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| viernes noviembre 22, 2024

“Hamás construyó túneles bajo la casa de mi familia en Gaza. Ahora está en ruinas”


Han pasado siete años desde que escapé de mi asediada ciudad de Gaza y vine a los Estados Unidos. El Día de Acción de Gracias, mi madre me envió la fotografía de un árbol caído de unos cinco metros en el sur de Gaza, donde mi familia se ha refugiado durante estas últimas semanas. Diez de mis familiares están de pie el asfalto, rodeando el tronco, y uno de ellos le está cortando las ramas. Es imposible conseguir gas para cocinar, y ese árbol es ahora la leña que les permitirá preparar su próxima comida.

Desde los atroces ataques de Hamás del 7 de octubre, que dejaron alrededor de 1200 muertos, la mayor matanza masiva de judíos en un solo día desde el Holocausto, los sistemas que suministran alimentos, agua y medicinas a Gaza están en grave deterioro a medida que Israel lleva a cabo su bombardeo a Gaza. Desde entonces han muerto al menos 27.000 palestinos (1), miles de los cuales supuestamente eran combatientes de Hamás, y alrededor de 1,7 millones de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido desplazados, igual que decenas de miles de israelíes por el continuo lanzamiento de cohetes desde Hezbolá en el sur del Líbano. Gran parte de Gaza está ahora reducida a escombros. Pero la sensación de caos y emergencia en la Franja se remonta mucho más atrás en el tiempo.

Desde la violenta toma del poder por Hamás en Gaza en 2007, las bulliciosas y hermosas calles que conocí han estado dominadas por el caos terrorista. Hamás está impulsado por una postura ideológica que se origina en el concepto de aniquilar al Estado de Israel y reemplazarlo por uno islámico palestino. En su esfuerzo por hacer esto realidad, Hamás ha seguido normalizando la violencia y la militarización en todos los aspectos de la vida pública y privada en Gaza. En el proceso han destruido las posibilidades de un Estado palestino exitoso junto a Israel, incluso si la perspectiva de lograrlo parecía cada vez más débil en medio de sucesivos gobiernos israelíes que trabajaron en contra de eso.

Vivíamos en el edificio familiar de mi padre Imad, y ahorramos dinero durante casi 18 años hasta que pudimos construir nuestra propia casa en el norte de Gaza. La primera señal de que Hamás estaba construyendo túneles debajo de nuestro hogar llegó en julio de 2013, mientras la casa estaba en construcción. Nuestro futuro vecino, Um Yazid Salha, se puso en contacto con mi madre Saadia para preguntarle por qué mi hermano Hamza y yo siempre íbamos al lugar después de la medianoche.

 

Soldados israelíes en un túnel que Hamás presuntamente usó para atacar Israel desde el cruce de Erez, en el norte de Gaza, el 7 de octubre
(Foto: Time)

El sitio de construcción de dos pisos estaba rodeado por un muro y dos puertas. Por las noches todos nosotros estábamos en el apartamento de nuestro edificio familiar, donde la puerta se cierra y traba a las diez de la noche sin excepción. “Nadie entra ni sale después de las diez”, le respondió mi madre a Um Yazid.

Al día siguiente fui al sitio de construcción con mi madre y Hamza. Tras una rápida mirada a nuestro alrededor, no vimos nada extraño. Pero cuando examinamos el sitio más de cerca, encontramos varias losas de concreto debajo de la escalera interior, cada una de aproximadamente medio metro de largo. También encontramos un área con tierra recién removida junto a nuestra casa y el muro que la rodea.

Mi hermano Hamza y yo cavamos hasta una profundidad de medio metro, mientras nuestra madre observaba. Pronto llegaríamos a una puerta de metal cerrada con un candado. No teníamos idea de qué era ni por qué estaba allí. Hamza y yo rápidamente volvimos a cubrir el área con tierra, y fuimos directamente a la casa de nuestro vecino.

Antes de nuestra visita, Um Yazid nos dijo que cada pocas noches miraba por las ventanas de su edificio de cuatro pisos hacia el muro que rodeaba nuestra casa, y veía llegar un vehículo de trasporte mediano. Unas personas salían de la camioneta y colgaban una gran lona de plástico para ocultar lo que estaban haciendo. Se escuchaban sonidos de carga y descarga, y vibraciones de una excavación provenientes del terreno vacío detrás de nuestra casa. Sospechaba que alguien estaba cavando un túnel.

