Miles de habitantes de Gaza han huido a Egipto desde el comienzo de la guerra, la mayoría de ellos miembros de la élite social local, que pudieron pagar por la travesía. Volé a El Cairo a encontrarlos. Hallé allí a viejos conocidos que aún están sorprendidos de la locura mesiánica que capturó las mentes de los líderes del Hamás.
Al oir sus relatos, también yo me sorprendí.
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En Gaza los llaman «los nuevos judíos». Se trata de los ricos comerciantes gazatíes que huyeron de inmediato y lograron rescatar a sus familias, siguiendo con sus negocios desde lejos. Ellos gozan ahora de una muy «buena vida» en hoteles de alto nivel, en El Cairo, y desde allí venden su mercancía al mejor postor. Cuando un kg. de azúcar cuesta en Gaza 70 shékel (U$D 19.50) y un litro de nafta 150 shékel (U$D 41.50), es más que natural que un millón y medio de refugiados en la Franja los agreguen a la lista de sus enemigos, después de Israel y Hamás.
No estoy seguro que sea en este orden.
Para huir del infierno, cada fugitivo debe pagar unos 10.000 dólares, buscar a algún «facilitador» que le consiga permiso para salir al cruce de Rafah (Rafiah, en hebreo), esperar no toparse en el camino con el ejército israelí, llegar sano y salvo al cruce egipcio, y de ahí en más existe la posibilidad de que las puertas del Paraíso de la Tierra del Nilo se abran de par en par. Pero ni siquiera así los fugitivos pueden garantizarse paz y seguridad. Aunque El Cairo es muy barato, es cara en comparación a lo que fue la Franja de Gaza. Y cuando no hay medios de vida, y la casa en Gaza fue destruida, y todas las posesiones desaparecieron con ella, y los ahorros se acabaron para comprar permisos de tránsito, ¿Con qué clase de futuro se puede soñar? Sólo un comerciante exitoso de Gaza, que supiera maniobrar y sobrevivir entre Hamás e Israel, podría vivir en El Cairo y disfrutar de sus beneficios. Y la ciudad tiene mucho que ofrecer.
La última vez que visité la animada Cairo fue después de la destitución de Hosni Mubarak. El Cairo era entonces turbulenta y aterradora. Los millones de manifestantes enfurecidos que inundaron sus calles buscaban tender puentes entre la corrupción del régimen de Mubarak y el golpe de poder fundamentalista de la Hermandad Musulmana, liderada por Mohammed Morsi. Eso se acabó cuando el ejército egipcio tomó el asunto en sus propias manos y frenó la «Primavera Árabe». Hoy en día, se ven muchas fotografías del presidente Abdel Fattah al-Sisi en El Cairo, pero son más pequeñas y más modestas que las fotografías del presidente derrocado, quie fue todopoderoso y murió alejado, «sin pena ni gloria».
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El Cairo vuelve a ser una ciudad «que nunca se para», incluso durante el Ramadán. «Um al Dunya» (madre del mundo) la llaman. Aquí hay una pobreza atroz y una riqueza formidable que se fusionan en una bulliciosa masa urbana: enormes centros comerciales, callejuelas estrechas, ciclistas con sacos de comida en la cabeza, furgonetas sobrecargadas hasta el punto de ser peligrosas y convoyes de minibuses abarrotados que apenas logran transportar a los residentes de esta densa ciudad donde viven unos 10 millones de personas. Aquí es fácil perderse y desaparecer, y eso es exactamente lo que miles de residentes de Gaza que huyeron de la guerra están tratando de hacer,con la esperanza de pasar desapercibidos hasta que puedan comenzar una nueva vida, en cualquier rincón del mundo que los acepte. A ellos les es claro que no podrán quedarse aquí para siempre. Egipto los acoge hasta que pase la ira, pero no es un lugar sencillo para extranjeros, y mucho menos para los palestinos.
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Volé a El Cairo para encontrarme con habitantes de Gaza que huyeron de la guerra, incluidos conocidos y colegas de mis años de trabajo en Gaza. Pero no todos aceptaron reunirse conmigo. En principio, llamé a S., el hermano de mi ex fotógrafo, que murió de cáncer hace un año y medio. S. me esquivó y no entendí el por qué. Después de todo, estuve en su casa muchas veces mientras cubrí la segunda intifada. El día del golpe de estado de Hamás en Gaza, cuando los militantes de Iz a Din al-Qassam intentaron capturar a su hermano, logré rescatarlo, llevarlo a Ramallah y con ello salvarle la vida. Su sobrino Amjad me explicó más tarde que la hija de S. murió durante los bombardeos de las FDI. Y que además, él tampoco quiere problemas con los egipcios. «No le resultó cómodo decírtelo», se disculpó Amjad. Ahí entendí.
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Aterricé en El Cairo al mediodía del viernes y me dirigí a la zona del Hotel Intercontinental, donde se alojan la mayoría de los grandes comerciantes de Gaza. Es un amplio complejo que incluye hoteles de lujo y un enorme centro comercial: diez pisos de tiendas de las principales marcas internacionales. Puedes ver a muchos jóvenes de Gaza aquí, subiendo y bajando las escaleras mecánicas. Algunos con bolsas llenas de compras, otros simplemente mirando los escaparates, tratando de digerir la brecha entre Gaza y El Cairo, entre un lugar donde la muerte siempre ronda y el lugar que nos muestra, tal vez, lo que Gaza pudo haber sido, si sus líderes hubiesen llevado a cabo siquiera una décima parte de las fantasías que prometieron después de la firma de los Acuerdos de Oslo.
