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| jueves noviembre 21, 2024

¿Acaso Shakespeare era un judío creyente?

Es discutible, pero la abundante evidencia sin duda es intrigante. Shakespeare sabía hebreo y conocía la Mishná y el Talmud.


¿Acaso William Shakespeare, el dramaturgo más famoso de todos los tiempos, en realidad fue un judío fiel a su tradición?

A primera vista, la pregunta parece absurda. Shakespeare es el autor de una de las obras antisemitas más famosas de todos los tiempos: «El mercader de Venecia». Él bautizó a sus hijos, se casó y fue enterrado en una iglesia. Durante su vida, la ley no permitía que los judíos vivieran en Inglaterra. Habían sido expulsados en 1290 y no volverían a invitarlos a regresar hasta 1656, 40 años después de la muerte de Shakespeare.

Sin embargo, es difícil ignorar la intrigante evidencia.

Las obras de Shakespeare contienen más de 2.000 referencias a la Biblia. Si bien podía esperarse que Shakespeare conociera la Biblia, el libro más famoso del mundo, es evidente de sus palabras que estaba familiarizado con la versión hebrea de la Biblia y con el idioma hebreo en general. También conocía la Mishná y el Talmud, incluyendo Pirkei Avot, una obra midráshica de enseñanzas y máximas éticas. Las citas de la Torá Oral aparecen en sus obras de forma oculta. Algunos incluso sostienen que sus obras contienen alusiones al Zóhar, el texto clásico de misticismo judío.

 

¿Cómo es posible que un gentil que vivía en un país sin judíos conociera todo este material? E incluso si lo conocía, ¿por qué incluirlo en sus textos?

Citas de la Mishná

Las citas de la Mishná aparecen en algunas líneas fáciles de identificar, tales como: «Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío», en «Medida por medida» (5:1) y «Un pecado trae otro pecado» en «Ricardo III» (4:2). Aunque ambas líneas proceden de Pirkei Avot, su sencillez sugiere que podría tratarse de una mera coincidencia. Pero la expresión «Un pecado lleva a otro pecado» en la Mishná continúa con: «la recompensa por una mitzvá es otra mitzvá» (4:2). También esto aparece en la obra de Shakespeare «Coriolano» en la alabanza a Marcio, un hombre que «recompensa sus actos haciéndolos» (2:2), Por lo tanto, es evidente que Shakespeare interpretó íntegramente esta Mishná.

Las siguientes palabras de Marcio: «Clamáis contra el noble senado, que bajo los dioses, os mantiene en vilo, que si no, se alimentarían unos de otros…» (Coriolano, Acto 1, escena 1) guardan gran parecido con las palabras de Rabí Janina en Pirkei Avot: «Rezad por el bienestar del gobierno, pues si la gente no le temiera, una persona se tragaría vivo a su semejante» (3:2).

Tanto Rabí Hilel como Hamlet comentan algo parecido al ver un cráneo humano. Hamlet piensa que tal vez sea la calavera de un político que pensó que podía «burlar a Dios», pero ahora se ve superado por un humilde sepulturero. Esta es la misma moraleja de «medida por medida» que expresó Rabí Hilel al ver una calavera flotando en un río. «Porque ahogaste te ahogaron, y quienes te ahogaron serán ahogados» (Pirkei Avot 2:6)

Laurence Olivier como Hamlet

Estos son sólo unos pocos ejemplos de muchas líneas de Pirkei Avot citadas por Shakespeare. Y para que no supongamos que Shakespeare se limitó a decir algunas cosas que ya tenían traducciones previas al latín en Inglaterra, encontramos numerosos ejemplos de otras porciones de la Mishná que no habían sido traducidas.

Por ejemplo, el rey Príamo en «Troilo y Crésida» presenta las cinco penalidades que la Mishná impone a aquél que lastima a otra persona. «Entrega a Helena, y todo otro daño, todo el honor (en hebreo, boshet), el tiempo perdido (shevet), el esfuerzo (tzaar), el dinero (repoui), las heridas (nezek), los amigos y cualquier otra cosa que se desperdicie en esta guerra, serán olvidados». «Troilo y Crésida» (2:2).

En «El sueño de una noche de verano», se usa el Tratado de Nedarim (Votos) de la Mishná para estructurar el modo en que Helena se compara con Hermia. Sus tres criterios (belleza, equidad, y altura) son los mismos y en el mismo orden que son utilizados en la Mishná para determinar la anulación de los votos matrimoniales: «[Si uno jura:] ‘Konam si me caso con esa mujer fea’, siendo ella hermosa; ‘esa mujer [de piel] negra’, siendo ella hermosa; ‘esa mujer baja’, siendo en realidad alta, se le permite casarse con ella» (Nedarim 9:10).

