Moshe Vanroj
Bat Iam. Israel
Porisrael.org
16/2/2010
El pogrom de Sevilla, fue el dramático episodio en que se produjo la matanza de la judería en el año 1391, y que acabó con las vidas de más de cuatro mil víctimas y la persecución de miles de inocentes.
En la hermosa Sevilla de aquellos tiempos, judíos y cristianos vivían en una relación de tolerancia y comprensión y una actitud de mutuo respeto. La sociedad Castellana venía siendo, desde el Siglo XI y hasta principios del Siglo XIV, se movían en un ambiente pacifico y con ansias de progreso.
El antijudaísmo parecía haber sido olvidado y el odio y la envidia yacían sepultados en ignotas tierras lejanas.
Gobernaba el rey Pedro I, que venía tratando de proteger a los judíos de las permanentes agresiones. El entendía que los hebreos, en su idiosincrasia de laboriosidad y ciencia, ensalzaban su reino con guirnaldas de progreso y riqueza.
Pero Pedro I estaba siendo combatido por su hermanastro bastardo: Enrique de Trastámara, quien a efectos de derrocar a su hermanastro y apoderarse del trono de Castilla, se alió con la corona Británica y utilizó como símbolo de combate el odio hacia los judíos, desenterrando desde las profundas tinieblas de su alma, aullando a los vientos que Pedro I era un rey corrupto, y que amaba y protegía a los herejes que mataron al señor, los Judíos deicidas!
Finalmente, ayudado por las «fuerzas blancas» y los pactos con los ingleses, Enrique de Trastámara derrocó a Pedro I quien fue asesinado en su castillo de Montiel. El se convirtió en el rey Enrique II dándose entonces a atizar los ánimos de violencia y promover una gran campaña antijudía.
La iglesia proponía continuamente medidas contra los hebreos.
Los feligreses cristianos fueron catequizados para salir a las calles a los gritos de:» Allí vienen los judíos, que están apareyados….”
“Pra vever la sangre, de los pobres cuytados (cristianos creyentes…”)
Para poner en marcha su devastadora campaña antijudía, Enrique II utilizó los servicios de la iglesia católica y de ella un nefasto personaje.
En la primavera del año 1391, un clérigo andaluz de nombre Ferrant Martínez que ocupaba el cargo de Arcediano de Écija, comenzó a recorrer las calles de la ciudad portando entre sus manos una enorme cruz y profiriendo gritos destemplados. Arengaba y exhortaba a los sevillanos induciéndoles al odio y la violencia contra los judíos, que eran aquellos que «mataron a Di-s y se beben nuestra sangre»-
La cordialidad que reinaba hasta entonces entre moros, judíos y cristianos en Sevilla, se vio sacudida por los desaforos de este desatinado cura Martínez, infectado por un profundo odio racial, y tal vez inconfesables intereses, provocó que los pobladores que estaban soportando los duros golpes de una fuerte crisis económica, hicieran oídos a sus sucias diatribas, las que lentamente comenzaron a echar raíces entre los cristianos.
Las continuas predicaciones envenenadas del clérigo, fueron mucho mas allá de lo que la prudencia y el buen juicio aconsejaban y terminaron por soliviantar los ánimos populares en contra la judería.
En el mes de marzo estalló finalmente la feroz tormenta del odio descontrolado que venía sembrando el Arcediano de Écija, produciéndose un motín popular en el que la plebe, siempre dispuesta a todo tipo de excesos, entró enardecida por las callejuelas del barrio de las juderías saqueando las tiendas y golpeando a los moradores que hallaban a su paso.
Al tener conocimiento de los sucesos, el Alguacil Mayor de la ciudad, mandó apresar a los más enfatizados y les condenó a la pena de la azotaina.
Mas esta reprimenda, no aplacó los violentos ánimos del Arcediano de Écija, ya que a él no le azotaron y continuó con su diabólica prédica contra los judíos con mayor aplicación y empeño.
Exacerbó al populacho compuesto por la alianza de conveniencia que hicieron los moros y cristianos de bajo nivel cultural y económico, y les guió encabezando la turba, llevada hasta tal punto de enajenación
Que transformados en columnas ardientes, entraron violentamente al barrio judío saqueando todos los comercios y tiendas, apaleando sin misericordia ni contemplación a cuanto judío hallaran a su paso.
La sonada llegó a tener tales proporciones, que el Alguacil mayor no tuvo suficientes fuerzas para detenerles dado el escaso número de hombres a su servicio.
Por ello no vio otra solución para poder restablecer el orden, que la de pedir ayuda a los nobles de Sevilla, algunos de los cuales respondieron en forma afirmativa, trayendo consigo a sus lacayos y siervos armados, a sus escuderos y otros hombres de armas, con quienes a duras penas se pudo restablecer la calma. Pero para lograr esto, tuvo el Alguacil que otorgar el perdón a todos los sentenciados en el motín anterior.
Esto no hizo mas que envalentonar aún más a los secuaces del cura Martínez, quien cada día multiplicaba sus enardecidas arengas contra los hebreos.
Finalmente, sintiéndose impune y trastocado de poder, Arcediano de Écija
Siempre enarbolando su enorme cruz, entró al frente de una horda enloquecida y sedienta de sangre a la judería sevillana el día 6 de junio de 1391 aullando como lobos salvajes: «muerte a los infames judíos…!” Y esta vez estaban armados de dagas, cuchillos y mandobles más todo tipo de utensilios contundentes que les sirviere para matar.
El barrio judío tenía entonces dos puertas; una era la de Mateos Gago y la otra era la Puerta de la Carne.
Por ambas entradas se precipitaron los sevillanos (emboscando a otros sevillanos, no lo olvidemos) . Así impidieron la mínima posibilidad de fuga de los atacados.
Estaban guiados y comandados por ese sacerdote, Martínez, que llevaba entre sus manos ensangrentadas, la cruz……el símbolo de una iglesia y una fe Que hablan de misericordia, amor y tolerancia….!!
Y la canalla se dio a la matanza sin control ni oposición.
Los desesperados e indefensos hebreos, hombres, mujeres y niños por igual, fueron pasados a degüello sin piedad alguna.
Fueron ejecutados en las calles, en las casas, en las tiendas e inclusive en las sinagogas, en las que los fieles murieron desangrándose sobre sus libros sagrados . El pogrom duró un día entero sin interrupción y los cadáveres sumaron mas de cuatro mil.
Los pocos sobrevivientes que pudieron, huyeron de Sevilla para no volver jamás,
En cuanto les fue posible.
En 1391 aún no se conocía la palabra POGROM, pero la población hebrea de la Ciudad de Sevilla, que contaba con mas de 5000 miembros, en un solo día perdió 4000 hermanos pasados a cuchillo, en un genocidio del que muchos centros académicos y universitarios, amén de muchos textos, no quieren recordar.
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