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Uno de los grandes soñadores de los días de Oslo es Sufyan Abu Zeida. Qué irónico es que el hombre que soñaba con establecer un Estado Palestino al lado de Israel viva ahora en un barrio llamado «Tierra de los Sueños», que está a una hora en auto del centro de El Cairo y a años luz de la Plaza Palestina, en Gaza.
Abu Zeida (64) fue uno de los primeros prisioneros palestinos en ser liberados de la prisión israelí después de la ceremonia en la Casa Blanca, y rápidamente se convirtió en una estrella de los medios palestinos. En un fluido hebreo comentó, en la televisión israelí, la compleja realidad posterior a Oslo. También hoy en día, en la televisión egipcia, se convirtió rápidamente en una especie de estrella de la comunicación. En aquel fue intérprete de un proceso de paz que colapsó. Hoy, es comentarista de guerra.
En el taxi, yendo a verlo, pasé por la Universidad Al-Shams, donde el jeque Ahmed Yassin estudió a mediados de los años 60 y se unió a la Hemandad Musulmana. Dos décadas después, fundó el movimiento Hamás.
Más tarde pasamos por la Universidad Al Azhar, el importante centro académico del mundo musulmán, de donde surgieron los grandes eruditos religiosos que dieron forma al Islam moderno, y crearon la división entre el mundo musulmán moderado y el Islam fundamentalista.
No muy lejos de allí se encuentra el estadio donde fue asesinado el presidente Anwar Saadat el 6 de octubre de 1981. El mes de octubre grita desde cualquier rincón, en El Cairo. Como israelí, siento que el clamor es redoblado. El fracaso y el trauma de la guerra de Yom Kippur se fusionan con el trauma de un nuevo Octubre maldito.
Abu Zaida me esperaba calzando chinelas al borde de una calle lateral de su barrio, un complejo cerrado y seguro de edificios altos con el color ocre del desierto. No nos habíamos visto cara a cara desde la segunda Intifada, e incluso entonces el encuentro tuvo lugar en Inglaterra, cuando él iba a realizar sus estudios de doctorado. Al bajar del taxi, estallamos ambos en una risa liberadora acerca de los caprichos del destino que nos hace encontrar en diferentes partes del mundo.
«Cuando salí de la prisión israelí en el ’93, estaba seguro de que el sufrimiento y el dolor habían terminado para nosotros, que comenzaba una vida de paz y esperanza», dijo con una sonrisa, «pero desde entonces – sólo he conocido guerras. Todo el tiempo guerras.»
Abu Zaida estudió historia de Israel en el Sapir College, frente a Sderot, obtuvo un doctorado en Inglaterra y en 2005 fue nombrado Ministro de Asuntos de Prisioneros de la Autoridad Palestina. En 2006, fue secuestrado en su casa en Gaza por las Brigadas Az-Din al-Qassam y más tarde también perseguido por el presidente de la Autoridad, Mahmoud Abbas, por ser considerado uno de los hombres de Muhammad Dahlan.
Abbas le quitó su salario y le confiscó tanto su pensión como su casa en Ramallah.
En 2019 Abu Zeida se vio obligado a regresar a la Franja de Gaza, de donde huyó tras el golpe de Hamás, y a vivir en ese enclave cerrado controlado por la banda de Yahya Sinwar. «Y cuando pensé que ya había pasado por todo», dice, «estalló esta guerra y volví a ser un refugiado».
Con Sinwar, se encontró muchas veces. Según sus palabras, las conversaciones con él se centraron principalmente en la ayuda económica que Dahlan obtuvo para los gazatíes con fondos de los Emiratos, principalmente para proyectos en los campamentos de refugiados de Jabaliya y Khan Yunis. «Hemos puesto en marcha muchos proyectos y hemos concedido becas a jóvenes por valor de millones de dólares»,afirma. «Hamás tenía un interés claro porque realmente le facilitamos todo eso. Esa fue la razón por la que no nos molestaban».
No pude contenerme. «Quieres decirme, que como Netanyahu, que invirtió dinero qatarí para ayudarles a construir túneles y establecer un ejército, también tú y Dahlan quisieron tranquilidad y recibieron una bofetada?», le eché en cara.
A diferencia de Netanyahu, Abu Zeida no duda en aceptar su responsabilidad. Admite el error y explica que el grupo de Dahlan buscaba aliviar la angustia en Gaza y, como quienes se consideran responsables por su pueblo, debían asumir esa responsabilidad. Según él, también ellos creyeron que el Hamás estaba dispuesto a un arreglo a largo plazo con Israel y se esforzaron por conseguir que un alto número posible de trabajadores pudiesen trabajar en Israel.
En la mañana del 7 de octubre, vio decenas de cohetes disparados desde Gaza. Se imaginó que la FDI había matado a algun alto funcionario del Hamás y que esa era la respuesta. Pero cuando vio pasar un jeep militar israelí por delante de su casa, con una rehén israelí retenida por la fuerza en su interior y decenas de gazatíes jubilosos a su alrededor, comprendió el poder de la tormenta que estaba a punto de azotar a la Franja de Gaza. «Entendí que Gaza desaparecería. Gaza va hacia su destrucción».
Abu Zeida, que escucha obsesivamente a los medios israelíes, conoce muy bien la situación de la opinión pública y de los dirigentes. «Le dije a mi esposa: los israelíes nos pisarán con sus tanques y llegarán hasta aquí y aún más allá. Todos estos edificios altos que ves a tu alrededor, serán derribados por los israelíes. Uno por uno. Arrasarán con Gaza».
