Mi mirada, que sigue siendo sensible ante lo que ve, lee, siente o vive debe resaltar un título que el famoso periodista Natalio Steiner le dio a la situación que padece Israel en la actualidad: “Hienas acosando a una leona herida”. Son metáforas muy fuertes que plantean bien la posición en la que se halla este pequeño país que es Israel, lesionado por una violencia no buscada, producto del desquicio y la barbarie cometidos el 7 de octubre del 2024 en su frontera. Tragedia que ha destrozado la moral del pueblo israelí al ver todo lo fue capaz de cometer un «ser humano» contra otro al abusar de víctimas inocentes y al dejar en cautiverio en Gaza a personas inocentes y violentadas, por usar un término más suave que el real, desde hace más de 450 días y noches en condiciones lamentables y condenables. Atropello que en todo momento le talla y le duele a cada nacional israelí por considerar que son parte de su familia. Así se vive la situación de cada secuestrado o cada muerto en Israel, como si fuera un miembro cercano de los habitantes de esta Tierra Santa, que se ha visto en derramamientos de sangre y de amenazas en permanencia. Mientras que en Gaza se celebra el trato como una victoria, sus habitantes lejos de tener la protección de sus gobernantes, se ven expuestos a los trastornos y delirios de una guerra, sin el más mínimo reparo de sus gobernantes.
La mirada de Ulisas se basa en consideraciones muy pertinentes para hablar de este acuerdo que se pondrá en marcha desde el domingo 19 de enero de 2025 de manera escalonada sin dejar contenta a ninguna de las dos partes. Israel no cumplió con sus objetivos de eliminar a Hamás del gobierno de Gaza como era su cometido, aunque los dejó altamente desvalidos y devastados, pero es ilusorio pensar que se alcanzaría una hazaña imposible, ya que los terroristas se reproducen como hierba mala. No existe control en su multiplicación y sí mucho odio sembrado en las escuelas desde la primera infancia que repercute en una continua guerra soterrada, aunque no se declare.
Por supuesto que para llegar a acuerdos se deben hacer concesiones que resultan dolorosas o injustas, pero se paga el costo por lo buscado y tan anhelado. Para Israel siempre fue una prioridad el asunto de los secuestrados que fueron 251 entre los que se cuentan un bebé, niños, adolescentes, mujeres, ancianos y personas sin ningún vínculo militar. Muchos muchachos y muchachas que fueron en búsqueda de la armonía en un concierto donde se vivió la música para entonar las notas de la paz se toparon con un abominable desastre nacional. Lo sucedido aquella nefasta madrugada es considerado un crimen intencional y cargado de alevosía, que aún hoy aplauden los terroristas y llora el mundo civilizado. Una declaración de guerra que no podía quedar sin respuesta.
Y era de esperarse que este acuerdo fuese anunciado por Hamás como la mentirosa victoria y una proclamación de haber ganado la guerra, sin tomar en cuenta el desastre causado a su población civil ni el coste tan elevado que debió pagar por la desidia y la indiferencia hacia su propio pueblo, que ha soportado el destrozo y los estragos que dejan las acciones bélicas. Ese tema, que es tan relevante para el gobierno israelí, a los cabecillas del grupo terrorista los tiene sin cuidado. La finalidad es venderse como los grandes vencedores sin contemplar ni valorar el drama que su gente ha sufrido. La honra humana no la toman en cuenta, sólo ven a niños, mujeres y ancianos como escudos de carne y hueso que se pueden convertir sin el menor problema en carne de cañón. En cambio, para Israel resulta valor prioritario y por ello hacen las concesiones que firman para alcanzar la libertad de su gente amada. Son valores encontrados que muestran hasta qué punto el conflicto en el Medio Oriente se basa en un choque de civilizaciones y no, como lo difunden en una problemática territorial. Los terroristas palestinos están empeñados en vender su lucha como una reivindicación patriótica para enmascarar la verdad de sus propósitos: la imposición del Corán y sus leyes, que no cuadran con la modernidad ni con los derechos humanos adquiridos. Y para hacer justicia a la verdad no es cierto, el embuste lo presentan con meros fines publicitarios que el triunfo esté tan ganado, porque en realidad no se ha comprometido el final de la guerra sino una pausa para liberar a los secuestrados, principal interés de Israel. Un acuerdo que no se había logrado con anterioridad, a pesar de las múltiples presiones, pero esta vez ya no tuvo escapatoria con la presencia de Trump, quien arriba al poder con el paso firme y la idea de poner cierto orden en el mundo, condición no lograda por Biden, aunque se quiera adjudicar este laurel. ¿Por qué no lo hizo antes? Se hubieran salvado más vidas, pero Hamás jamás estuvo en disposición de llegar a un arreglo, sólo con la presión de Trump se pudo obtener este acuerdo que tiene mucho de desacuerdo, ya que Israel se ve fraccionado por este resultado que deja a medias la labor emprendida de terminar con la organización de Hamás, bien debilitada por demás. Pero el contemplar que sólo liberaran a 33 secuestrados de 98 que aún aparecen en la lista no es una victoria para Israel. Hubiese deseado liberarlos a todos, aunque se sabe que muchos ya deben estar muertos. Los restos de las víctimas igual representan un tesoro para la patria israelí que le rinde honores a su gente y la quiere viva o muerta, pero la anhela presente en su territorio por darle valía a la persona y brindarle un entierro digno, mientras que del otro lado del campo de batalla no se le acredita valor a la vida. Se glorifica la muerte, mientras en la tierra de los ancestros bíblicos se exalta la existencia.
Lamentablemente, sabemos que no es un verdadero y duradero compromiso de paz, pero sí un alto al fuego que permitirá hacer el punto y ojalá que Hamás, viendo los destrozos que su terquedad y ceguera le han causado a su población, recapacite y entienda que se puede vivir en paz con sus vecinos al cambiar la manera de obrar y de no seguir impulsando el asesinato de judíos de forma tan gratuita y sin sentido.
Quizá surja de todo este dolor un nuevo líder en Gaza que ponga las cosas en claro y cambie los criterios que han llevado a su destrucción. Hamás con sus dirigentes se lo buscaron. La culpabilidad de esta guerra sólo recae en esa execrable organización por sus actos de terror y de horror, que no todo el mundo ha querido reconocer ni condenar. Nadie puede cantar victoria, pero tal vez y ojalá sean tiempos de ver con la mirada más despejada la situación como es en su justa medida, que no sólo toca a Israel sino a todo el mundo occidental, que se verá más amedrentado de lo ya está si no se toma el control y la conciencia de lo que acontece bajo el sol. Astro que nos debe iluminar para no caer en las sombras ni bajezas que desean los terroristas para la Humanidad.
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