Al día siguiente de que inspeccionamos la casa, Um Yazid llamó para decirnos que los hombres habían regresado por la noche. Mi madre no quería que fuera, pero me vestí y me dirigí solo a la casa sin terminar. Cuando llegué a la puerta de hierro, comencé a escuchar un movimiento de personas dentro de la casa. Llamé a la puerta. Un hombre enmascarado abrió la puerta y me pidió que retrocediera; luego cerró la puerta y me preguntó quién era. Le dije, desafiante, que era el dueño de la casa. «¿Quién eres?», le pregunté.

Encontrarnos con hombres enmascarados es algo a lo que estamos acostumbrados en diferentes aspectos de la vida en Gaza. Discutimos. Le dije que mi tío, que era miembro de Hamás y fiscal de su gobierno, les impediría construir un túnel. El enmascarado insistió en que continuarían como quisieran. Dijo que no debía tener miedo, que sería solo un pequeño cuarto cerrado que permanecería bajo tierra. Nadie podría entrar ni salir de allí. Explicó que solo en caso de una invasión terrestre israelí en esa zona y un desplazamiento de los residentes se utilizarían esas habitaciones para suministrar armas.

«No queremos vivir encima de un arsenal «, le dije, antes de que me obligara a marcharme.

La construcción continuó, y Um Yazid siguió informándonos sobre la actividad nocturna. Hamza y yo visitábamos la casa cada pocas semanas y siempre encontrábamos la misma puerta, sin estar nunca seguros de qué podíamos hacer o de lo que realmente estaba sucediendo detrás de ella. Nuestro tío nos aseguró que no teníamos nada que temer.

En febrero de 2014 me casé y dejé la casa de mi familia. El mismo año, mi madre, Hamza y mis dos hermanas menores se mudaron a la casa recién terminada. Antes de que lo hicieran, Hamza y yo excavamos de nuevo y esta vez no encontramos nada más que arena hasta llegar a un metro de profundidad, y luego una gran losa de concreto. La cubrimos, pensando que Hamás finalmente había cerrado la “habitación” ante la insistencia de nuestro tío.

Desde entonces, mi familia y sus vecinos escuchaban sonidos o movimientos de vez en cuando. A veces se preguntaban si realmente había túneles, si estaban activos. Mi familia tenía demasiado miedo para hablar de eso con nadie, así que era nuestro secreto. Se sentía vergonzoso, a pesar de que sabíamos que nos oponíamos totalmente a cualquier cosa que Hamás hubiera hecho al otro lado de esa losa de concreto.

Cuando algo permanece sin decirse durante tanto tiempo, comienza a parecer imposible que alguna vez se sepa la verdad. Siempre esperé con ansia el momento en el que a mi familia y a otras personas como nosotros se nos permitiera hablar sobre esos túneles, sobre la peligrosa vida que Hamás ha impuesto a los habitantes de Gaza. Ahora que estoy decidido a hablar abiertamente, no sé si ya importa.

Mi familia fue evacuada al sur poco después del 7 de octubre. Meses después recibimos fotografías de nuestra casa y nuestro vecindario, ambos en ruinas. Quizá nunca sepa si la casa fue destruida por ataques israelíes o por combates entre Hamás e Israel. Pero el resultado es el mismo. Nuestro hogar, y muchos otros en nuestra comunidad, quedaron arrasados junto con una historia y recuerdos invaluables.

Y ese es el legado de Hamás. Comenzaron a destruir la casa de mi familia en 2013, cuando construyeron túneles debajo. Continuaron amenazando nuestra seguridad durante una década; siempre supimos que podríamos tener que desalojar en cualquier momento. Siempre temimos la violencia. Los habitantes de Gaza merecen un verdadero gobierno palestino que apoye los intereses de sus ciudadanos, no terroristas que lleven a cabo sus propios planes. Hamás no está luchando contra Israel. Están destruyendo Gaza.

(1) Datos del “Ministerio de Salud de Gaza”, o sea Hamás (Nota del traductor).
*Jehad al-Saftawi es autor de My Gaza: A City in Photographs y fundador de RefugeEye, organización sin fines de lucro que apoya a periodistas refugiados.
Fuente: Time.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.

 
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