De hecho, eso es lo que pasó. Los edificios – ya no están. La casa de Abu Zaida se convirtió en el cuartel de las FDI en la zona de Jabaliya.
Teniendo experiencia de operaciones anteriores de las FDI, Abu Zaida entendió que el ejército dividiría la Franja de Gaza en dos, y que si no se apresuraba a abandonar la Zona Norte, ya no podría llegar al cruce de Rafah y evacuar a su familia. Su principal preocupación fue por las vidas de su hija y su nieto pequeño que habían venido de visita desde Boston unos días antes y fueron sorprendidos en el campo de batalla. Sólo a titulares de pasaportes palestinos se les permitía cruzar en Rafah, pero su nieto, que nació en Estados Unidos, no tenía pasaporte local. El cruce estaba cerrado hasta que se le concediera el permiso de salida. Pero la familia Abu Zayda no esperó. Antes de que las FDI bloquearan el paso entre el norte y el sur, lograron llegar a Rafah.
«Tenía lágrimas en mis ojos», recuerda Abu Zaida, «sabía que nunca volvería a este lugar».
Él nació en Jabaliya y allí también nacieron sus hijos. A principios de la década de 1980 lo llevaron a una prisión israelí, y a los callejones del campamento regresó después de ser liberado, decidido a ser un líder palestino que cambiaría el mundo. Incluso cuando huyó a Ramallah del terror de Hamás, la casa de Jabaliya siguió siendo objeto de su anhelo.
«No lloré sólo por la casa», dice. «Lloré por los sueños que tuve y desaparecieron. Por el país que no se levantaría, por los niños que simplemente morirían. Tuve muchos sueños y esperanzas, y recuerdos, y de ellos no quedó nada. Todo se derrumbó junto con mi casa».
Abu Zayda se llevó algunas pertenencias, algo de ropa, fotografías y recuerdos y metió todo en una pequeña maleta. Cuando subieron al auto, todavía vieron gente festejando a su alrededor. «Vi que estaban muy alegres. Los vi y le dije a mi esposa que nos vamos a la perdición».
Ahí le pregunté cómo entendía el júbilo de muchos palestinos por los secuestrados que fueron llevados a Gaza.
Abu Zayda no intentó ni por un momento defenderlo. «Puedes escribirlo en letras bien grandes», me dijo. «Para mí, es una vergüenza». Levantó la voz para que no me perdiera el tono de su determinación: «Yo, como palestino, les digo en voz alta: esto es una vergüenza. Me avergüenzo de que hayan asesinado y secuestrado a personas, niños, mujeres y ancianos. Me avergüenzo. Esto no es heroísmo. Absolutamente, no es heroísmo».
Según él, durante los dos primeros días de la guerra incluso oyó a miembros de Hamás decir que los civiles deberían ser liberados. «Si hubiera existido un poco de sentido común, los israelíes hubiesen podido recibir de vuelta a las mujeres, los ancianos y los niños, de forma gratuita. Te lo aseguro. De fuente segura. Pero Israel pensó que presionando lograría la liberación de los secuestrados. No entendían qué es Hamás».
«Pero te repito, y no tengo miedo de afirmarlo: matar civiles y secuestrar mujeres, ancianos y niños no es nada heroico. Y les digo esto como un palestino que sabe que ahora hay unos 32.000 muertos y al menos otros 10.000 están enterrados bajo los escombros. Sólo en mi familia tenemos diez muertos. Nueve de ellos no tienen nada que ver con Hamás, incluidos mi primo y mi sobrino. Fueron a buscar comida y les dispararon un misil».
Abu Zeida nunca tuvo miedo de decir con valentía lo que pensaba y no escatimó críticas tanto a israelíes como a palestinos. A veces también pagó un precio por ello. En 1996, después de que Israel matara al «ingeniero» Yahya Ayash, dijo en una entrevista con el Canal 1 que el momento del atentado no fue el adecuado. No la acción en sí.
«Yo entiendo la reacción israelí»- dice ahora – «sabía que habría una reacción. Pero no me imaginé que hubiese una reacción tan brutal. ¿Para matar a Ahmed A’ndor, se destruye un barrio entero? ¿Están locos?»
A’ndor era Comandante de la Brigada Norte en la Franja de Gaza y era el responsable de desarrollar el sistema de cohetes del ala militar. El 17 de noviembre, las FDI bombardearon un escondite donde se refugiaba, junto con otros altos funcionarios de Hamás. El portavoz de las FDI, Daniel Hagari, dijo después del ataque que «se llevaron a cabo poderosos ataques contra dos complejos subterráneos».
Según Abu Zeida, en el fuerte ataque las FDI arrojaron toneladas de explosivos, un barrio entero fue destruido y unos 250 palestinos murieron. Más tarde se informó en Israel que tres rehenes israelíes, Ron Sherman, Nick Beiser y Aliya Toledano, murieron en un túnel en las cercanías, probablemente debido al bombardeo.
«Por un tipo que querían eliminar, mataron a cientos de personas. ¿Tiene eso sentido para ti?» Abu Zaida acusa: «Incluso si este objetivo es correcto desde vuestro punto de vista y están luchando contra Hamás, ¿no tienen límites? ¿No hay líneas rojas? Y ahora ustedes se sorprenden de que el mundo entero se haya levantado contra ustedes. Porque en vuestro modo de ver no existen inocentes en Gaza. En su opinión, la compasión ha muerto, y por eso cierran sus ojos ante lo que está sucediendo en Gaza».
