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| domingo noviembre 24, 2024

¿Qué opción tenemos?

Dejar de apoyar al partido político que se sintió como un hogar durante generaciones es similar a un divorcio, pero parece la única posibilidad que se le abre a los judíos tanto británicos como estadounidenses


Era una canción de Paul Simon de alrededor de 1972. Era alegre y divertida, y sonaba en todas partes. Se llamaba Me and Julio down by the school yard (“Yo y Julio en el patio de la escuela”).

Recuerdo una estrofa que decía: “Todos estábamos en la portada de Newsweek”.

La canción volvió a mi mente en 2022 cuando me encontré, no en la portada, pero sí en las páginas de Newsweek. Había dada por finalizada públicamente mi asociación de tres décadas con la BBC, por lo que sentía que era un antisemitismo inexcusable e institucional. Escribí la historia completa en The Jewish Press en ese momento.

No es fácil abandonar una organización o un trabajo que has llegado a ver como tu “hogar” y del que te sientes parte. Había aparecido en innumerables programas de televisión y radio de la BBC. Escribí y trasmití cientos de guiones, además de escribir varios programas. De repente, tuve que tomar una decisión sobre quién era y qué representaba. Al final la elección, aunque triste, fue bastante sencilla.

Es una decisión que se le presenta a los judíos de Estados Unidos a medida que se acercan las elecciones presidenciales. Nosotros (me convertí en ciudadano estadounidense en 2019) tendremos que decidir si abandonamos o no un partido que ha sido nuestro hogar y al que hemos pertenecido durante generaciones. El dilema al que nos enfrentamos es aceptar, como dijo recientemente Elon Musk, que “el Partido Demócrata se está volviendo rápidamente antisemita”.

Eso es difícil. Un cónyuge que ha amado y se ha mantenido fiel a su pareja rechaza sistemáticamente las pruebas de que lo está engañando, incluso cuando todos los demás pueden verlas.

Cuando Kamala Harris asumió el manto de candidata del Partido Demócrata a la presidencia, no perdió tiempo en reforzar las dudas que los judíos tienen sobre ella. Benjamín Netanyahu vino a Washington para dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, y Kamala no pudo asistir. Su justificación, un discurso planeado de antemano ante una hermandad universitaria, fue tan risible que constituyó un claro insulto a un aliado clave de Estados Unidos, cuyo país está involucrado en una guerra por su propia existencia.

Esta no fue la primera indicación de que la señora Harris no está muy entusiasmada con Israel. Desde el “mini holocausto” de Hamás del 7 de octubre, ha promovido la idea de que Israel debería hacer más para reducir las bajas. Ignora las estadísticas y los hechos de que Israel ha hecho más para minimizar las víctimas civiles que cualquier otro ejército en un conflicto reciente. Se pronunció en apoyo de las protestas estudiantiles a favor de Hamás, que incluyeron intimidación a estudiantes judíos, apenas unas semanas después de la matanza del 7 de octubre, por citar solo dos ejemplos.

Naturalmente, simpatizo con los judíos estadounidenses vinculados por tradiciones generacionales y familiares con un partido que era visto por tantos como el partido del hombre común y de los pobres.

Tal vez ayude a los judíos a asimilar la verdad de que las cosas han cambiado, si les cuento la historia de su situación actual pero hago que suene como si les estuviera hablando de otra persona. En realidad, esa es una técnica que utilizan los amigos para dar la noticia de la infidelidad de un marido o una esposa. Cuentan la historia de otra persona y, cuanto más reconozca la víctima los paralelismos entre la historia de esa persona y la suya, más probabilidades hay de que se dé cuenta.

Permítanme que les cuente la historia de una comunidad judía que confiaba y creía en un partido político al que ellos, sus padres y sus abuelos siempre habían apoyado. Ese partido también representaba a los miembros más pobres de la sociedad y estaba decidido a distribuir la riqueza entre la mayor cantidad posible de personas. Esa es la comunidad judía a la que yo pertenecí antes de mudarme a Estados Unidos y convertirme en ciudadano estadounidense: la del Reino Unido.

