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| miércoles diciembre 4, 2024

El riesgo de iraquización en Siria


bandera siria istockphoto

Actualmente, la República Árabe de Siria se encuentra en una intensificación del conflicto en el noroeste del país, con avances significativos de las llamadas fuerzas rebeldes lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), quienes concentran exmiembros de Jabhat Al Nusra y miembros del Estado Islámico enfrentándose a fuerzas del régimen de Bashar al-Assad y sus aliados.

En los últimos días, los grupos anti-Assad lograron capturar posiciones estratégicas cerca de las ciudades de Alepo y Hama, mientras que las fuerzas sirias y sus aliados rusos han intensificado sus bombardeos en represalia, provocando desplazamientos masivos y una grave crisis humanitaria. Esta escalada ocurre en un momento crítico para Siria, destacando las divisiones internas y la intervención continua de actores internacionales.

Los grupos islamistas son actores clave en el conflicto desde sus inicios en el año 2011 quienes han desempeñado roles complejos, luchando tanto contra el régimen como entre ellos mismos, generando una fragmentación de la oposición. Estos grupos han exacerbado la violencia en el país, mientras intentan consolidar territorios bajo su control.

Mientras tanto, la supervivencia del régimen de Assad ha sido garantizada principalmente por la intervención de sus aliados, Rusia e Irán. Los primeros, por medio de sus apoyos aéreos y logísticos desde el año 2015 que ha decidido brindarle soporte al régimen de Damasco, permitiéndoles recuperar territorios estratégicos y blindando diplomáticamente a Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU frente a acusaciones como el uso de armas químicas y crímenes de lesa humanidad desde el inicio de los enfrentamientos.

Por su parte, Irán, a través de financiamiento, asesoramiento militar y el despliegue de milicias como Hezbolá, así como miembros de las Fuerzas Quds y otros de la Guardia Revolucionaria de Irán, le han garantizado la estabilidad del régimen mientras avanza su propia agenda regional expansionista en la región del Levante mediterráneo.

Así también, en el norte de Siria, las fuerzas armadas de Turquía han llevado a cabo operaciones militares, contra poblaciones kurdas acusándoles de estar vinculados al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Causando el desplazamiento de cientos de miles de kurdos, la destrucción de aldeas enteras y la ocupación de territorios, generando denuncias de ingeniería demográfica en las zonas ocupadas por Turquía y sus aliados. Las consecuencias humanitarias y políticas son profundas, con millones de desplazados, tensiones regionales y una nación fragmentada que enfrenta desafíos monumentales para lograr la estabilidad y la paz.

La situación de Siria nos lleva a pensar lo que pueda pasar en la región. El permitir que esto se convierta en un Irak 2.0 podría ser catastrófico, Assad es un mal necesario y un peligro menor que la llegada de los islamistas al poder del país, el incendio que podría provocar el empoderamiento de los radicales puede poner contra las cuerdas cualquier intención de estabilizar incluso lo inestable que es por la lucha constante entre Irán y sus otros competidores regionales. El nivel de desastre que se avecina si no se controla el avance de los rebeldes no será un problema solo para Siria y sus aliados, sino para toda la zona que puede sucumbir frente a un desastre aún no calculado hasta este momento.

La eventual carencia de un gobierno central podría llevar a la fragmentación de Siria en territorios que impidan la centralidad de la fuerza y lo convierta de facto como se ha sospechado en otro momento, en un Estado fallido abriendo incluso la puerta a una guerra civil prolongada. Al enfrentarse a un vacío de poder, esto atraería actores diversos a querer llenarlo lo que podría tensar más las relaciones incluso regionales.

Si organizaciones como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) o el Estado Islámico asumen el control del país, se corre el riesgo que se convierta en un refugio seguro para el terrorismo internacional, similar a lo que ha ocurrido en Afganistán bajo el régimen Talibán. Así también, la victoria de organizaciones islamistas puede influir en los intereses similares de otros grupos en el mundo.

Países como Jordania, Líbano, Israel, Irak y Turquía se enfrentarían a una mayor presión debido a la posible expansión del conflicto, el flujo de refugiados y el aumento de la actividad extremista en sus fronteras. Intensificando incluso su participación en un eventual período de la era post Assad.

También, esto puede provocar crisis humanitarias, por un lado, motivar a millones de sirios a huir hacia países vecinos o Europa, exacerbando una crisis de refugiados ya crítica, mientras que aquellos que decidan quedarse, deberán someterse a la autoridad de la interpretación radical del islam violentando los derechos de minorías religiosas como ocurre incluso desde ahora contra cristianos, como ha ocurrido atrás contra yazidíes o los ataques a iglesias y feligreses cristianos.

Debido a la situación, potencias como Estados Unidos, Rusia y otros actores podrían sentirse obligados a intervenir para contener el extremismo, aumentando el riesgo de enfrentamientos directos entre grandes potencias, ya que se requeriría de una fuerte inversión en recursos para contrarrestar el crecimiento del radicalismo en la zona.

Así también, intentando no perder la influencia que poseen en la región, países como Irán y Rusia buscarían recuperar sus posiciones estratégicas como hoy que controlan un corredor terrestre hasta Líbano en el caso iraní y el puerto de Tartús en el caso ruso, ambos, importantes por cuestiones geoestratégicas. Mientras que para países como Arabia Saudita y Turquía (junto a Qatar) esto podría significar ampliar sus zonas de influencia ideológica, pero para un país como Israel una amenaza a su seguridad.

Finalmente, la caída del gobierno de Assad en manos de los islamistas no solo prolongaría el caos interno en Siria, sino que también generaría un impacto desestabilizador a nivel regional y global. La intervención internacional no solo es necesaria, sino obligatoria, permitir el avance del islamismo es someter la región a un incendio sin contemplaciones que llevarán a un caos total.

 
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