«Es verdad», le respondo. Muchos israelíes perdieron la poca compasión que aún tenían, después de presenciar las atrocidades cometidas por Hamás en los kibutzim circundantes y el júbilo de alegría en la Franja de Gaza. Abu Zayda dice que quienes se regocijaban – ahora lloran. «Pero no se puede provocar una reacción de ira y venganza que dure seis meses», me responde. «Shlomi, aquí tenemos un 7 de octubre todos los días, todos los días, desde hace seis meses».
Lo que también lo enfurece es la actitud de los medios israelíes ante lo que está sucediendo en Gaza. Pone como ejemplo la operación de rescate de los dos secuestrados israelíes, Luis Herr y Fernando Merman, de un campamento de refugiados en Rafah, en la que – según fuentes palestinas – fueron muertas más de cien personas.
«Hicieron un acto heroico para liberar a rehenes que no deberían haber sido secuestrados», dice Abu Zeida, «pero también mataron a un centenar de civiles, mujeres y niños para proteger a las fuerzas israelíes. ¿Es este un acto de heroísmo por parte de los israelíes? ¿Liberar a dos rehenes y matar a cien personas inocentes? Abu Zaida golpea la mesa con el puño. «¿Y no merece ni siquiera una mención mínima en los medios israelíes?»
Revisé su afirmación. Salvo un inform de Jackie Khoury en el «Haaretz», casi no hubo referencia alguna al respecto en los medios israelíes. «Ustedes dicen: son cifras del Hamás, están mintiendo», continúa Abu Zeida, «Y yo te digo que no. No son cifras de Hamás. Lo vemos con nuestros propios ojos. Mírenlo en la televisión. Olvídense de Al Jazeera. Todos los canales del mundo mostraron las imágenes de Raffah. Todos menos ustedes. Y después de ello, ustedes dicen que son el ejercito más moral del mundo. Tienen la mano muy ligera en el gatillo, Shlomi, y eso está prohibido. No hay que perder la compasión».
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De hecho, diferentemente de lo que está sucediendo actualmente en Gaza, Israel ha cuidado durante años de evitar daños masivos a los civiles. Si hubieron víctimas innecesarias, en Israel se apresuraban a dar explicaciones, expresar dolor y sacar conclusiones. Los medios israelíes solían criticar y hacer preguntas. El mejor ejemplo fue la decisión de matar a Saleh Shjada, jefe del ala militar de Hamás, en el apogeo de la segunda intifada. Otros 14 civiles murieron cuando el misil impactó en su casa. Tras el ataque, estalló un alboroto público en Israel y 27 pilotos de la Fuerza Aérea enviaron la famosa «Carta de los pilotos» protestando por la acción. Al respecto, en una entrevista con el suplemento Haaretz, el comandante de las Fuerzas Aéreas, el general Dan Halutz, quien defendió la acción, respondiendo a una pregunta de un periodista que preguntó que hubiese sentido si hubiese sido él mismo el piloto, respondió: «hubiese sentido un ligero golpe en el ala». Ese dicho se convirtió con el tiempo en un apodo despectivo hacia la pérdida de la compasión y la moralidad.
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Le pregunté a Abu Zeida si se le ocurrió alguna vez que Hamás era capaz de cometer atrocidades como las que se vieron el 7 de octubre. «Si me hubieras preguntado», respondió, «te habría respondido como cualquier oficial de inteligencia israelí: es imposible que esto sea lo que están planeando. No creería que no tengan en cuenta lo que les sucederá el día después.»
«Hubo muchas declaraciones de Hamás antes del 7 de octubre, y nosotros en Fatah solíamos reírnos», añade Abu Zeida. «Por ejemplo, alguien de Hamás escribió en Facebook: recuerden, en unos meses más, la gente de Al Qassam llegará a Ashkelon, entrará en la prisión y liberará a todos los prisioneros. Esa era la atmósfera. Nos resultaba difícil comprender que creían que con 3.000, 5.000 o incluso 10.000 hombres armados conquistarían Israel. Es una locura. Pero cuando crees que Dios te está enviando a cumplir Su palabra, no hay nadie con quien puedas discutir. Las señales estuvieron en el campo todo el tiempo».
De hecho, Abu Zayda sabía que durante dos años los líderes de Hamás habían estado hablando del cumplimiento de la «última promesa» (Al-wad al-akhir), una promesa divina que asegura que en los últimos tiempos, todos los humanos serán musulmanes. Sinwar y su pandilla desarrollaron a una interpretación extrema y literal de la «promesa», que impregnó todos sus mensajes – en discursos, sermones, conferencias en escuelas y universidades. El lema principal era cumplir «la última promesa», incluyendo matar a todos los infieles o convertirlos al Islam contra su voluntad.
En la cúpula de Hamás, hablaban seriamente de cumplir la «última promesa». «Creían que iban a colapsar a Israel», dice un alto funcionario palestino cercano a la cúpula de Hamás. «Solíamos reírnos cuando los oíamos, era una locura», añade Abu Zeida. «Pero cuando crees que Dios te envía a cumplir su palabra, no hay nadie con quien discutir».
En un discurso militante pronunciado por Sinwar en 2021, tras el final de la Operación Guardia del Muro, él dejó claro que se enfrentaba a una guerra a gran escala. «Estamos ante un enfrentamiento abierto con el enemigo que insiste en convertir la batalla en una guerra religiosa», gritó por el micrófono. «Debemos estar preparados para defender la Mezquita de Al Aqsa . Toda nuestra nación debe estar preparada para marchar ‘en una tormentosa inundación’ para desarraigar la ocupación de nuestra tierra». De hecho, Hamás calificó el ataque del 7 de octubre como «La Inundación de Al-Aqsa».
