres, los niños y los ancianos fueron desterrados. Sus hogares fueron saqueados y luego quemados. Las 38 sinagogas de la Ciudad Vieja, incluyendo la Hurva, la sinagoga más grande y magnífica del Medio Oriente, fueron destruidas. Era la tercera vez que perdíamos Jerusalem.

Paracaidistas en el Muro Occidental en 1967

Iom Ierushalaim, el ‘Día de Jerusalem’

En 1967, en el tercer día de la Guerra de los Seis Días, el batallón 66 de la brigada de paracaidistas entró a la ciudad Vieja de Jerusalem sin encontrar resistencia. Ellos corrieron directamente hacia el Monte del Templo y al Muro Occidental. Cuando los soldados experimentados tocaron el muro, lloraron. Lloraban las lágrimas de sus abuelos, de los míos y los tuyos, remontándose a 2000 años atrás.

Regresamos a casa.

El corazón desborda de alegría y emoción.

Sueños y plegarias finalmente cumplidos.

Esto es lo que celebramos el Día de Jerusalem el 28 del mes hebreo de Iar, que este año cae el 19 de mayo.


Agradecemos al guía turístico Eytan Rund por las historias compartidas en este artículo.

 
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