C. Jordá
LibreMercado.com
Expertos israelíes y españoles analizaron en Extremadura cómo trasladar a España el modelo de crecimiento a través de la investigación y las start up.
Que en una jornada sobre la investigación y la creación de empresas una de las palabras más pronunciadas sea «fracaso» puede parecer paradójico, pero si en algo coincidieron muchos de los expertos que participaron en el Foro de Innovación y Crecimiento (FIC), celebrado en Mérida y Cáceres esta misma semana, es en la necesidad de «perder el miedo al fracaso» y de asumirlo «como parte del proceso de innovación».
Ideas que pueden resultar sorprendentes en España, pero que lo eran menos en un foro cuya principal razón de ser ha sido, precisamente, formar parte de un cambio económico que, como muchos de los ponentes afirmaron, debe pasar por un cambio de mentalidad en el que palabras como «riesgo», «fracaso» o «emprendimiento» dejen de provocar en el español medio una reacción similar a la un vampiro si le enseñamos un crucifijo.
Ese cambio de mentalidad fue, probablemente, lo más reclamado por los ponentes de uno y otro lado del Mediterráneo en el FIC, una jornada organizada por la Junta de Extremadura y la Embajada de Israel en España y que contó con un fuerte apoyo institucional: entre los presentes estaban el presidente extremeño, José Antonio Monago, con varios miembros de su gobierno; el embajador israelí, Alon Bar; la alcaldesa de Cáceres; el presidente del Parlamento de Extremadura o el ministro de Industria, José Manuel Soria, que participó en la inauguración con un absolutamente prescindible discurso.
Incluso el expresidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, mostró su apoyo a la iniciativa con su presencia, algo que agradeció especialmente Monago y que, hay que reconocer, no es habitual en la política española.
Las claves del «milagro israelí»
Por supuesto, buena parte de la jornada se dedicó a analizar lo que se han dado en llamar «el milagro israelí» y las claves del éxito del país hebreo en convertir una economía pobre y basada en el sector primario en un ejemplo de innovación basado en las más modernas tecnologías.
Se habló de varias cuestiones, algunas de ellas difíciles de trasladar a nuestro país, especialmente las relacionadas con lo cultural o con las especiales características de la sociedad israelí: «interdisciplinar, con un buen tejido cultural y bien formada», como dijo Nava Swesky-Sofer, Ex Directora de la empresa Yissum de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que también destacó cuestiones como el uso habitual del inglés en el entorno corporativo, incluso en la comunicación interna de la empresa.
¿Y qué papel tendría el gobierno? ¿Es posible que las administraciones públicas sirvan para algo en todo este proceso? Aunque no se puede decir que el escepticismo al respecto no esté más que justificado, en Israel sí lo han hecho, básicamente a través de dos herramientas: la primera la inversión «inteligente», en la que «no hace falta tanto dinero sino invertirlo bien» tal y como decía la propia Swesky-Sofer.
Además, hay algo importante que es probable que tenga cierta incidencia en el éxito de estas inversiones: aunque sea con facilidades y tipos muy económicos el dinero se devuelve, no son subvenciones a fondo perdido.
La segunda, la creación de semilleros e incubadoras de empresas –las hay a decenas en Israel-, en las que sea fácil instalarse, que cuenten con las infraestructuras necesarias y en las que se pueda dar un ambiente propicio no sólo a la creación de empresas sino a la colaboración entre éstas.
Que el papel de cada uno esté claro
Yigal Erlich es fundador y socio gerente de The Yozma Group y está considerado como uno de los padres de la industria de capital riesgo israelí precisamente por su participación en la creación de Yozma, un fondo que era de propiedad estatal aunque se privatizó en el 97.
Erlich recalcó que el gobierno y su propio fondo «no estábamos directamente involucrados en las concesiones», tan sólo se dotaba de dinero a los fondos de inversión.