Sin embargo, a excepción del núcleo duro de los dirigentes de Hamás, en Gaza estas conversaciones fueron tratadas como quimeras, galimatías destinadas a las necesidades de relaciones públicas de Sinwar y su banda para desviar la discusión de la difícil situación de los residentes de la Franja de Gaza. La locura de este grupo fue visible para muchos. De hecho, cualquiera que haya escuchado los discursos de Sinwar, haya escuchado el canal de televisión de Hamas o haya seguido a su gente en Twitter, podría entender que en Gaza hay un proceso de preparación de los corazones para una operación militar importante. Pero sólo unos pocos entendieron que no se trataba de fantasías, sino de una ambición concreta que finalmente se tradujo en un plan operativo.
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Otro conocido de la Franja con quien me encontré más tarde en El Cairo me dejó bien claro lo operativo que era.
«Nos conocemos desde hace exactamente 30 años y tres meses», me dijo el conocido y se sentó a mi lado.
Sí, nos encontramos en los días de esperanza. Tiene 60 años, es un ex alto funcionario de Fatah. Llegó a El Cairo con su familia hace exactamente un mes, todavía busca dirección y se asegura de pasar desapercibido. Por eso aceptó hablar libremente pero bajo un seudónimo. Lo llamaré Ayad.
Es una personalidad muy conocida en Gaza. A pesar de las dificultades de la vida en Gaza, nunca aspiró a irse. Ahora tampoco. Pero según él, tenía que salvar a su familia. Después de ser liberado de la prisión israelí, juró que el camino de la violencia no será su camino. Es amigo de muchos israelíes activistas por la paz, y hay quienes lo llaman «hermano». En el pasado, su hijo resultó herido por un misil de las FDI y sus amigos israelíes recaudaron dinero para ayudar a tratarlo. Ayad nunca lo olvidará.
A lo largo de los años, en todas las luchas entre Hamas y Fatah, trabajó para calmar y mediar entre las partes, y así se ganó la confianza de los líderes moderados de Hamas, que no lo consideraban uno de los suyos, pero lo respetaban.
Ayad conoce bien a Hamas y ellos lo conocen a él. Hace unos años, Sinwar se jactó ante él y pidió mostrarle a él y a varias otras personalidades el enorme proyecto de túnel que había establecido en Gaza. «Dijo que había invertido 250 millones de dólares para llevar Gaza a la clandestinidad», dice Iyad. «Le dije que estaba loco».
Según él, ya entonces sabía que el movimiento Hamás se había descarrilado. Cuando allí empezaron a hablar de la “última promesa”, él tampoco pensó que fuera en serio. Pero en el 2021 esto cambió. Se fue dando cuenta de que ya no se trataba de una idea sonámbula de alguna que otra hierba mala, sino que toda la dirección del movimiento estaba impregnada de la idea equivocada de la banda Sinwar. Tenían un plan organizado y creían que actuaban según la misión de un mandato divino. «Creían tanto en la idea de que Alá estaba con ellos y que iban a colapsar a Israel, que comenzaron a dividir Israel en cantones, el día después de la ocupación».
Ayad cuenta un acontecimiento sorprendente que explica cuán grande era la locura en Hamás. «Un día, uno de los miembros conocidos de Hamás me llama y me dice con orgullo y alegría que están preparando una lista completa de jefes de comités para los cantones que se establecerán en Palestina. Me ofrece ser el jefe del comité para la Zona de Zarnuga, un pueblo donde vivía mi familia antes del 48.
La aldea árabe de Zarnuga estaba situada a unos 10 kilómetros al suroeste de Ramla. En sus tierras se estableció el barrio de Kiryat Moshe, perteneciente a la ciudad de Rehovot. La oferta que recibió Ayad fue la de ser nombrado oficialmente Jefe del Comité que se encargaría de la rehabilitación de Ramla y la zona de Rehovot al día siguiente de que se cumpliera la «última promesa».
Ayad testifica que estaba en shock. «Te has vuelto loco», respondió al hombre de Hamás y le pidió que no volviera a llamarlo.
La historia de Ayad suena inquietante, pero no sorprende a quienes estuvieron expuestos a lo ocurrido en la conferencia «La Última Promesa» celebrada el 30 de septiembre de 2021, unos meses después del final de la Operación «Guardián de los Muros». La Conferencia, que se celebró en el Hotel Commodore, en la playa de la Franja de Gaza, discutió en detalle la «preparación para la futura gestión del Estado de Palestina», tras su «liberación» de Israel.
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La conferencia fue financiada por Hamás y organizada por un activista llamado Kanaan Abid. Abid, que no es miembro de la rama militar y parece un oficinista administrativo gris y nada amenazador, es considerado el padre de la idea que preparó los corazones de los líderes de Hamás y de los residentes de Gaza para la masacre del «día del juicio final» en Israel. Actualmente se encuentra detenido en Israel, tras ser capturado durante la guerra por las FDI, cuando intentaba escapar hacia el sur de la Franja de Gaza.
En un discurso escrito que Sinwar envió a la Conferencia, el líder de la organización insinuó que la campaña para la conquista completa del «Estado sionista» está más cerca que nunca. Explicó a los presentes que cree que «la victoria está cerca» y que «la liberación completa de Palestina desde el mar hasta el río» es «el corazón de la visión estratégica de Hamás… Trabajamos duro y hacemos grandes esfuerzos en la superficie y en sus profundidades, en el corazón del mar y desde las alturas del cielo… Vemos con nuestros ojos la liberación y por eso nos estamos preparando para lo que vendrá después de ella».
