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| martes septiembre 24, 2024

9900, la sofisticada unidad del ejército israelí cuya arma secreta son sus integrantes autistas

Más de 300 soldados con esta singularidad se han integrado en distintos cuerpos del ejército hebreo


Israel no es un país muy extenso; es ligeramente más grande que la provincia de Badajoz. Sin embargo, es una de las zonas más militarizadas del planeta, y toda esa actividad bélica se dirige desde la Kirya, su cuartel general. Allí trabaja uno de los grupos de soldados más especiales del planeta: son autistas.

El Pentágono hebreo está situado en pleno corazón de Tel Aviv. La actividad hierve en su entorno, pero en una estancia muy concreta reina el silencio más absoluto. Esta oficina está al final de un estrecho pasillo, y en la planta superior de un edificio fuertemente custodiado. Allí, media docena de jóvenes soldados de los servicios de inteligencia, vestidos con uniforme verde oliva, miran atentamente los monitores dobles de sus ordenadores.

En sus pantallas parpadean fotos de vigilancia aérea de las fronteras del país. Están llevando a cabo análisis visuales, observando una cascada siempre cambiante de miles de imágenes de satélite, en busca de la más mínima señal de actividad enemiga. Puede ser un pequeño depósito de explosivos tras una colina, un montón de arena que indique un incipiente túnel subterráneo, o una reunión de vehículos en algún lugar inhabitual. Pasar por alto un detalle como estos puede costar vidas.

El ejército israeli dispone de cinco satélites militares en órbita. En vuelo permanente, remiten a su base en Tel Aviv imágenes en 3D en tiempo real, de día y de noche, y a través de cualquier tipo de nubosidad. La Unidad 9900 de inteligencia militar es la encargada de interpretar esas imágenes, y se la llama «Los ojos de Israel». El trabajo que desarrollan requiere largas horas de concentración y una atención constante a los detalles para el que no existe programa informático que arroje datos fiables.

Por eso, el trabajo de este equipo es crucial para la seguridad israelí. También es implacable. Durante nueve horas al día, o más durante una crisis, muestran una concentración propia de robots. Todos ellos poseen una extraña capacidad para mirar fijamente a una pantalla y procesar datos complejos sin muestras de agotamiento que se refleje en los resultados.

En Israel, todo ciudadano que ronde los 18 años, y apto para el servicio, cumplirá casi tres años de servicio militar obligatorio si es hombre; dos si es mujer. En cualquier otro ejército del mundo, las personas que se muevan en el espectro autista, serían declarados como no aptos; sin embargo, los hebreos los localizan, y fomentan su promoción. Su capacidad de concentración, memoria, y de enlazar elementos sin aparente relación, les hace poseedores de unas aptitudes únicas.

Estos agentes de inteligencia tan especiales también escanean fuentes de información de tipo abierto. Páginas web, blogs personales, o redes sociales son objeto de estudio para los que son capaces de relacionar datos desparramados y sin aparente relación. Una misión típica de código abierto puede consistir en rastrear Internet o la dark web en busca de información sobre cualquier cosa sin valor aparente, desde el efecto de las sanciones en la economía iraní hasta el tamaño del arsenal de Hezbolá.

Tras aprobar el riguroso curso de análisis de imágenes en Ro’im Rajok, los candidatos han de pasar un exigente proceso selectivo. Una vez cumplimentado este trámite, se incorporan al servicio, donde aplican sus habilidades como un soldado más. Para ello, se integran en zonas de trabajo adaptadas; se aíslan de ruidos, y se trata con cuidado todo aquello que pueda importunarles o inquietarles. La idea es que se sientan cómodos y puedan ejecutar sus tareas sin interferencias; son de vital importancia para la defensa del territorio.

La mayoría de sus componentes no están interesados en su entorno, apenas desarrollan relaciones interpersonales, y casi no hablan ni entre ellos. Les dejan hacer un poco lo que quieren, que no es otra cosa que sentarse y concentrarse en sus tareas. Con frecuencia, su rutina diaria se ve interrumpida por algún gesto personal, un tic; puede ser una palmada, un chasquido de lengua, o repetir palabras o sonidos. Son gestos para controlar su estrés, y que para ellos es como un parpadeo o un suspiro para todos los demás; forma parte de su adecuación al medio.

El plan que nació tras un entierro

La idea nació en un jardín, durante 2011. Amigos de la familia Rotenberg había acudido a su domicilio a consolar a Dror y Yehudit. Su hijo, el sargento primero Nadav Rotenberg, había perdido la vida un mes antes a las afueras de Gaza. Todos los asistentes se conocían bien, habían servido años antes en la brigada paracaidista, pero no se habían visto en décadas.

Uno de ellos contó lo difícil que sería para sus hijos, de 14 y 16 años, acceder a una vida normal; los dos estaban diagnosticados como autistas. Uno de los retos más desalentadores a los que se enfrentó la familia fue el estrecho y sombrío horizonte para los graduados de secundaria con autismo. Mientras sus compañeros se marchaban a la universidad o al ejército, los adolescentes con autismo volvían a casa de forma habitual. A uno de los presentes, tras escuchar las capacidades de los chicos, se le encendió la bombilla: serían muy buenos en ciertas tareas donde la atención extrema es clave.

El programa Ro’im Rajok, que significa «ver lejos», inició así este proyecto experimental en 2012 y estuvo dirigido por tres ex agentes del Mossad. Desde entonces, más de trescientos soldados con esta especial singularidad han pasado por sus aulas y han terminado integrándose en casi una treintena de cuerpos de seguridad.

Diversidad dentro de la diversidad

Entre las personas con autismo hay cierta diversidad en cuanto a sus habilidades. Los hay capaces de ver una fotografía de una ciudad y copiarla como todo lujo de detalles dibujándola a mano. O los hay que analizan largas retahílas numéricas o código informático, que ven como una imagen llena de pequeños puntos diferenciales. No existe el software capaz de recrear esas capacidades, y esto es lo que los hace tan valiosos.

Este tipo de activo está considerado como unos de los más deseados dentro de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) debido a sus particulares habilidades, y escasez. Su tarea está clasificada como de alto secreto, y sus identidades protegidas. El grado de compromiso y motivación suele ser muy alto, y aunque cumplen un periodo voluntario similar al de los soldados regulares, cuatro de cada cinco suele pedir reengancharse.

Función militar y social

La jugada promueve la integración de personas que en otras latitudes serían desplazadas. Transporta la neurodiversidad hacia funciones útiles para el beneficio común, y normaliza un hecho que se transforma en ventaja.

De los aproximadamente cien solicitantes de cada año, alrededor del 80 % son aceptados. Para los nuevos participantes, formar parte del programa les llena de un profundo sentimiento de utilidad. La vida del 97 % de los que superan la primera fase se van con un sentido de sí mismos que no sabían que era posible. Ya hay otros países investigando en crear programas similares.

 
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