David Keyes
12/02/2013
La semana pasada, un activista palestino, de 26 años, Anas Awwad, fue sentenciado “ in absentia” por una corte en Nablus, Cisjordania, a un año en prisión por “extender su lengua” contra el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en Facebook. Miles se unieron al grupo de Facebook para mostrar su solidaridad con Awwad pero el daño ya fue hecho. La libertad de expresión se retrasó y se envió una señal de escalofrío a toda la sociedad palestina.
No debería sorprender que la AP reprima las libertades básicas. Desde arriba hacia abajo, una cultura de freno reina como una estrella. La cadencia del presidente Abbas expiró hace cuatro años. Se colgó del poder, como un autócrata no- electo, durante casi media década. En noviembre, un alto asesor de Abbas, Mohammad Shtayyeh, me contó que Abbas no tenía deseo de continuar gobernando, pero que simplemente no podía dejar por las divisiones en la sociedad palestina.
Suprimir la crítica, recurriendo a una ley jordana de 50 años, diseñada para castigar las críticas de la monarquía jordana cuando gobernaba la Margen Occidental, no ayuda a pulir las cuestionables credenciales democráticas de Abbas que, tan a menudo, se adjudica cuando se reúne con líderes de Occidente.
Esta no es la primera vez que la AP usó leyes anticuadas para prohibir a activistas en internet. El año pasado, el blogger palestino, Jamal Abu Rihan, fue arrestado por comenzar una campaña en Facebook llamada “El Pueblo quiere poner fin a la Corrupción”. Como Awwad, el crimen de Rihan fue “hablar” contra el liderazgo palestino. En abril, la catedrática universitaria, Ismat Abdul-Khaleq, fue arrestada por criticar a Abbas en Facebook. Días después, un periodista, Tarek Khamis, fue detenido por criticar el tratamiento de Abdul-Khaleq por parte de la AP. George Canawati, director de una estación radial de Belén, y el periodista Rami Samar, fueron detenidos por publicar críticas a la Autoridad Palestina por Facebook.
En tanto Abbas dice estar comprometido con la paz, parece haber poca presión desde Occidente sobre el tema de derechos humanos. Los derechos humanos de los palestinos, parece, continúa jugando un segundo lugar en el proceso de paz (da la sensación que no son importantes).
Un buen indicador de cuán comprometido está un gobierno en defender la paz con sus vecinos es su responsabilidad con la protección de los derechos humanos de sus propios ciudadanos. Las naciones que no respetan las libertades de sus propios pueblos, tal vez, no les importe mucho mantener la paz con sus enemigos históricos.
En otras palabras: los derechos humanos palestinos son una llave al proceso de paz.
En Gaza, donde Hamas cierra las conferencias de prensa sociales, reprime a mujeres, tortura a disidentes y arresta a periodistas, hay escasa esperanza para dar pasos constructivos hacia la paz regional. Con la última campaña sobre la libertad de prensa, la AP parece moverse en una dirección preocupantemente similar cuando se trata de derechos humanos.
En agosto último, en un discurso que fomentaba la jihad contra los enemigos que pisaban la tierra musulmana, el vice portavoz del parlamento de Hamas, Ahmad Bahr, pidió a D´s asesinar a todos los judíos y americanos y a sus partidarios. “Cuéntalos uno por uno y mátalos sin dejar ni siquiera uno solo”, dijo.
Más que repudiar esa retórica genocida, cuando un entrevistador de Al Jazeera preguntó a Abbas el año pasado si había diferencias políticas e ideológicas entre su partido (Fatah) y Hamas, respondió, “Con toda honestidad, no hay desacuerdos entre nosotros”.
Pero deben de haber enormes –e insalvables- brechas entre cualquier potencial socio para la paz y una organización terrorista que actúa, de manera tiránica, y llama a la aniquilación de un pueblo.
La sentencia de Awwad nos recuerda que, a pesar de la retórica de lo contrario, la AP tiene poco respeto por la democracia y la libertad de expresión. Más que continuar dando a Abbas un pase libre, Occidente debería criticar, de manera contundente, las campañas a los disidentes y apoyar a los demócratas palestinos. Un primer paso positivo sería ligar la ayuda económica de Occidente al respecto de la AP por la libertad de expresión. Los derechos humanos, con demasiada frecuencia, son vistos como una diversión del proceso de paz y, de hecho, parece que son su secreto.
David Keyes es director ejecutivo de Advancing Human Rights
Att. CIDIPAL
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