Mi mente y mis recuerdos permanentes no pueden alejarse del kibutz Nir Oz, como ya lo expresamos la semana anterior. En un momento, me aparté del grupo de periodistas latinoamericanos el domingo 18 de febrero, dejé que continuaran recorriendo las viviendas destrozadas y escuchando las crudas explicaciones del vocero del Ejército Rony Kaplan, y entré en una casa que no tenía puerta. Allí dentro quedan hoy cenizas, paredes carbonizadas, restos de una cocina, escombros, trozos pequeños de algo que parece un colchón, pedazos de madera que quizás fue una mesa o un armario. El techo es material chamuscado todo negro y las paredes tienen como canaletas de más de un color. Son paredes quemadas, pero me resulta claro que aún quedan manchas de sangre. Allí los dos hijos del matrimonio fueron despedazados. Antes, vieron como violaron varias veces a su madre, mataron primero a su padre y luego a la madre. Como finalmente también los mataron a ellos, no vieron que los asesinos de Hamas se sentaron, abrieron la heladera y comieron y bebieron en medio de un baño de sangre. Finalmente, quemaron la casa con los cadáveres adentro.
Hay varias historias de muerte parecidas o peores, si cabe, en Nir Oz y en otros kibutzim, como en Be´eri y en el propio concierto Nova, donde Hamas y los empleados de la agencia de Naciones Unidas UNWRA, asalariados de la ONU, pero asesinos terroristas de Hamas, mataron a mansalva y además violaron, decapitaron y secuestraron, con especial saña, a mujeres y adolescentes.
Sólo, parado en la casa en ruinas, me pregunté, no con ingenuidad sino con mucha rabia, por qué los centenares de organizaciones de mujeres que pululan por el mundo y que en nuestro continente siguen los pasos de la izquierda fascista, no fueron capaces hasta hoy, y ya no lo serán de expresar ni media palabra contra uno de los ataques más salvajes contra niñas, adolescentes, mujeres y ancianas que se pueda recordar o registrar. Pero no lo hicieron. No lo hizo la ONU hasta hace un par de meses cuando una funcionaria decidió ir al Medio Oriente mucho después de la barbarie del 7 de octubre. Y no lo van a hacer tampoco mañana, aunque digan, especialmente por nuestras ciudades de esta zona del mundo, que es el Día Internacional de la Mujer y repitan consignas, menos las de defender en serio a las mujeres. Porque nada expresarán de las mujeres judías vejadas y asesinadas en Gaza, pero tampoco tendrán ni la honestidad intelectual y menos política de condenar la persecución barbárica contra las mujeres en Irán, Afganistán, y en la mayor parte de África. Me pregunté ese domingo 18 de febrero en el kibutz, si esta discriminación se da porque las víctimas son judías, si es una forma más de demostrar antisemitismo. Miré más manchas de sangre por otras paredes y pisos de otras casas destruidas y pensé que sí, el antisemitismo es una compañía constante de esta seudo militancia falta de coraje y decencia, pero sentí que fundamentalmente es porque estas organizaciones no creen en lo que hacen y dicen, no gritan en serio por las avenidas por sus derechos, gritan por consignas pro- dictadores y presidentes autoritarios que ni siquiera las defienden llegado el caso. Porque, ¿Quién ha disminuido la violencia de género en la realidad? ¿Maduro, Díaz Canel, Ortega que es un violador serial, Petro?