Y el nombre del padre de Helena no es otro más que «Nedar», que en hebreo significa «voto o promesa». Incluso hay aquí un juego de palabras hebreas, ya que el verbo hebreo nedar también significa desaparecido, y de hecho el padre de Helena siempre está ausente y nunca aparece sobre el escenario.

Por supuesto, los gentiles que leen la obra pasarán por encima de estas inferencias, pero los judíos que conocen la Torá las captarán.

El nombre Shakespeare

¿Qué hay respecto al nombre Shakespeare? Sin dudas no suena judío.

Peter Levi, en su libro «The Life and Times of William Shakespeare» (1986) revela que el nombre del padre de Shakespeare está registrado en un documento de la corte como «Johannem Shakere». En hebreo, sheker significa falso. La palabra aparece en el noveno mandamiento, en la frase: «no darás falso testimonio». Esto puede aludir a la identidad de Shakespeare como un cripto-judío, un judío secreto que externamente practicaba el cristianismo. Esto cobra fuerza si consideramos que la palabra tiene conexión con el versículo de Isaías 63:8: «Son mi pueblo, hijos que no obrarán con falsedad» (lo ishakrú). Siendo un judío viviendo como cristiano, debe haber sentido que «vivía una mentira». En la época de Shakespeare, si un judío quería vivir en Inglaterra, donde los judíos tuvieron prohibida la entrada durante casi 400 años, debía adoptar una identidad falsa.

La idea de que el nombre original de la familia era «Shakere» se ve reforzada por la descripción en el escudo de armas de la familia Shakespeare, que consiste en un halcón, un «saker» agitando una lanza como en «s(h)aker-spear» o Shake-spare.

Palabras hebreas ocultas

Se han escrito varias obras académicas sobre el tema del judaísmo de Shakespeare. Entre ellas se encuentran «Was Shakespeare Jewish?» (¿Fue Shakespeare judío?), de Ghislain Muller, «Shakespeare’s Dark Lady» (La dama oscura de Shakespeare), de John Hudson, y varios libros de David Basch. Uno de los autores más célebres del mundo, James Joyce, incluso aludió al judaísmo de Shakespeare en su famoso libro «Ulises». Cuando John Wyse Nolan toma su libro sobre Shakespeare dice: «Diría que hay mucha bondad en el judío».

Y hay todavía más evidencia. En «Bien está lo que bien acaba», lo que supuestamente es un texto sin sentido resulta ser hebreo. Lo descubrió la investigadora de Shakespeare Florence Amit. El intérprete comienza su frase a Parolles con Boskos vauvado y más tarde dice Kerely-bonto (4:1). En la alegoría de la obra, Parolles es judío. Por tanto, la lengua «sin sentido» que parece hablar el intérprete en realidad es hebreo/ladino. Traducido, el texto también tiene sentido en el contexto de la obra. B’oz K’oz significa «En valentía como en audacia» y Vavado significa «Y en su seguridad». Así obtenemos: «En valentía como audacia, y en seguridad, te entiendo y puedo hablar tu lengua».

Del mismo modo, K’erli, «Soy consciente» y b’onto; «su engaño». Esto es: «Soy consciente de su engaño, señor, apégate a tu fe…».

Basch incluso afirma que los 154 soneros de Shakespeare reflejan a los 150 Salmos bíblicos. Por ejemplo, la copla de agradecimiento del Soneto 30 «Cuando pienso en ti (querido amigo), todas las pérdidas se restauran y las penas terminan», es paralela al Salmo 30 de David, que agradece a Dios que «ha transformado mi luto en danza». En el Soneto 18 encontramos: «Ni se jactará la muerte, vagas a su sombra». Esto es manifiestamente similar al Salmo 23: «Aunque camino por el valle de la sombra de la muerte».

Temas bíblicos

Hay obras completas de Shakespeare basadas en historias bíblicas. Por ejemplo, «La tempestad» es paralela a la historia de la Torá sobre Iosef y sus hermanos. Tanto Iosef como Próspero son víctimas de los celos de sus hermanos, molestos porque recibían privilegios especiales. En ambas obras, tanto Iosef como Próspero son exiliados a una tierra extraña donde se convierten en gobernadores. Finalmente, ambos protagonistas ocultan su verdadera identidad y replican las circunstancias de la traición inicial para permitirles a sus hermanos corregir su cruel pasado. Finalmente, ambos se revelan ante sus hermanos y les perdonan sus crímenes. Próspero actúa «en virtud [más] que en venganza» (5.1.28), mientras que Iosef dice magnánimamente a sus hermanos: «No se aflijan ni se sientan culpables de haberme vendido como esclavo» (Génesis 45:5).