Al final de un largo día de discusiones, se sacaron conclusiones. Las conclusiones, que fueron ampliamente publicadas en el sitio web del Instituto de Investigación MEMRI dirigido por el general Yigal Carmon, abordaron la cuestión de cómo debe prepararse Hamás para el día en que Israel sea conquistado y destruido y se establezca otro Estado bajo sus ruinas. Los planes eran tan detallados que los miembros de la Conferencia comenzaron a registrar propiedades y designaron delegados que cuidarán de las propiedades que serán ocupadas por Hamás. «Tenemos registros de las viviendas y diversas instituciones israelíes. Las instituciones educativas y escuelas, las gasolineras, las centrales eléctricas y la red de alcantarillado, y no tenemos otroa alternativa que prepararnos para su gestión», afirmó Abid en sus palabras en la Conferencia.
Entre otras cosas, los miembros de la Conferencia decidieron cómo deberían comportarse con los israelíes: «En la actitud que se debe mostrar hacia los judíos colonos que se asentaron en la Tierra de Palestina, es necesario hacer una distinción entre un combatiente – que necesita ser asesinado – un (Judío) que huye y puede ser acusado o procesado por sus crímenes, y un pacificador que se entrega y puede ser acogido, o en su defecto darle un plazo para que se vaya.» Coincidieron todos en que se trata de «una cuestión que requiere un estudio profundo e implantar el espíritu humanista que siempre ha caracterizado al Islam».
Específicamente, se discutió la prevención de la fuga de cerebros. «A los judíos eruditos y expertos en los campos de la salud, la ingeniería, la tecnología, la industria civil y militar se les debe dejar por un tiempo y no dejar que se vayan con el conocimiento y la experiencia que adquirieron mientras vivían en nuestra tierra y consumían sus bienes, mientras nosotros pagábamos el alto precio de la humillación, la pobreza, las enfermedades, la carencia, el asesinato y el encarcelamiento», se registró en las conclusiones.
Discutieron el establecimiento de mecanismos políticos, decidieron que publicarían un «aviso a las Naciones Unidas de que Palestina es un Estado que hereda al «Estado de Ocupación» (Israel…) y que disfruta de todos los derechos de los que disfrutaba» y asumieron que el nuevo estado heredaría los acuerdos fronterizos con Egipto y Jordania, incluida «la división de las zonas económicas al este del mar Mediterráneo con Grecia, así como el derecho de paso y navegación en el golfo de Aqaba». Consideraron que el valor del shékel sería «cero» y por ello recomendaron a los palestinos a convertir sus ahorros «en oro, dólares o dinares».
Se ocuparon de la necesidad de reclutar personas para los Comités Populares que asegurarían los recursos del país. «Serán formados para este fin y luego divididos en grupos de trabajo», afirmaron. «Los preparativos para esto comenzarán a partir de ahora, primero, en la Franja de Gaza».
«Estamos al borde de la victoria que Alá ha prometido a sus siervos», se lee en el mensaje resumido, «Ha llegado el momento de actuar!
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«Todo el mundo se reía cuando Kanaan Abid organizó este gran espectáculo en Gaza» – me dijo un alto funcionario palestino de Ramallah con quien hablé después del 7 de octubre – «pero yo no me reí. Sabía que el contenido venía de la cabeza de Sinwar».
El funcionario supo agregar detalles sobre la Conferencia. «Fueron invitados refugiados del año ’48, considerados con status especial y les asignaron puestos con toda seriedad», afirma el funcionario. «No sólo como jefes de comités, sino también en roles realmente profesionales: cuidado de la tierra, educación, incluso transporte y comunicación».
Por eso, dice el hombre, no le sorprendió en absoluto el ataque de Hamás. «Sabía hacia dónde se dirigía desde que Sinwar tomó el poder en Hamas y eliminó a sus oponentes», dijo. Según él, «si hablas de un error, la liberación de Sinwar de la prisión israelí es la madre de todos los errores. Ustedes siguen hablando de Hamás y no entienden que Hamás es Sinwar. Mientras respire, él maneja las cosas y es un loco fanático». Añadió que «en la prisión israelí se fue haciendo más y más extremista, a tal punto que llegó a creer que es el asistente del profeta Mahoma». El funcionario incluso dijo que en ese momento se reunió con un funcionario israelí en un hotel en Jerusalén y le advirtió sobre el carácter del hombre. Israel – dijo – no entendía con quién estaba tratando.
Todo era visible, pero Israel no oyó ni vio. El célula especial de la Unidad 8200, cuyos miembros se dedicaban a recolectar material de inteligencia visible, se cerró en 2021. La inteligencia israelí le pasó por alto al panorama emergente.
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Ayad dice con tristeza que las cosas no tenían por qué haber sido así. Según su conocimiento de las personalidades que operan en Hamás, Sinwar de hecho perdió en las elecciones celebradas el 10 de marzo de 2021, medio año antes de esa Conferencia.
Nizar Awadallah, un hombre del ala política del Hamas, ganó por una estrecha mayoría en esas elecciones, pero Marwan Issa, número 2 del ala militar – recientemente eliminada – amenazó con sus hombres a los miembros locales del Comité Shura para que cambien los resultados. Y así fue. Sinwar fue anunciado como líder de Hamás por segunda vez tras ganar las elecciones de 2017.
Leyendo las noticias publicadas en su momento, se encuentra una espesa pista acerca de lo sucedido. «Ayer circularon informes no oficiales de que Sinwar perdió en la primera ronda ante Nizar Awadallah por unos pocos votos», escribió el periodista de Haaretz Jackie Khoury el 10 de marzo de 2011. «La organización lo negó. Según ellos, no hubo decisión y por eso se anunció otra ronda en la que ganó Sinwar». La siguiente ronda fue un partido perdido de antemano. Awadala, que se vio obligado a perder, huyó de Gaza mientras pudo.