En diciembre del año pasado, New York Times fue a Israel y escribió. Elijo un solo párrafo de la nota. “Dos militares israelíes narran lo que debieron ver y hacer el 7 de octubre. El cuerpo de una mujer tenía clavos y diferentes objetos en los órganos femeninos. En otra casa, los genitales de una persona estaban tan mutilados que no podíamos identificar si era un hombre o una mujer. Simcha Greinman, voluntario que ayudó a recoger los restos de las víctimas hizo largas pausas al pronunciar esas palabras. Cosas horribles vi con mis propios ojos y sentí con mis propias manos”. Shari Mendes, integrante de una unidad de la reserva militar israelí encargada de preparar para el entierro los cadáveres de las soldados caídas, dijo que su equipo vio “a varias muertas que recibieron disparos en la entrepierna, en las partes íntimas, en la vagina, o les dispararon en el pecho. Otras tenían la cara mutilada o varios disparos en la cabeza”. En ese momento, las narraciones no hicieron mella, salvo en Israel y en las comunidades judías. La ONU estaba ansiosa por sumergirse en el relato falso de un tal Ministerio de Salud de Hamas (algo así como el Ministerio de Salud de una banda de asesinos, narcotraficantes y tratantes de esclavos) y empezar a condenar a Israel y deslegitimar su derecho a defenderse. Pero como lo comentamos en esta columna, Pramila Patten, representante de la ONU sobre violencia sexual en conflictos se fue a Israel entre el 29 de enero y el 14 de febrero. En su informe dado a conocer esta semana, se lee: “En la mayoría de estos incidentes, las víctimas fueron primero sometidas a violación y luego asesinadas. El equipo de la misión también encontró un patrón de víctimas, en su mayoría mujeres, encontradas total o parcialmente desnudas, atadas y baleadas en múltiples lugares. Además de las víctimas atacadas en Israel, también se ha hallado evidencia de violencia sexual contra algunos rehenes de Hamas, mayoritariamente mujeres, y hay motivos razonables para creer que esa violencia pueda estar en curso, mientras siguen cautivas en Gaza”. Relatos de testigos también dieron cuenta de violaciones grupales, y violaciones a cadáveres. Al respecto, el informe Patten es tajante: “la verdadera prevalencia de la violencia sexual durante los ataques del 7 de octubre y sus secuelas puede tardar meses o años en emerger y es posible que nunca se conozca por completo”.
Así es. No estamos frente a daños puntuales o accidentales. Estamos ante un trauma global. Estamos frente a una matanza de judíos planificada por el mentor del terrorismo que se sienta cómodamente en la ONU como Irán, y ejecutada por dos de sus tentáculos criminales como Hamas y Yihad Islámica. Y esa matanza, perpetrada con intención genocida y con objetivo final genocida es sistemáticamente ignorada por un tercio de gobernantes de América Latina y por varios salvajes más que se regodean de su odio antijudío en todas las agencias de la ONU. Por eso, el Embajador de Israel en la ONU, Gilad Erdan, apenas conocido el informe Patten, fue crítico al señalar que “le llevó a la ONU 5 meses reconocer los crímenes de Hamas el 7 de octubre. Ahora que están comprobados fehacientemente no sólo los asesinatos y violaciones de ese día sino las violaciones y torturas que hace Hamas con los secuestrados en Gaza, la vergüenza del silencio de la ONU es un grito de dolor que sobrepasa los límites del planeta”. El ministro de Relaciones Exteriores de Israel llamó en consultas a Erdan como mínima señal de protesta y desaprobación por la actitud del secretario general de la ONU de no escuchar el pedido de Israel y no llamar al Consejo de Seguridad ante 23 páginas de evidencias de crímenes de guerra.
En lo personal, no espero nada de nadie. Guterres no necesitaba un informe Patten para saber con lujo de detalles la masacre cometida por Hamas contra civiles israelíes y menos necesitaba el informe para comprobar el uso de la bestialidad contra mujeres y niñas. Con tanto barro en sus ojos, ve poco, y si ve algo, se echa más barro. Nada esperaba tampoco de Patten. Cumplió a medias su trabajo, muy tarde, y no va a pelear ni un milímetro para que por lo menos se lo estudie, se lo convalide. Más aún, hoy está buscando a ver si hubo algún maltrato de tropas israelíes en Gaza. Quiere equilibrar lo imposible porque ese es el nivel de inmoralidad que rige en la ONU y ella no va a arriesgar su ubicación burocrática. Menos dirán los países que tienen por estos tiempos actos eleccionarios o reelección indefinida de dictadores.
Y todo esto último también lo pensé mientras miraba montículos de tierra en el kibutz donde encontraron huesos de quemados, decapitados, descuartizados que permitieron dar sepultura a muchas víctimas a través de la eficacia del ADN. Allí en Nir Oz, al igual que en otros kibutzim se escucha el sonido de la muerte. La que llegó el 7 de octubre, la que sigue sucediendo en los túneles donde nadie sabe si queda algún secuestrado con vida. Silencio y soledad. Históricamente sabemos lo que es estar solos ante la muerte y qué es la indiferencia más la complicidad. Hoy, hace unos días, no me sentí solo, sino muy cerca de las centenas y centenas de judíos que llegan a Israel todos los días. ¿Quién pretende que nos sintamos solos hoy? ¿Guterres, Lula, Petro, Putin? Podrán saber mucho de maldad, dé eso no hay duda posible, pero sobre la historia del pueblo judío, los domina la ignorancia.
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