El 4 de julio de este año, el Reino Unido celebró sus elecciones generales y el Partido Laborista llegó al poder de forma aplastante. Su nuevo líder, Sir Keir Starmer, había logrado que el partido se alejara de la extrema izquierda antisemita y lo devolviera al centro. En uno de los muchos paralelismos interesantes con el Partido Demócrata, los votantes judíos se sintieron alentados por el hecho de que el nuevo líder, aunque no era judío, tenía una esposa judía.

En apenas tres semanas desde que asumió el cargo, los extasiados miembros judíos del Partido Laborista que habían vuelto a unírsele se han sentido conmocionados y horrorizados por la dirección que ha tomado. En rápida sucesión, su ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, visitó Israel y exigió un alto el fuego inmediato. Los partidarios de Hamás lo piden rutinariamente porque Hamás está perdiendo; quieren darles una oportunidad de volver a ponerse de pie.

El siguiente paso fue la eliminación de la oposición del anterior gobierno conservador al intento de la Corte Penal Internacional de emitir órdenes de arresto contra el primer ministro Netanyahu y el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, por presuntos crímenes de guerra. Se ha demostrado claramente que este escándalo no tiene mérito legal, ni siquiera legalidad.

Luego, el gobierno laborista anunció que está reactivando el financiamiento a la UNRWA. Ya saben, ¡UNWRA!, la entidad de la ONU que se ha descubierto que es un apéndice de Hamás, y cuyos empleados participaron en el pogromo del 7 de octubre.

Además, el gobierno laborista ha comenzado a “filtrar” que está a punto de detener también las ventas de armas a Israel. La filtración es el mecanismo habitual que emplean los gobiernos para preparar el terreno antes de lanzar una decisión controvertida, por lo que también podemos esperar esa bomba pronto.

Los judíos británicos se están tambaleando por la traición, y la velocidad y cantidad de ataques a la comunidad judía del Reino Unido. Los judíos británicos se dan cuenta, por supuesto, de que estos cambios indicarán a los antisemitas de todo el país que los judíos son un blanco aún más legítimo que antes.

El Gran Rabino del Reino Unido ha pedido una reunión con Sir Keir Starmer para expresar su angustia y consternación (¡buena suerte con eso!). Los organismos representativos judíos han escrito para dejar clara su conmoción (¡qué lástima, viejo!).

El periódico Jewish Chronicle del Reino Unido informa que las organizaciones representativas judías publicaron una declaración conjunta condenando las decisiones del nuevo gobierno. Expresaron que están “preocupadas” de que el gobierno laborista haya hecho un “cambio significativo en la política, que aleja a Israel de ser un aliado clave del Reino Unido”. Los organismos comunitarios temen que el RU esté ahora “en desacuerdo con nuestros aliados” y que la medida marque un “error estratégico y moral”.

Alguien que no quiere aceptar que su matrimonio está en problemas, rechaza rutinariamente la evidencia de la traición de su pareja. Todas las pistas e indicios de que el matrimonio entre los judíos británicos y el nuevo gobierno británico se estaba desmoronando eran evidentes para cualquiera que lo viese desde fuera. El divorcio actual es doloroso y feo, y la separación será costosa.

Sé que es difícil afrontar el hecho de que las cosas han cambiado en una relación, que un matrimonio ha terminado y hay que alejarse. Eso no hace que la verdad sea menos inevitable.

A los judíos de Estados Unidos se nos presenta una elección. Ahora tenemos que escoger entre un partido del que nos sentíamos parte y que fue nuestro hogar durante generaciones, o buscar una relación diferente. Es muy posible que la alternativa que se nos ofrece sea, para muchos, menos que ideal. Sin embargo, es una que nos da la bienvenida y sigue viendo a Israel como un aliado de Estados Unidos.

Al final, entonces, ¿qué opción tenemos?

*Rabino y conferenciante internacional. Fue locutor habitual de la radio y la televisión de la BBC, pero dimitió en 2022 por lo que consideraba un antisemitismo institucional. Es autor de catorce libros.
Fuente: The Jewish Press (jewishpress.com).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.

 
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