Consejo de DD.HH Foto Wikipedia
El 9 de octubre de 2024, las Naciones Unidas celebraron sus elecciones anuales para integrar el Consejo de Derechos Humanos (CDH). Entre los países que competían figuraban contendientes loables como la República Checa, Chipre y Corea del Sur, todos ellos con un historial responsable en materia de derechos humanos. Sin embargo, junto a ellos estaban Qatar y Arabia Saudita, dos países conocidos por sus abusos. Si bien Arabia Saudita quedó fuera por poco (quedó en sexto lugar en la carrera regional de Asia y el Pacífico por cinco escaños), Qatar no solo consiguió un escaño, sino que quedó en segundo lugar en la clasificación general.
Si no fuera por el largo historial del CDH de haber sentado en sus cargos a algunos de los más flagrantes violadores de las libertades fundamentales, como China, Rusia, Cuba y Pakistán, la elección de Qatar podría ser una sorpresa dado su trato a los trabajadores migrantes, la supresión de la libertad de expresión y el apoyo al Islam radical y a grupos terroristas como Hamás.
¿Cómo es posible que una vez más se confíe la supervisión de los derechos humanos a un país que debería estar en la mira del Comité?
Como funcionario de elecciones de Israel en la ONU, fui testigo directo de cómo las elecciones de los países a importantes órganos de la ONU están condicionadas por factores que están muy alejados del mérito. Uno de los factores más problemáticos es la práctica de los países de diferentes grupos regionales de acordar rotar la membresía en varios comités en lugar de celebrar elecciones competitivas. Esta práctica les ahorra a los países tiempo y recursos para hacer campaña y defender lo que pueden aportar. En el caso de la votación del CDH, seis candidatos competían por cinco escaños, lo que significaba que Qatar tenía muchas posibilidades de ganar.
Otro factor es el uso generalizado de acuerdos de apoyo mutuo. A puertas cerradas, los países suelen llegar a acuerdos para intercambiar votos y comprometerse a apoyar las candidaturas de los demás para diversos organismos de la ONU, independientemente de si los candidatos tienen las credenciales necesarias. Esta práctica permite a los países con malos antecedentes en materia de derechos humanos obtener escaños a cambio de ofrecer apoyo en otros ámbitos.
Además, hay que tener en cuenta las relaciones bilaterales y multilaterales que influyen en la votación. Si bien las papeletas para estas elecciones son técnicamente secretas, los votos suelen basarse en alianzas o afiliaciones regionales. En el caso de Qatar, como país musulmán y árabe, es probable que haya recibido un respaldo sustancial de su bloque regional de naciones árabes y musulmanas, cuyo apoyo se basó más en intereses políticos y culturales compartidos que en una evaluación objetiva del historial de derechos humanos de Qatar.
Estos bloques de apoyo, combinados con acuerdos de intercambio de votos, hacen que sea difícil impedir que candidatos no calificados obtengan escaños.
La elección de Qatar para el Consejo de Derechos Humanos no es el único ejemplo inquietante de países con malos antecedentes en materia de derechos humanos que ganan influencia en los órganos de la ONU. Por ejemplo, Arabia Saudita, un país conocido por su pésimo trato a las mujeres, fue designado para presidir la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU el año próximo. La idea de que Arabia Saudita, un país donde las mujeres recién obtuvieron el derecho a conducir, donde las leyes de tutela masculina restringen severamente su autonomía y donde la violencia de género a menudo queda impune, pone de relieve lo absurdo del sistema de la ONU de poner al zorro a cargo de proteger el gallinero.
¿Por qué debería el mundo tomar en serio el compromiso de las Naciones Unidas con los derechos humanos cuando las instituciones destinadas a proteger esos derechos están presididas e influenciadas por regímenes que los violan sistemáticamente?
El problema no se limita a la cuestión de los derechos humanos. Irán, por ejemplo, ocupa incongruentemente un puesto en la Comisión de Desarme de la ONU a pesar de sus ambiciones nucleares y de la violación de resoluciones de la ONU que restringen su desarrollo de misiles balísticos.
La ONU debe reformar sus procesos electorales para priorizar el mérito y las calificaciones por sobre los acuerdos secretos y la política regional. Los países deben empezar a emitir sus votos basándose en los antecedentes reales de los candidatos y su capacidad para defender los valores de los organismos a los que aspiran. Hasta que esto suceda, los regímenes autoritarios seguirán ejerciendo una influencia desproporcionada en los organismos internacionales, socavando los esfuerzos por promover la agenda global de derechos y libertades fundamentales.
Acerca del autor
Or Shaked es un apasionado defensor de Israel en el escenario mundial. Con más de una década de experiencia profesional en asuntos judíos, israelíes y extranjeros, utiliza sus sólidas habilidades interpersonales, interculturales y organizativas para desarrollar relaciones estratégicas, reunir a partidos dispares para generar consenso y transmitir mensajes convincentes. Actualmente se desempeña como subdirector de la American-Israeli Cooperative Enterprise (AICE). Anteriormente se desempeñó como asesor de derechos humanos y oficial electoral en la Misión Permanente de Israel ante la ONU y como asistente de protocolo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel. Anteriormente en su carrera, se desempeñó como becario de la Agencia Judía de Israel para Hillel en Virginia Tech. Tiene una maestría en Gestión y Políticas Públicas del Programa de Honores de la Universidad Hebrea y una licenciatura en Relaciones Internacionales y Gestión Empresarial.
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