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| viernes noviembre 22, 2024

El respaldo académico al antisemitismo


El racismo, la discriminación, y en particular, el antisemitismo, no son conductas nuevas en universidades norteamericanas y europeas. Los nazis lo convirtieron en ley ; Harvard tenía cuotas para judíos, afrodescendientes y mujeres todavía en 1970, y en la última década y media se ha visto aumentado y tolerado el antisemitismo rampante e impune en decenas de universidades de EEUU, pero no se le hizo frente desde ningún sector en forma mínimamente adecuada. No se le dio la importancia que sí tenía, y peor todavía, se miró para el costado cuando comenzaron a llegar enormes cantidades de dinero (miles de millones de dólares) desde países como Qatar, Arabia Saudita, y aunque a algunos les resulte complejo aceptarlo, desde la Venezuela, súbdita de Irán y comandada por dictadores, primero Chávez y luego Maduro.

Después del 7 de octubre de 2023, el antisemitismo se multiplicó por varias veces mil por ciento, y las universidades norteamericanas han sido una luz fuerte de odio y persecución antisemita, que elude medidas de seguridad con argumentos jurídicos sobre libertad de expresión que resisten cualquier análisis, porque son feroces, brutales y por ahora, ampliamente desarrollados de norte a sur y de este a oeste del país.

Pero la barbarie de la academia no es un privilegio de las universidades de EE. UU. El prestigio del nombre de Harvard, Yale, Columbia, suenan más tanto en las redes como en los medios, y sus actos de barbarie son proporcionales a su gran población de estudiantes. Pero sólo para dar un ejemplo de que la agresión antisemita de la academia hoy no tiene fronteras, veamos qué sucedió hace apenas tres meses en Alemania. En enero, frente a la confitería de la Universidad Libre de Berlín, más de un centenar de estudiantes gritaban que los judíos asesinan niños y desplegaban pancartas con la bandera de Israel preguntando “¿cuántos niños han matado hoy?” Aunque estas manifestaciones han sido reiteradas desde el 7/10, en este evento había policía y prensa porque, unos días antes, un estudiante judío de esa misma universidad sufrió un brutal ataque. Lahav Shapira salía de un local con su novia cuando fue reconocido por otro estudiante de la Universidad de origen árabe. Éste lo alcanzó, le dio varios puñetazos en las costillas, Lahav cayó al suelo y recibió patadas en la cara y en el estómago, quedando con contusiones, la nariz rota y una fractura en el hueso debajo del ojo. Lo operaron y por un tiempo sólo ha podido respirar por la boca. Aunque la Fiscalía encargada de la investigación por «lesiones peligrosas», catalogó la agresión como antisemita, el agresor, perfectamente identificado no fue detenido.

 

El rector de la Universidad, Günter Ziegler, dijo que «La manifestación no ha tenido lugar en nuestro campus, sino en la calle. Es por eso por lo que no pudimos prohibirla”. El abuelo paterno de Shapira, Amitzur Shapira, fue tomado como rehén y asesinado por terroristas palestinos en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Su abuelo materno fue el único de su familia que sobrevivió al Holocausto. Barbarie e historia. Muchos estudiantes judíos no van a los campus y otros piensan en irse de Alemania. No sólo por lo que pasó en esta Universidad sino por lo que viene sucediendo desde hace tiempo en cuanto a antisemitismo en la Universidad de las Artes de Berlín, las de Renania del Norte-Westfalia como Duisburgo, Essen y también la Universidad del Ruhr de Bochum.

Los judíos deben ver hoy en Alemania a profesores defendiendo a Hamas, firmando boicots contra Israel, a rectores explicando sin un atisbo de pudor el tema de libertad de expresión, aunque golpear hasta casi matar a un estudiante no tenga nada que ver con la expresión, y a las autoridades federales del país repudiando los hechos antisemitas. Los gobiernos alemanes no son antisemitas y hacen aplicar en diversos casos (negación del Holocausto, por ejemplo) leyes severas. Después del 7 de octubre todo eso es cháchara. La realidad marca la impunidad para perseguir a los judíos y rectores indiferentes o cómplices o ambas cosas. Esto es un quiebre muy grande en la criminal historia del antisemitismo europeo en general, y en Alemania en particular. Si el gobierno sólo puede condenar verbalmente la violencia antijudía, ¿qué se espera que suceda si hubiera más de un herido y hasta víctimas fatales? Hoy, las respuestas a la pregunta habría que buscarlas en 1937 o 38. Más repudiable y siniestro, difícil.

 

Estados Unidos es desde hace tiempo el centro del antisemitismo académico. Alumnos, rectores, profesores, se regodean de la proliferación del antisemitismo. La guerra en Gaza es una excusa. En un magistral editorial en EL PAIS de Uruguay sobre el antisemitismo en Harvard, el Rector de la Universidad ORT Ing. Jorge Grünberg, señala entre otros conceptos: “Harvard creó una comisión contra el antisemitismo y la mayoría de sus integrantes renunciaron al poco tiempo denunciando la falta de capacidad o de voluntad de la universidad en combatir el antisemitismo, incluyendo a Raffaela Sadun de la Escuela de Negocios de Harvard, la novelista Dara Horn y el rabino David Wolpe de la Harvard Divinity School. Ante la pasividad de las autoridades de la universidad, la Oficina de Derechos Civiles del gobierno inició una investigación sobre violaciones a las leyes antidiscriminatorias…La Fundación para los Derechos y la Expresión Individual calificó a la Universidad de Harvard como una las peores universidades de Estados Unidos en cuanto a la libertad de expresión en el año 2023”. Pero no es sólo Harvard como no es sólo la Universidad de Berlín. Es la falta de dignidad de rectores, directores, académicos, docentes, personal administrativo y por supuesto, amparados por todos ellos, los estudiantes. Además de las investigaciones sin final, sin decisiones, sin sanciones ni civiles ni penales.

En la última semana Columbia y Yale fueron noticia en el mundo, no por sus hallazgos en bien de la humanidad, sino por ser centro de violencia antisemita, de llenar de carpas sus campus con carteles idolatrando el terrorismo de Hamas, y de su violencia. La incapacidad de la conducción de la Universidad de Columbia no encontró mejor solución que pasar a clases virtuales “para reducir el rencor”. ¿No hay leyes para enfrentar la ilegalidad o se está apoyando la ilegalidad basándose en una libertad de expresión que sólo es libre para atacar judíos, pero no es libre para dejarlos defenderse? En Yale fueron más lejos. Arrestaron a algunos manifestantes, pero nadie sabe si hubo arresto alguno cuando una estudiante judía fue atacada por una turba, golpeada con el mástil de una bandera en el ojo e internada en un hospital, donde le salvaron la vista dañada.

Por supuesto que el gobierno federal condenó el antisemitismo en las universidades de todo EE. UU. Pero ¿además de la condena verbal? Sólo Senadores (y no todos, y no de los dos partidos) han sido drásticos con los culpables reales: rectores, directores, autoridades de las Universidades. En 1938, ni en Alemania ni fuera de ella, nadie dijo nada, y mucho menos hizo nada. Es historia demasiado conocida. Hoy, ni los medios, ni las redes, ni los judíos, ni los demócratas sensatos hacen silencio, aunque no se apliquen las leyes por atacar, agredir, lastimar, ciudadanos judíos en Alemania, Estados Unidos, Canadá, Francia, Chile o donde fuere. En algunos de estos países los académicos se creen Einstein, pero hoy se comportan como Heidegger.

 
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