Además, advirtió de que «es mejor que el gobierno no se involucre en los negocios», ya que precisamente «para eso están las empresas de capital riesgo». «Tenemos que comprender –insistió- dónde está la línea y quién puede hacer qué: si somos gobierno podemos hacer esto, si somos empresa esto otro».
Eso sí, en España nos enfrentamos a un problema extra que hoy por hoy no se quiere abordar, tal y como explicaba Javier Ulecia, Socio y consejero delegado de Bullnet Capital: «Desgraciadamente vivimos en un país en el que hay 17 iniciativas evolucionando en paralelo y a veces el Estado es la 18».
La relación entre universidad y empresa
Otro punto absolutamente esencial según no pocos de los ponentes en las jornadas es la colaboración entre las instituciones académicas y las empresas, algo en lo que sin duda hay mucho que mejorar en España.
Sin embargo, a la vista de la desastrosa intervención que tuvo Adelaida de la Calle, Presidenta de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, es difícil ser optimista sobre este extremo.
En Israel, el «valle de la muerte» entre ambos mundos, como lo definió Mordechai Sheves, se rellena de muchas formas: con la existencia de instituciones como el Instituto Weizmann, del que el propio Sheves es vicepresidente; con la creación de parques tecnológicos junto a las universidades; con un enfoque que no excluye la investigación básica; y con expertos como Gabbyi Sarusi, catedrático en la Universidad Ben Gurion y exitoso empresario con varias aventuras en marcha.
Además, Sarusi recomienda que «universidad y la empresa sean flexibles una con otra. La universidad –explicó el catedrático y emprendedor- tiene que confiar en la industria porque ésta va a repercutir en ella».
Los emprendedores españoles presentes en las jornadas también tenían su lista de deseos para la universidad. Así, José Luis Huertas, de Mobeel, pedía facilidades para que puedan surgir empresas desde la propia universidad, lo que en la jerga se llama «spin offs». También apuesta, más a corto plazo, por la capacidad de las instituciones universitarias para «poner en contacto equipos multidisplinares» a los que se pueda «entregar propiedad intelectual para que la explote, es mejor eso que dejar que se llene de polvo en una estantería».
¿Y quién paga todo esto?
Por supuesto, la financiación es el elemento clave de todo el modelo, una financiación que tiene que pasar por las empresas de capital riesgo, como ocurrió en Israel hace ya veinte años.
Tal y como explicaba Ehud Levy, Socio Director del fondo de capital riesgo Vertex, esta apuesta tiene características que probablemente resulten inesperadas, como que «el 90% del dinero» ha llegado desde fuera del país hebreo.
La mejor prueba del éxito de la estrategia es que «350 multinacionales tienen ya sede en Israel», muchos de ellas estableciendo allí «centros tecnológicos» a partir de empresas nacidas como start up y que han alcanzado un considerable éxito en algún campo concreto. Además, en un movimiento de ida y vuelta, ya que muchos de los empleados de estas grandes empresas «abren luego sus propios negocios».
Finalmente, hay que intentar que la propia financiación pueda llegar un poco más allá, ya que no necesariamente tiene que limitarse a poner el dinero: también puede servir para ayudar a que las nuevas compañías superen problemas que en ocasiones les causa su falta de experiencia. Así Nava Swersky-Sofer daba un consejo en la clausura de las jornadas: «Ofrecer a las start up servicios de gestión, normalmente en los dos primeros años». Una estrategia que sirve «para estar seguros de que el enfoque esté en desarrollar la tecnología y no en desarrollar estructuras de gestión».
Tras toda una jornada de intervenciones, algunas de ellas excelentes, y tras escuchar opiniones de algunas de las voces más autorizadas a uno y otro lado del Mediterráneo se puede sacar algunas conclusiones: trasladar a España el modelo de las start up israelíes es deseable y más que recomendable, pero se antoja extremadamente complicado.
Sea como sea y aún en el caso de que se llegue a buen puerto, el viaje durará años.
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