No es el único que se escapó. Ayad dice que desde que Sinwar y sus hombres tomaron el control de la Franja, algunos de los líderes pragmáticos del movimiento se dieron cuenta del camino de destrucción que estaban recorriendo y huyeron de la Franja. Porque Hamás es, ideológicamente, un movimiento que santifica la muerte, pero resulta que sus líderes gustan mucho de la vida. Ismail Haniyeh, por ejemplo, Jefe del buró político de la organización, fijó su residencia en Qatar, al igual que su adjunto Khalil Al Haiha. «No sabían cuál era la fecha de la operación, pero definitivamente entendían hacia dónde se dirigía», afirma.
Otros, escaparon de la Franja días antes del 7 de octubre. El Dr. Razi Hamed, el hombre que estuvo a cargo de las negociaciones para la liberación de Gilad Shalit, abandonó Gaza una semana antes de la invasión y permanece en Beirut desde entonces.
El hijo mayor de Haniyeh también tomó una medida similar. El lunes 2 de octubre al mediodía, Abed Haniyeh presidía el Comité de Deportes Palestino, que depende del Ministro de Deportes, Jibril Rajoub. Repentinamente, recibió una llamada telefónica, salió de la habitación por unos minutos y luego regresó pálido y confundido. Se apresuró a informar a los miembros del comité – que estaban reunidos en una llamada de Zoom con otros miembros del Comité de Cisjordania – que tenía que partir inmediatamente hacia el cruce de Rafah porque en ese momento le habían informado que su esposa necesitaba pasar de urgencia un proceso de fecundación en los Emiratos. De inmediato otorgó plenos poderes a su sustituto y abandonó la Franja con presteza.
«Cuando estalló la guerra, dos de los miembros del Comité que estaban en la reunión me llamaron», dice Ayad. «Me dijeron: ‘Mira a ese hijo de puta. Si nos hubiera dicho, nosotros también nos hubiéramos escapado’. Otra persona que lo llamó le dijo con tristeza: «Bueno, si supiéramos que quieren cumplir su loca promesa, no compraríamos casas, no nos casaríamos, no tendríamos hijos. Ahora ellos están en Qatar y nosotros comemos mierda.»
Esta información pone en duda la afirmación que prevalece desde el 7 de octubre, según la cual la dirección política de Hamás con sede en Qatar no participó en el movimiento. Incluso si Haniyeh y su gente no fueran socios en la planificación, tenían información anticipada sobre la fecha de ejecución. «Todo el mundo sabía que se produciría el ataque», dice Ayad, «pero no estaban seguros del momento. Sólo el lunes, cinco días antes, aparentemente se produjo una fuga de información interna»
«Dime», le pregunté, «¿es posible que la inteligencia israelí no haya visto ni oído todo lo que me estás contando?».
Ayad guardó silencio por un momento y respondió. «No prestaron atención a los datos. Conocían lo de la Conferencia celebrada en el hotel Commodore, de la que incluso se informó brevemente en los medios israelíes, pero no le dieron ninguna importancia. Como era una locura, no le dieron valor.
El 7 de octubre, Ayad salió a recoger dátiles del árbol que crecía en el patio de su casa en Jabaliya. Cuando se dio cuenta de la magnitud de la invasión y vio que los civiles y soldados secuestrados estaban siendo llevados a Gaza, llevó a su esposa y a sus familiares a lo de su hija en el barrio de Sheikh Radwan, alejado de la frontera con Israel. Él se quedó en casa por el momento. Al tercer día, cuando el estruendo de los cañones, tanques y aviones ya se hizo insoportable, intentó subir a su coche y escapar, pero entonces el techo se le cayó encima. Apenas logró salir de allí.
«Tan pronto como llegué a la casa de mi hija, vi que la casa de al lado había sido destruida y se había derrumbado sobre sus ocupantes. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que empezar a buscar una salida de Gaza».
Hace un mes llegó a El Cairo y también lo acompaña un severo sentimiento de derrota por haber dejado a los gazatíes abandonados. «No tuve otra opción», dice, «mi esposa y mis familiares colapsaron. No podía permitir que eso sucediera».
Ahora; él está en Egipto. No tiene claro cómo y de qué se ganará la vida, ni cómo financiará la casa que alquiló en las afueras de un barrio de la gran metrópolis de El Cairo.
…………………
Es difícil estimar cuántos palestinos han logrado salir de Gaza desde el comienzo de la guerra. Los palestinos con los que hablé estiman que el número varía entre 30.000 y 50.000 personas. Naturalmente, quienes lograron consolidarse son palestinos con etatus y familias que podían permitirse el lujo de «comprar» el boleto de salida a Egipto. Pero también hay niños y jóvenes cuyos padres recaudaron dólar por dólar para sacar a sus hijos de la Gaza en llamas. Conocí a dos de ellos por casualidad.
Cuando llegué a El Cairo, me prometí no acercarme a palestinos que no conocía. Incluso cuando vi a decenas de gazatíes deambulando por el centro comercial, y cuando miré de lejos a las familias palestinas que salían a caminar por la plaza Tahrir y el paseo a orillas del Nilo, estuve muy tentado de acercarme a ellos, pero dominé mis «deseos de periodista». ¿Quién sabe? ¿Quizás perdieron su hogar o familiares? ¿Y cómo me presentaré ante ellos y me presentaré como periodista israelí? También tuve mucho cuidado de cumplir las condiciones de mi entrada en Egipto y de no molestar a mis anfitriones. Intenté caminar por las calles de El Cairo como si fuese transparente.