La profesora Patricia Parker cree que «El sueño de una noche de verano» es una discusión alegórica sobre la guerra romana-judía de los años 66-73.

Pero quizás lo más fascinante de todo sea la alegoría histórica judía en las obras de Shakespeare, lo que llevó a denominarlas «literatura de venganza judía». La profesora Patricia Parker, una experta en «El sueño de una noche de verano», afirma que la obra en realidad es una alegoría de la guerra entre romanos y judíos en los años 66-73 EC y de la destrucción del antiguo Israel. Titania, reina de las hadas, es una referencia oculta a Tito Flavio, el general romano que destruyó el Templo judío. Oberón, el rey de las hadas, representa a Dios. Él se hace «invisible» (2:1), y la aparición de los términos «celoso» (2:1) y «Señor» (2:1) en estrecha sucesión, hacen eco de la descripción de Éxodo: «Porque Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso» (20:5).

También se hace referencia a Bottom/Píramo como el «judío encantador» (3:1). Pero en vez de que Tito derrote a los judíos, esta vez Dios derrota a Tito. Esto se confirma el final de la obra con el Día del Juicio Final, cuando los espíritus salen de las tumbas y son bendecidos con el rocío. «Que las tumbas todas abiertas de par en par, cada uno deja salir su espíritu» (5:1) «Con este rocío del campo consagrar» (5:1) Esta peculiar característica no se encuentra en las descripciones del apocalipsis cristiano, pero sí aparece en el Zóhar: «Y en el momento en que el Santo resucite a los muertos, Él hará descender sobre ellos rocío de Su cabeza. A través de ese rocío todos se levantarán del polvo…».

Encontramos más referencias a la derrota romana de Israel en «Macbeth», donde el personaje central es un «tonto romano» (5:8), que es comparado con Tarquino, el gobernante de Roma que destruye «el Templo ungido del Señor» (2:3). De hecho, los nombres tanto Tito como Flavio aparecen en muchas obras de Shakespeare, donde a menudo se los ridiculiza. En «Timón de Atenas», Tito hace una cómica apariencia como un maldito cobrador de deudas tratando en vano cobrar dinero a Flavio. En «Julio César» Titino se apuñala a sí mismo en el corazón (5:3), una escena paralela a la de otro personaje, un payaso llamado Flavio. Algunos incluso sostienen que Romeo (Roma) y Julieta (judía) es una referencia oculta a las guerras entre romanos y judíos.

El mercader de Venecia

Si Shakespeare en verdad era judío, ¿cómo podemos explicar que escribiera «El mercader de Venecia», considerada una de las obras más antisemitas que existen? En la superficie, la obra es claramente antisemita, pero si escarbamos más profundo, algunos creen que se comienza a encontrar críticas a la duplicidad y superficialidad moral de los cristianos. Por un lado, pregonan las virtudes de la misericordia, pero por otro lado exigen la persecución de Shylock.

Estos comentaristas sostienen que el verdadero mensaje de la obra sólo puede alcanzarse comprendiendo que Antonio, el gentil que le debe a Shylok la «libra de carne» por el préstamo no pagado, es en realidad un antiguo judío que rechazó a su pueblo a cambio de beneficio material. En la obra hay muchos indicios, incluida una referencia a Antonio como «publicano» (de la Biblia cristiana: los recaudadores de impuestos judíos que se ponían del lado de las autoridades romanas) y las repetidas alusiones a que los dos hombres son «de la misma clase». Bajo esta luz, la obra se convierte en una lucha para que Shylock siga siendo judío, mientras los que lo rodean (incluida su hija) se someten al cristianismo.

Estos comentaristas creen que el dramaturgo puso en boca de Shylock un discurso que sale de lo más profundo de su propio corazón: «Soy judío. ¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene un judío manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Alimentado con la misma comida, herido con las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo invierno y verano, como lo es un cristiano? Si nos pinchan, ¿No sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿No nos reímos? Y si nos envenenan, ¿No morimos?»

¿Era Shakespeare judío? El jurado sigue deliberando. Pero si su escritura sirve de indicio, esta surgió de lo más profundo de un alma judía que anhelaba ser libre.

 

 
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