Una tarde salí a caminar por la Plaza Tahrir. La plaza donde se lanzó la gran revolución de la Primavera Árabe ha cambiado hasta quedar irreconocible. Hoy está bien cuidada y tranquila. Los egipcios «sembraron» grandes macetas de hormigón y plantaron en ellas árboles jóvenes, lo que no permitirá que en el futuro se alojen aquí multitudes.
Miles de personas acuden cada tarde a la plaza histórica y no me resultó difícil reconocer entre ellas a familias palestinas con bebés y niños. No se mezclaban con los egipcios, sino que se sentaban aparte, en los rincones de la plaza, hablando entre ellos.
Me fijé en un grupo de jóvenes egipcios que fotografiaban repetidamente sus pulgares. Les pregunté qué estaban haciendo, me explicaron que era el «dedo de Dios», en honor al Ramadán. Dos jóvenes curiosos que se hicieron a un lado, escucharon la conversación y se rieron. También a ellos les parecía un asunto extraño. Entonces empezamos a hablar. Hablaban inglés fluido, mejor que el mío. Hablamos de Egipto y de la plaza, y dijeron con envidia: Ojalá nosotros también tengamos alguna vez un «Día de la Libertad» como el pueblo egipcio. Aquí es donde me cayó la ficha.
Son dos hermanos, Imad y Hussam. Dijeron que su familia era del barrio de Rimal (Un barrio acomodado en la ciudad de Gaza), su padre trabajaba en el Banco Árabe, pero todo el barrio quedó destruido. Sus amigos y vecinos fueron muertos. Sus padres gastaron todos sus ahorros para alejarlos de los campos de batalla de Gaza.
Antes de que terminaran la historia, les dije que yo también tenía algo que decir. Les conté que soy israelí, judío, periodista de profesión. Su silencio no fue largo y, para mi sorpresa, ellos ni siquiera se asustaron. Imad, el mayor de los dos, dijo que sospechó de mí desde el principio, por el interés que mostré por ellos. «¿Qué más quieres escuchar?» Preguntó. Les pedí que me contaran todo.
Sugirieron que fuéramos juntos a la orilla del río. Y así, dos jóvenes palestinos y un israelí que ya había visto mucho en Gaza, se fueron caminando al anochecer, para hablar sobre la guerra.
Imad (21) dijo que terminó sus estudios de ingeniería eléctrica, pero no pudo encontrar trabajo y se conformó con trabajos ocasionales. Su hermano, Hussam, de 19 años, estudia informática. Ahora tienen que comenzar de nuevo.
Les pregunté si su casa fue destruida en «pérdida total» («total loss», en inglés). Ambos hermanos se rieron de la frase asociada a la pérdida de un coche. «¿Por qué se rien?» – pregunté.
«Nos reímos por fuera, pero lloramos por dentro», respondieron, «No sabes cuántas lágrimas hemos acumulado a lo largo de los años».
Me contaron del día en que su madre decidió que tenía que despedirse de sus dos hijos mayores. «Tenemos dos hermanas más y un hermano de 7 años que se quedaron en Gaza, pero no pudimos sacarlos» – contó Imad. Su hermano añadió que «la madre dijo que era su deber sacar de allí a tantos como fuera posible. El padre inicialmente se opuso, diciendo que todos debían permanecer juntos. Pero cuando nos enteramos de que Israel había destruido todo el barrio de Rimal, el padre cedió».
Hace tres semanas lograron salir. «Mi padre guardó silencio, no dijo una palabra. Mi madre lloró. Le pregunté: ‘¿Por qué, mamá? Regresaremos y construiremos una casa nueva’. Pero la madre estaba decidida. Ella trajo un Corán y les hizo jurar que nunca regresarían a Gaza. «No vuelvan aquí», les dijo, «búsquense otro lugar para trabajar, casarse, construir, vivir».
¿Y qué dijo papá?
«Nada. Papá guardó silencio. Quizás se imaginó que nunca nos volvería a ver».
¿Hay alguna posibilidad de que ellos también salgan?
«No. Mi padre cuida a su madre, que tiene 85 años. Y nuestra madre está cansada. ¿Adónde irán? ¿A Egipto? ¿Qué tienen para hacer aquí?»
Y allá tienen comida? ¿Algo de dinero? Qué harán ellos en Gaza?
«Lo que hacen todos los habitantes de Gaza. Vivir, morir, ese es el destino».
¿Y ustedes, qué?
Ahi, me devolvieron la pregunta: «¿Y ustedes, qué? ¿Hasta cuándo nos matarán, eh?»
Sueñan con encontrar una universidad que les conceda una beca en Europa o América, o como se rió Hussam, aunque sea en el Congo. Lo principal es que allí no haya bombardeos.
Cuando regresé al hotel ya era la 1:30 de la madrugada. En el vestíbulo del Hotel Intercontinental estaban sentados aún dos de los comerciantes de Gaza. No me acerqué a ellos. Estaban ocupados vendiendo Gaza al mejor postor y yo no quería molestarlos. Déjales que se ocupen de sus propios asuntos y yo me ocuparé de los míos.
Adiós, El Cairo. Lehitraot!
Este artículo es demasiado anti israelí Y no sé si siempre dice la verdad . también critica a Israel x no conocer que a Hamás, Y culpa a Israel por la no liberación de los rehenes aunque mismo les creyó que podrían hacer arreglos con Israel parece que tampoco leyó la Carta Magna gasati